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Westworld

FUENTE: Pinterest

Por DANIELA RIVERA

La conciencia es una colección de recuerdos, una narrativa en la que creemos y que nos repetimos todos los días, es la historia del Yo a la que nos aferramos día a día.

No estoy segura de que estas sean las palabras exactas con las que en la serie de HBO Westworld, uno de los personajes define a la conciencia, pero creo que es lo que los escritores de la serie nos quieren dar a entender. Es su propia hipótesis sobre la naturaleza de la mente humana, ellos así lo creen, y es lo que fundamenta la trama entera de la historia de Westworld

Los creadores de la serie son los esposos Jonathan Nolan y Lisa Joy. Jonathan es colaborador habitual de su hermano Christopher Nolan, y junto a él ha escrito los guiones para películas como Memento, The Prestige, Interstellar, además es creador de la serie de CBS Person of Interest. Sus temas recurrentes son desde luego futuristas, y como su hermano, ama la especulación sobre el desarrollo de la ciencia y los alcances de la tecnología. 

Westworld es el éxito más notable como cineasta de Jonathan, ha tenido una exitosa primera temporada en HBO y ahora va para la segunda, que inicia este 22 de abril en la plataforma televisiva.

Está basada en la película de 1973 del mismo nombre, escrita y dirigida por el novelista Michael Crichton, que en su tiempo fue todo un éxito. A mí la serie me atrapó desde el principio, precisamente porque aborda temas muy filosóficos.

La historia transcurre en un futuro cercano, en el que un grupo de científicos y empresarios han creado un parque de atracciones ambientado en el lejano Oeste. Los creadores de este mundo han diseñado robots (los anfitriones) a imagen y semejanza de los seres humanos, que sirven de escenario para las experiencias y aventuras que se ofrecen en este parque. Los huéspedes (humanos reales que pagan por acceder a este lugar) acuden a dar rienda suelta a sus instintos más primarios y a vivir experiencias que no pueden encontrar en la vida cotidiana. Los anfitriones ofrecen a los visitantes toda clase de aventuras, desde sexo, hasta duelos a muerte, vivencias extremas y reales. 

 

Cada día los robots, los anfitriones, son vueltos a programar, se les borra la memoria, se les reparan las partes que hayan resultado dañadas en las diversas experiencias, y se les devuelve al escenario del que forman parte para recibir a nuevos huéspedes.

 

El problema sobreviene cuando algunos anfitriones, que no son como los demás,  empiezan a recordar cosas del pasado y a tomar sus propias decisiones, es decir, cuando adquieren una conciencia propia.

Lo interesante de la trama comienza en este punto, porque es aquí donde, tanto los personajes como nosotros los espectadores, nos empezamos a preguntar ¿qué es la conciencia? ¿cómo funciona? ¿qué nos diferencia de los robots? ¿qué es lo que nos hace humanos? 

Como todas las historias escritas por los Nolan, la historia de Westworld es inquietante por que cuestiona hasta las raíces los dogmas científicos y filosóficos en los que creemos, nos desarticula las convicciones, nos deja revolturas complicadas en el cerebro.

A mí la verdad me gusta mucho que me pase eso cuando veo películas o series, me gusta que los personajes y las tramas me hagan pensar hasta que se me revuelvan los sesos.

Mientras veía los capítulos más complejos de Westworld me acordé de algo que me pasó hace varios años. Una de mis hermanas estaba pasando por su enésima crisis depresiva, cada vez que se sentía abatida y a punto del suicidio me llamaba para que hablara con ella, me contaba todo lo que sentía, lo que lamentaba, una retahíla de recuerdos que la acongojaban cuando se ponía así. Una de esas veces, ya desesperada por su situación, le dije que lo que necesitaba para curarse era matarse de una vez por todas, pero no matarse físicamente, sino matar a la idea que tenía de ella misma, a todos sus recuerdos, sus creencias, sus prejuicios, sus convicciones, a todo eso que creía que constituía su yo auténtico. Si lo mataba, si de alguna manera podía borrarse todo eso de la memoria, amanecería un buen día completamente sana, libre de recuerdos que la lastimaran, como un papel en blanco, sin conciencia de nada, dispuesta a recibir nuevas experiencias, lista para ser un nuevo yo.

Mi hermana por supuesto me mandó por un tubo en aquella ocasión, y no volvió a llamarme cuando se deprimía y necesitaba de un hombro para llorar. Pero yo me quedé pensando mucho tiempo en lo que le dije, me pareció una idea maravillosa, que todos pudiéramos olvidarnos en algún punto de quiénes somos, cuando esa idea nos ahoga y nos hace mucho daño, cuando nos impide cambiar para recuperar la salud y la felicidad. 

Westworld me encanta porque en ese mundo utópico existe esa posibilidad, cuando menos para los anfitriones, que son en realidad humanos perfeccionados, a los que se ha liberado de la carga dolorosa de la conciencia, que es a fin de cuentas el peso ineludible de la realidad.

 

 

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