Vivir es como ir en un vagón del metro

FUENTE: Pixabay
Por YAO ARROYO
Mayo 15 2018
Vivir es como viajar en un vagón del metro. Yo he viajado en metro durante muchos años, y ahora la comparación me parece evidente. Andar por la vida es como ir en metro porque una vez que te introduces en un vagón, te empiezas forzosamente a relacionar con muchas personas, con algunas coincides siempre, con otras tantas de ellas te pasa que ni te percatas que están ahí, con unas cuantas interactúas y hablas un poco y con algunas más te empiezas a llevar muy bien.
A lo largo del trayecto del viaje en este vagón del metro que es la vida, suben y bajan personas todo el tiempo. Con quiénes coincides y con quiénes no, depende mucho de tu destino y del tiempo que dure tu viaje. A veces coincides con un par de personas durante todo el camino, muchas de ellas bajan en alguna parte para transbordar a otro vagón que las lleva en una ruta diferente. Hay veces también en que eres tú quien debe transbordar y entrar a otro vagón del metro donde ocurrirá lo mismo que en el previo, coincidirás con algunos y te relacionarás con otros.
Habrá momentos en los que en tu viaje cotidiano coincidas siempre con una persona o con dos y entonces de alguna manera sientan que viajan juntos, inevitablemente empezarán a establecer algún tipo de vínculo, un lazo que poco a poco los va acercando hasta que se sientan muy identificados, yendo siempre hacia el mismo rumbo, tal vez incluso ninguna de estas personas que viajan contigo tengan que transbordar o cambiar de ruta por mucho tiempo y parezca de pronto que bajarán juntos en el mismo destino, aunque esto sea sólo una ilusión del viajero, porque es indudable que cada uno de nosotros debe seguir su propio rumbo.
En la vida como en el metro te encuentras con todo tipo de gente, hombres y mujeres, niños y adolescentes, jóvenes llenos de vida y gente mayor que va contemplando a través de la ventanilla porque ya conoce gran parte del camino y se ha bajado en algún momento en cada una de las estaciones conocidas.
Habrá seguramente quienes no sean de tu agrado, personas con las que poco tienes que ver y a las que ocasionalmente vuelves a encontrar en tu mismo vagón, seguramente seguirás siendo amable con todas ellas en tanto compartan el mismo trayecto, pero te mantendrás a una distancia prudente. Habrá también otras personas que definitivamente te desagraden por completo, gente a la que evitarás a toda costa y te voltearás cada vez que las encuentras por que no te parecen gente para mirar siquiera.
Y desde luego que en este viaje paradigmático en tu vagón de la vida encuentras en algún momento a esa persona única, esa relación definitiva que nace ahí mismo, en medio de la vorágine de la vida diaria, en el metro, donde vamos todos, subiendo, coincidiendo, hablando y amando, transbordando en algunas estaciones y a veces bajando para siempre.
Es en el metro en donde las relaciones son más casuales pero también permanentes, es ahí donde la gente se conoce y llega a apreciarse, todos revueltos en la convivencia diaria, contenidos en el espacio inmenso y estrecho que es el viaje de la vida.
Aquéllos que han coincidido muchas veces contigo en el viaje y con los que has estrechado la relación, son quienes te buscan cada vez que subes al vagón. En ocasiones se alejan de tu ruta, pero en algún punto regresan, transbordan también muchas veces, y un buen día llegan a alguna estación donde cambian de vagón y los pierdes por mucho tiempo de vista.
Hay quienes viajan en el vagón del metro llevados por una gran ilusión, son personas llenas de amor y de energía, gente muy luminosa que llena de luz con su presencia la totalidad de un vagón o de una estación. Las hay también oscuras y malignas, que ensombrecen una parte del viaje con sus pesares perpetuos y las nubes grises que los persiguen.
También hay distintos momentos en el viaje de cada día, momentos en los que no ves nada a través de la ventanilla, en los que no hay paisaje en el exterior por que estás pasando por un túnel subterráneo, y te inunda esa sensación de incertidumbre y de soledad que traen consigo los momento difíciles, pero tu ya has establecido buenas relaciones a lo largo del viaje, ya tienes acompañantes que van en tu mismo rumbo, ya no te sientes tan solo en ese trayecto oscuro que te produce inquietud.
Hay en cambio otros momentos en que tu viaje es hermoso y es posible observar el paisaje desde la ventanilla, ante tus ojos de asombro ves pasar la vida diaria de la ciudad, el día a día del mundo, la gente viviendo allá afuera. Te sientes feliz y satisfecha, porque tu también vas acompañada de todas esas personas que viajan contigo en el mismo vagón, gente con la que te sientes segura, como si fuera parte de tu vestimenta e incluso de tí misma, entonces disfrutas con intensidad del viaje, y estás en disposición de compartir tu alegría, la serenidad y el bienestar que te invade, y aunque sabes muy bien que en el metro habrá siempre días de angustia y de incertidumbre, días totalmente grises, tienes confianza en que de pronto aparecen los días llenos de vitalidad, colmados de amplias sonrisas y de alegría, días de chistes y de carcajadas, días en los que te pueden llegar sorpresas, de gente que sube al vagón y que canta y baila contagiando su felicidad, personas con un aura hermosa y fraterna, pequeños que te regalan ternura o te contagian la dicha de su inocencia.
En fin, vivir es como ir en un vagón del metro, encuentras en el camino todas las estaciones, invierno, otoño, primavera y verano, se experimentan en ese viaje todos los sentimientos, también se tienen todos los pensamientos y todo tipo de relaciones, de emociones, pero al final todos nos dirigimos a nuestro propio destino, todos subimos y bajamos del vagón en algún momento. Lo más doloroso siempre son las despedidas, sobre todo las que se dan en silencio, esas en las que no dices adiós ni hasta luego, las que suceden sin decir nada, en absoluto silencio, las que se dan en esa parada en donde alguien muy cercano baja y sabes que jamás vas a volver a verlo.
Vamos en ese viaje perpetuo y el movimiento en el metro no se detiene nunca, los que descienden se quedan necesariamente atrás, vendrán otros con los que te encontrarás, nuevas compañeros de viaje que te harán resurgir de tus recuerdos y renovarte a ti mismo, porque eso es lo único que en este viaje no deja nunca de ser necesario.
Es así, la vida es como un interminable viaje en el metro, y yo concluyo diciendo que a partir de ahora viajaré en bici
En Los Calzones de Guadalupe
tenemos buena estrella,
porque podemos soñar y mostrar el alma sin pena

