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Un reencuentro
por Guadalupe Cerezo
Corrí, quería hablarles. Cuando llegué, por alguna razón me detuve. Contemplé esa soledad, escuché el silencio, que en algunos momentos se llenaba con el rumor de la brisa, el canto de las aves, los pasos de alguna persona, el ronronear de un motor distante.
Me pregunté ¿por qué estaba ahí?, ¿por qué la ocurrencia de hacer esa visita?, y yo misma me respondí: “Porque solo ellos pueden entender el dolor que me oprime el pecho, y no harán preguntas”.
No podía abrir la puerta, tuve que forcejear un poco hasta conseguir que el pasador cediera. Entré, lloré y estoy segura de que mis difuntos abuelos me escucharon… Finalmente, un suspiro escapó de la capilla del cementerio.
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