Infiernos Familiares

FUENTE: Pinterest
Por ERÉNDIRA SVETLANA
La novela se llama "Arde Josefina", la autora es Luisa Reyes Retana que nació en la Ciudad de México, tiene 38 años, estudió Derecho en el ITAM y luego una maestría en Berkeley, pero renunció a todo eso para fundar una editorial, Sicomoro Ediciones, y para cumplir su sueño de ser escritora. Esta es su opera prima, y vaya forma de empezar, porque ya ha ganado un premio, el Mauricio Achar, que otorga la Librería Gandhi y la casa editorial Literatura Random House a autores noveles.
Arde Josefina es una historia en estado de absoluta combustión, nos sorprende porque como sus protagonistas, Josefina y Juan, arde entre nuestras manos mientras la leemos. Es una historia que contiene muchos incendios pero un solo Infierno, el infierno que supone todo núcleo familiar, la naturaleza candente e inflamable de los ánimos y las emociones que se desarrollan en el seno de cualquier familia, tradicional o no, convencional o totalmente fuera de lo común, de cualquier religión o nacionalidad, después de todo familia siempre es sinónimo de disfuncionalidad. La familia que protagoniza esta novela es una muy especial, formada por Josefina y Juan, los hijos, nacidos en Manchester pero que siempre han vivido en México, y Jon y Holly, los padres, completamente ingleses, y como tales, fríos y distantes, invariablemente indiferentes ante las necesidades afectivas y emocionales de sus hijos, a los que someten durante años al abandono físico y afectivo. Josefina es la hermana mayor, le toca jugar el rol de la concentradora de la rabia, es ella a quien corresponde expresar la indignación y la ira, a quien toca también el trauma, ella quien tendrá que hacerse cargo de su hermano pequeño frente a la negligencia y el abandono de los padres. Juan, el hermano pequeño, es diagnosticado con esquizofrenia siendo aún un niño, a lo largo de la historia es victimario involuntario y también víctima de las circunstancias. Jon y Holly no se querrán hacer cargo nunca del problema, se mostrarán al principio intolerantes y severamente represivos, más tarde francamente despreciativos, al final van a abandonar completamente la escena. La vida de Josefina y Juan durante la infancia transcurre en este drama, entre el silencio y la sombra, en la frialdad de la atmósfera fantasmal de su casa en la Ciudad de México y la sordidez de los episodios esquizoides de Juan que marcan con su violencia los años de su infancia y su adolescencia. Josefina tendrá que convertirse en una especie de madre para Juan, tendrá que ser un apoyo emocional para su hermano pequeño y para ella misma. Los odios desproporcionados y los rencores incontenibles nacen en esta parte de sus vidas, después no habrá nada mas que hacer, solo seguir el hilo incendiario de esta trama, de estas dos mechas encendidas durante la infancia.
La historia de Josefina y Juan es ardiente y desmedida, mantiene al lector en vilo y se lee de un solo impulso porque su naturaleza cáustica así lo reclama. Mientras la leemos es inevitable recordar nuestros propios dramas de infancia, nuestros propios incendios familiares. Mientras nos vamos enterando de lo que pasa con las vidas de estos personajes no podemos evitar que nuestros propios recuerdos se incendien y ardan.
En eso consiste la genialidad de la novela que ha escrito Reyes Retana. Su obra ha logrado retratar con precisión la naturaleza cáustica de los vínculos que unen y desangran a los miembros de una familia, el peso lapidario que ejercen sobre nuestras espaldas durante años, la forma en que nos traspasan a lo largo de cada una de nuestras etapas. Porque solo los que han vivido en nuestro mismo seno familiar y son de nuestra propia sangre son capaces de encender los fuegos internos que nos consumen, solo ellos pueden sacar de las profundidades de nuestra alma los demonios que llevamos dentro e incendiar hasta las raíces nuestra cordura, solo ellos pueden enloquecernos y arrebatarnos la calma.
Con Reyes Retana concedemos al final de la historia, en que efectivamente toda familia es un incendio, es una entidad en permanente estado de combustión que en algún punto reduce a sus miembros a cenizas, en algún momento los incinera y los convierte en espectros de sí mismos, fantasmas rumiando sus resentimientos, porque a fin de cuentas ese es su destino, familia será siempre sinónimo de disfunción y de trauma.
