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Un día desperté de mi infancia

por Tania Cortés

 

Durante mis años mozos hice muchas amistades en la escuela, y en mis clases extracurriculares de la tarde. Me relacionaba con niños de mi edad, e interactuaba con gente mayor que yo; que aprendía francés en La Alianza Francesa, o inglés en el Colegio Americano. La vida parecía sencilla y bella. En la escuela nunca faltaba el niño travieso que molestaba a las compañeras con bromas tontas, pero nada parecido al bullying de hoy. También había compañeras combativas, y altamente competitivas, que luchaban por el primer lugar de la clase, y que a veces emanaban un poco de agresividad; pero tampoco era algo que hiciera daño. En mi colonia, en la escuela, y a todas partes que yo iba, nunca se tenían noticias de niños violentados o desaparecidos. Ese estado de cosas duró hasta la universidad. Todos íbamos con esperanza a estudiar para entregar con orgullo un título profesional a nuestros padres.

Mi hermana menor dice que la niñez nos duró diez años más, y sí lo creo, porque en esa época se respiraba inocencia en las relaciones entre mujeres, entre hombres y con el sexo opuesto. Los noviazgos eran inocentes, y esa conducta cuasi compulsiva hacia el sexo, que existe actualmente, no estaba propagada como hoy, que muchos hombres solo entran a internet para buscar sexo; incluyendo Facebook.

La primera vez que me di cuenta de la maldad masculina fue a la edad de veinticinco años. Trabajaba en una ONG para refugiados, y llegó a nuestras oficinas una mujer indígena en muy mal estado. Un militar había abusado de ella y estaba embarazada, pero debido al maltrato que recibió, y al abandono, llegó con un aborto en evolución, es decir, desangrándose. Rápidamente la trasladamos a un hospital y logró salvar la vida. Sin embargo jamás olvidaré ese hecho. En mi mente está grabada la tristeza profunda de sus ojos, y una muda súplica de ayuda. Ella ni siquiera hablaba español!

Ya de adulta, una de mis amigas más íntimas sufrió una de las vejaciones más terribles que puede sufrir una mujer. Ella mantenía una relación con un hombre al que amaba realmente. Como eran una pareja estable ella confiaba plenamente en él, y tuvieron sexo sin protección. Mi amiga ya tenía casi cuarenta años y el ginecólogo que visitó le dijo que, debido a la estructura de su vagina, el embarazo sería de muy alto riesgo. Con pesar, ella acudió a su pareja para contarle la noticia, y pagar entre los dos el procedimiento de aborto. Pero él se deslindó de la responsabilidad, y el día que la operaron ni siquiera se apareció en la clínica para saber cómo había resultado la intervención.

Yo podía plagar este artículo de historias dolorosas de mujeres abusadas, humilladas, vejadas; repudiadas no solo por sus parejas sino en el ámbito laboral. Yo soy ingeniera civil, y en ese gremio hay mucho desprecio y envidia por las mujeres que sobresalen. No solo a nivel de los colegas, sino de los dueños de empresas, y directores de instituciones gubernamentales dedicadas a la construcción.

Hace poco leí que la destacada antropóloga feminista, Françoise Heritier, sucesora del francés Claude Lévi-Straus, afirmaba que las mujeres fueron sometidas para asegurar la supervivencia de la especie y la cohesión social. ¿Por qué no ocurrió al revés y no son las mujeres las que intercambian hombres? Ella estableció la hipótesis de que para intercambiar a las mujeres previamente tuvo que existir una convicción, común a ambos sexos, de que las cosas debían ser así. Y de ese modo se instauró el Patriarcado.

Esta antropóloga concluyó que la subordinación femenina ocurrió debido a la capacidad reproductiva de las mujeres. -"Ese gran don siempre asombró a los hombres, que han tratado de controlarlo desde la noche de los tiempos”- dijo Heritier. -“Para apoderarse de sus vientres y su poder generador, se convencieron a sí mismos de que eran ellos quienes introducían el principio sexualizante en la mujer. Aristóteles incluso teorizó esa fantasía al afirmar que todo dependía del esperma".-

Pero el hecho de que se haya dado esta subordinación no significa que sea natural, como tampoco lo es la tan extendida violencia machista. Adicionalmente cabe decir que no existe un comportamiento parecido en el mundo animal, y aunque ocasionalmente los machos pelean entre ellos por la supremacía de la manada, nunca matan a las hembras de su grupo.

La actualidad de mi país, de mi mundo, me tiene anonadada. Si a los 15 años me hubieran dicho todo lo que iba a presenciar, y a vivir en carne propia, no lo hubiera creído. El panorama a veces desalienta. Sin embargo, trato de rescatar los últimos vestigios de mi confianza en la humanidad para seguir alimentando la esperanza de que vamos hacia adelante, y no a la inversa.

Al haber convertido a la mujer en un objeto de cambio, los hombres lo que hacen en realidad es esconder el derecho que se han adjudicado de comprarnos. En las grandes pasarelas del mundo, en los comerciales, en todo escenario donde la presencia de la mujer es hipersexualizada y vendida,  lo que en verdad sucede es una forma de esclavitud moderna. Falta mucho por transitar en la experiencia política de nuestra sociedad para que la mujer adquiera el derecho real a manifestarse y ser escuchada. Decía Heritier -“Seguimos moviéndonos con patrones de conducta y pensamiento forjados en el Paleolítico Superior” -“La humanidad es la especie más estúpida: es la única donde los machos matan a sus hembras”.

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Tania Cortés

Sexy, guapa e inteligente, le gustan los temas atrevidos y aunque es administradora de profesión, reconoce sus habilidades en el terreno de la sexualidad. Pretende regalar emociones con sus textos.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags  violencia de género, acoso sexual, feminismo, Tania Cortés

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