top of page

Crónica Final:​

Juancho y el eterno regreso

FUENTE: Pxhere

Por SAMANTHA FLA

Los últimos días en Uruguay fueron de sol, playa, mosquitos, arañas, ranas y hasta lagartos, sí, así es, yo que no soy muy amiga de los reptiles tuve que contener mis nervios y hacerme a la idea de que en la casa donde estábamos alojados también vivía una familia de lagartos uruguayos, que, aunque no son peligrosos, mientras menos los viera, mejor.

Esos días no solamente me vi amenazada por Juancho (el lagarto) y las arañas, mi sueño se veía interrumpido por el ritual de apareamiento de unas gallinetas madrugadoras, pero, además, me azoraba el canto de un pájaro que sonaba como de película de Viernes 13, cada vez que lo oía pensaba que Jason estaba cerca. Pero no crean que fue una pesadilla, aunque no soy muy fan de vivir en la naturaleza, el silencio de la provincia, la posibilidad de respirar aire fresco, el sonido del mar y la cercanía de la playa es una sensación inigualable. Sin embargo, todo lo que empieza tiene que acabar, así que después de unos días de verdadero descanso, emprendí mi regreso a México, que cabe aclarar no fue tan atropellado como la ida, pero si fue largo.

Ese día me desperté temprano, algo que no es común en mí, pero como estaba a unas dos horas del aeropuerto, no quería tener contratiempos. El autobús salía 8:40, el vuelo salía a las 12:00 así que tenía tiempo. Llegamos a la estación cerca de las 8:10, y comenzaron a pasar los minutos, hasta que dieron las 8:40 y el autobús no aparecía. Comencé a ponerme nerviosa y nos informaron que venía retrasado (¡no!, no podía perder el vuelo), total que el autobús llegó cerca de las 9:10 y comenzamos el viaje hacia el aeropuerto.

… ¿quién viajaría de regreso en pleno inicio de descanso? ¡ilusa!

Son pasadas de las 10:40, reconozco la autopista interbalnearia y sé que estamos cerca del aeropuerto, pero el autobús no da vuelta y sigue de frente, me asustó, me levanto, le pregunto al conductor y me dice que estamos por entrar (menos mal). Llegamos a las 11:00 am, todavía tenemos una hora para embarcar y no creo que haya mucha gente, es un aeropuerto pequeño, ¿quién viajaría de regreso en pleno inicio de descanso? ¡ilusa! Los mostradores de la aerolínea a tope, había tres vuelos casi simultáneos, así que estamos todos los pasajeros esperando. Van pasando los minutos y me voy impacientando. Sigue pasando el tiempo, ya son 11:30 y sigo en espera, mi vuelo se supone que sale a las 12:00 o para ser más exactos 11:50, cada vez estoy más nerviosa y a las 11:40 llaman a los pasajeros para mi vuelo, siento alivio y me apresuro para llegar a los mostradores, pero no me atienden. Entro en crisis, pero evito discutir con la gente de la aerolínea, por fin registran la maleta (morada, violeta, púrpura violet), escucho que todavía faltan 9 pasajeros y eso me reconforta un poco.

Me despido y entro a la zona de aduana ¡maldita sea! Una cola interminable para pasar, sigo tratando de mantener la calma y pienso que aún faltan nueve pasajeros por registrar equipaje, no me pueden dejar. Por fin paso la aduana son más de las 12, tal vez 12:10, corro hacia la puerta 4, que es donde me señalaron que estaba el avión, llego y para mi sorpresa la pantalla dice Madrid, (estaría bueno viajar a Madrid, pero no hoy), así que corro al otro lado del aeropuerto hasta que encuentro mi vuelo. Por fin entro al avión.

…pensé que sería una pesadilla, pero para mi sorpresa el tiempo no pasó tan lento como yo creía…

En Santiago tendría una espera de 14 horas, pero con el vuelo atrasado desde Uruguay la espera se redujo un poco, pensé que sería una pesadilla, pero para mi sorpresa el tiempo no pasa tan lento como yo creía, whatsapp ayuda y el aeropuerto de Santiago es sumamente amigable, es cómodo y hay un montón de pasajeros que tienen largas esperas como yo, así que puedes pasear, conectarte al wifi, cargar tu celular gratis, dormir en las bancas o en la alfombra, hay toda una comunidad de viajeros que, por unas horas, “viven” en el aeropuerto. Una comunidad momentánea que se hermana en las largas horas de espera.

Por fin llega la hora de tomar el vuelo para Lima, estoy lista en la puerta, todavía me falta una escala más, y no quiero estar corriendo. Afortunadamente el vuelo sale puntual, llegamos a la hora estimada a Lima y solamente espero dos horas en el aeropuerto, ahí veo a dos hombres que se toman fotos muy sonrientes, vamos en el mismo vuelo a México, pero no sé quiénes son, en realidad nunca supe quiénes eran, adivino que eran futbolistas, porque se ven atléticos y hablan de entrenamientos y fechas de partidos.

Al final llegué a mi pueblito natal 33 horas después de dejar las playas del Atlántico sur, con la espalda molida y las piernas entumidas, pero con la alegría de haber pisado otras tierras y respirado otros aires. Viajar me hace feliz, pero regresar a mi casa me hace más feliz.

 

 

Suscríbete a nuestra Revista Digital

     Y recibe nuestro Newsletter gratis cada semana

Lo tienes que leer

En Los Calzones de Guadalupe escribimos historias para  desnudar el alma

bottom of page