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Una Infancia Feliz

FUENTE:  Pinterest                                

Por Xóchitl Niezhdanova

JUNIO 5 2018

El 20 de noviembre de 1989 fue establecida por la ONU la convención de los Derechos Internacionales de los Niños…

Los niños nunca deben ser maltratados, ni física ni psicológicamente. Todos los seres humanos estamos expuestos al peligro, pero nadie es tan vulnerable como un niño. Ellos nacen poseyendo una ingenuidad que les impide prever los peligros que la vida entraña, y mucho menos tienen la capacidad de protegerse de ellos. A veces los agresores principales se encuentran dentro de su propia familia: una madre neurótica, un padre con problemas para controlar la ira. El 20 de noviembre de 1989 fue establecida por la ONU la Convención de los Derechos Internacionales de los Niños que comporta una serie de estatutos bajo los cuales debe regirse la conducta hacia los niños y las cosas y circunstancias que ellos merecen para su bienestar. Uno de los derechos más importantes desde mi punto de vista es el derecho a la vida y al desarrollo. El derecho a ser protegido contra el maltrato también está asentado en dicha convención, entre muchos otros no menos importantes. El espíritu de este documento es garantizar la integridad de los niños en todos los órdenes y proporcionarles un entorno seguro y saludable para su crecimiento.

Yo tuve la fortuna de nacer en el seno de una familia bien conformada, con unos padres amorosos y comprensivos. Ellos son maestros de vocación. Siempre pusieron en primer término a sus hijos, y juntos hicieron todo para cuidarnos, para orientarnos y darnos un ambiente de felicidad y armonía. Mi madre decidió que además de la educación escolar tuviéramos acceso a otras actividades como el piano, la danza y los idiomas. Los fines de semana con mi padre, estuvieron llenos de maravillosas vivencias. Un verano nos enseñó a hacer papalotes, que luego salíamos a volar al campo. Mi padre era un creador sorprendente que siempre nos impresionaba con una nueva actividad. En otra ocasión nos enseñó a hacer un proyector con papel cascarón, un foco de 60 watts y una lupa para amplificar las pequeñas imágenes que hacían de película de cine. Yo elaboré esas películas en papel albanene con lápices de colores y luego las proyectábamos divertidos sobre uno de los muros blancos de la casa. Enfermedades, problemas escolares, dificultades personales, en todos esos momentos mis padres estuvieron ahí para apoyarnos, darnos un consejo y demostrarnos siempre su amor.

Nuestra infancia fue especial y única. Gracias a ella, más tarde en mi vida, pude salvar muchos obstáculos. El acompañamiento y la guía permanente de mis padres nos sirvió para crear una personalidad sólida y una seguridad en nosotros mismos. No quiero  decir que no haya habido tropiezos y equivocaciones en mi vida, pero siempre que me encontré ante un dilema, un conflicto aparentemente insalvable, una tristeza profunda, pensar en mi niñez me ayudó a hacerle frente a los momentos difíciles. Aún ahora me siento afortunada por aquellos años dorados, la forma en que mis padres nos criaron y nos dieron su amor, y siento que no hay problema alguno que no pueda resolver, porque entre otras cosas su amor nos hizo aprender a amar a la vida.

Esa protección y ese cariño que nos nutrieron durante la infancia son dos elementos invaluables que todos los niños deben tener, y en ese sentido los adultos son los encargados de hacer valer los derechos de estos niños, asentados tan sabiamente de la convención de la ONU.

 

Hay muchos infantes que sufren alrededor del mundo. Niños sin experiencia ni recursos para hacer frente a las vejaciones de que son objeto. La cadena de maltrato sexual de estos infantes crece cada vez más, se trafica con sus cuerpos, se promueve la pornografía infantil. En las guerras los niños están completamente indefensos, y ni siquiera conocen los problemas políticos de sus países que generan las crisis por las cuales ellos son los primeros afectados.

 

Para mí, la seguridad y la felicidad de los niños es el primer compromiso que tenemos delante para reconstruir nuestro envilecido planeta. En cada adulto se encuentra la responsabilidad de traer nuevas generaciones a un mundo verdaderamente habitable que garantice el bienestar de estos seres indefensos y darles la oportunidad de gozar una vida, no de sufrirla convirtiéndolos en víctimas.

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