Por TONATIUH ARROYO      Abril 11 2018

Estoy harta de este espejo atroz, que devuelve

mi imagen como un mal olor…

–Clara a Solange, en Las criadas, de Jean Genet

El 2 de febrero de 1933, dos empleadas domésticas francesas radicadas en la pequeña localidad de Lemans cometieron un doble asesinato que sorprendió a la sociedad de la época por absurdo e incomprensible.

Las asesinas eran hermanas y respondían a los nombres de Léa y Christine Papin. Las víctimas, madame y mademoiselle Lancelin, esposa e hija, respectivamente, de un abogado retirado.

La versión de los hechos en la prensa se basaba en el testimonio de Christine, quien había dicho que, a la llegada de la señora y la señorita a la casa, se dirigió a la primera para comentarle que –debido a un corto circuito de la plancha– no le había dado tiempo de limpiar la cubertería de plata y que al creer que su patrona la atacaría, se había abalanzado contra ella para sacarle los ojos, aunque de inmediato rectificó que no había sido ella la que se lanzó contra la madame, sino su hermana, Léa, y que ella hizo lo mismo pero con la hija.

Después de arremeter contra las Lancelin, Christine fue a la cocina por un martillo, un cuchillo y una mano de almirez (una especie de cuenco con un mazo, utilizados para machacar ajos, especias, semillas, etcétera), herramientas con las que mutilaron los cuerpos de una manera ostensiblemente cruel.

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“Las Papin habían acumulado ya siete años al servicio de la familia Lancelin, sin ningún asomo de lo que sucedería luego…”

De acuerdo con las indagatorias, el detonante de los acontecimientos había sido la solicitud por parte de la señora Lancelin de una explicación acerca de la tarea incumplida, actitud que encolerizó a Christine a tal grado que las cosas terminaron en el doble homicidio.

Las Papin habían acumulado ya siete años al servicio de la familia Lancelin, sin ningún asomo de lo que sucedería luego, pero ese día, a pesar de que no tenían nada contra las victimadas, de acuerdo con las declaraciones de Christine, “se habían visto obligadas” a adoptar frente a su empleadora una actitud más enérgica.

Las hermanas fueron juzgadas (Christine fue recluida en un hospital psiquiátrico, donde murió cuatro años después, y Léa pasó 10 en prisión), sin que las autoridades hallaran algún indicio sólido que las condujera hacia la identificación de un móvil, de un porqué.

La historia de las francesas homicidas sirvió a Jean Genet para escribir Las criadas (obra de teatro en un acto, estrenada en París en 1947), en la cual las protagonistas, Solange y Clara, realizan cotidianamente un juego de roles en el que alternan la interpretación histriónica de su patrona y la interacción que esta suele tener con ellas.

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“El conflicto entre las hermanas planteado por Genet saca a la luz sus contradicciones”

Durante esa puesta en escena en la habitación de La Señora por parte de las sirvientas, estas se enfrentan, intentan imponerse una a la otra, y en esa dilación se les escapa la oportunidad de concluir su juego con la ejecución de su jefa.

El conflicto entre las hermanas planteado por Genet saca a la luz sus contradicciones: Clara hace notar a Solange los gestos bondadosos de La Señora hacia ellas (trato deferente, obsequios, cierto aprecio), y sin embargo es autora de una serie de cartas cuyo fin es hacer aparecer al amante de su ama como un ladrón, e incluso ha conseguido que lo metan a la cárcel; Solange, por su parte, quien se asume como la más fuerte y la más determinada a llevar a la realidad el asesinato, se muestra evasiva a la hora de consumarlo.   

Dentro de Clara y Solange se libra la batalla entre el bien y el mal inherente a todos los seres humanos. Como nosotros, los personajes de Genet son capaces de ser buenos y malos de acuerdo con las circunstancias, quizás esa sea la pieza faltante, el indicio sólido, en el caso de las hermanas Papin.