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Te invito a mi

      divorcio                      

por Delia Millán

Para nadie es un secreto que la institución matrimonial, como la concebimos en occidente, ha dejado de ser desde hace mucho una respuesta eficiente a las necesidades de relación y formación de lazos familiares de los seres humanos. Los divorcios van al alza, en algunos países de manera alarmante, la monogamia está totalmente desacreditada, el horizonte vital de hombres y mujeres se ha extendido más allá de la formación de la pareja o la consolidación de la familia, el sistema socioeconómico en el que nos desenvolvemos nos exige el desarrollo sin límites de nuestra egolatría y nuestro individualismo, en fin, las razones se acumulan sin parar y se han vuelto incontables, el resultado es innegable: el matrimonio ya no tiene cabida en nuestra forma de vida.

 

Sin embargo, la gente se sigue casando todos los días, se sigue “enamorando” y continúa creyendo (aunque sea por algún tiempo) que es posible unirse en sagrado matrimonio y vivir juntos por siempre. La ilusión, desgraciadamente, suele durar muy poco, tal vez algunos meses, en el mejor de los casos un par de años. Las desavenencias sobrevienen muy pronto en la vida cotidiana de las parejas, las incompatibilidades, la frustración, las crecientes inconformidades y diferencias que van fracturando la unión y acrecentando distancias insalvables.

 

Muchos especialistas en relación de pareja argumentan que en realidad el matrimonio es un diseño institucional poco práctico, que la monogamia impuesta va contra la naturaleza humana, que el hombre primitivo no formaba familias nucleares sino comunidades, y ello va más acorde con nuestra biología. Cuando se trata de dar explicación al comportamiento relacional de los seres humanos, las teorías abundan en realidad. Lo cierto es que no hay pautas cien por ciento confiables en esta materia, el cerebro humano es todavía un misterio, y la psicología de pareja sigue siendo un rompecabezas pendiente de descifrar.

 

Dice el académico y especialista en relaciones de pareja Meg Johh Barker que la forma en que construimos relaciones los seres humanos, está influenciada por una compleja red de raíces biológicas, sociales y psicológicas difíciles de desentrañar. En otras palabras, no es tan fácil explicar porqué nos seguimos casando a pesar de la evidencia apabullante de que el matrimonio no funciona, porqué nos seguimos divorciando, porqué nos seguimos ahogando durante años en relaciones disfuncionales que nos llenan de infelicidad.

 

Sin embargo, estarán de acuerdo conmigo en que, mientras los especialistas se deciden sobre lo que conviene a nuestra naturaleza, necesitamos respuestas para la vida diaria, especialmente cuando se trata de relaciones de pareja. Afortunadamente ya existen muchas soluciones a este dilema, porque bueno, somos más de 7000 millones de personas las que habitamos este planeta y desde luego a alguien ya se le ocurrió qué debemos hacer en estas situaciones tan escabrosas. La más atractiva de estas respuestas es la del matrimonio con fecha de caducidad. En muchos países, especialmente de Europa, se empieza ya a legislar sobre este aspecto, la posibilidad de que la unión matrimonial, cuando menos en lo legal, sea un contrato temporal, digamos a corto plazo, con opción a ser renovado cada determinado tiempo si los implicados así lo deciden. ¿No sería este escenario algo maravilloso? Casarse por que se está muy enamorado y saber de antemano que el compromiso es sólo por un tiempo, sin sentencia de por vida, con conciencia plena de este hecho por parte de ambos contrayentes, es decir, novia y novio ya saben a lo que se atienen desde un principio. Se resolverían muchos aspectos de la vida amorosa de esta manera, los enamorados podrían realizar el sueño de la unión romántica con todo y celebración social sin que esto implicara un compromiso por toda la eternidad, las inevitables diferencias entre la pareja que van surgiendo con el tiempo no se convertirían en pesadas cadenas que se deben soportar toda una vida, la monogamia que supone la unión matrimonial tendría fecha de caducidad y eso la volvería más segura y llevadera, las expectativas amorosas entre los contrayentes serían mucho más realistas, habría menos rencores y menos odios cuando el amor se acabara porque desde un principio estaríamos conscientes de que así va a ocurrir.

 

Parece un poco difícil de creer, pero el hecho de que existiera un acuerdo social y legal sobre la temporalidad de la unión matrimonial, cambiaría muchísimo la forma en que se experimenta la relación de pareja y todos los avatares que implica. Si desde el principio nos formaran como sociedad en la idea de que el matrimonio es sólo una corta etapa en nuestras vidas, todo sería mucho más sencillo, la experiencia del desamor sería mucho más asimilable, nuestra actitud frente a la frustración romántica o la fallida consolidación de una familia sería muy distinta, le quitaríamos mucho del estrés que implica la vida diaria en pareja.

 

Lo más relevante de un acuerdo matrimonial con estas características, es que el divorcio se convertiría en un evento normal, contemplado desde el inicio, natural y consecuente con el matrimonio mismo. Si sabemos desde el principio que el casorio va a durar solo un tiempo, tendremos siempre en mente que lo que sigue será el divorcio. De esta forma le quitaríamos al evento de la terminación de un matrimonio todo lo que tiene de doloroso y dramático, todo el contexto negativo y traumático que rodea al divorcio desaparecería por arte de magia, nuestra actitud frente a la separación sería totalmente diferente, lo tomaríamos con mucha más naturalidad, sin sentimentalismos, dramas odios ni rencores.

 

Bajo estas condiciones, el divorcio sería en nuestras vidas un evento completamente natural y cotidiano, esperado por todos, recibido con normalidad, porque todos tendríamos por necesidad un divorcio en nuestras vidas, así como la mayoría tenemos un matrimonio, hijos, familia, carreras, trabajo, etcétera. Nos prepararíamos para nuestros divorcios de la misma forma en que nos preparamos con antelación para nuestras bodas o el nacimiento de un hijo, habría cursos especiales para llevarlo a cabo de la mejor manera, se hablaría con naturalidad del tema, todos los miembros de la familia y amigos estarían esperando el momento y se trataría en las conversaciones de sobremesa con trivialidad, como cualquier otro tema. Habría empresas especializadas en organización de divorcios, con paquetes de todos los tamaños y para todos los bolsillos, con abogados, terapeutas, sesiones de meditación y rehabilitación incluidas, habría seguramente también planeadoras de divorcios que organizaran celebraciones espectaculares en grandes salones o jardines con banquetes, centros de mesa, recuerdos, invitaciones, música en vivo y DJ´s especiales para fiestas de divorcio, tendríamos que ir ahorrando con mucho tiempo el dinero necesario para organizar una fiesta de divorcio como Dios manda, con damas de honor, padrinos y toda la cosa. Sería un evento importante en nuestras vidas, digno de celebración, al igual que la primera comunión, los quince años, la graduación y la boda.

 

En un mundo así, el divorcio sería la cosa más natural del mundo, y recibiríamos todo el tiempo invitaciones para las fiestas de divorcio de todos nuestro amigos y familiares, las invitaciones serían tan sencillas o elegantes como el tamaño de las cuentas bancarias de los divorciantes, y sería cosa de todos los días encontrarnos amigos en la calle o en el café que nos dijeran: Oye ¿no te he contado?, mi contrato de matrimonio ya está a punto de terminarse, ¡Te invito a mi divorcio!  

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Delia Millán

Maestra del desequilibrio armónico, experta en el desarrollo humano y las relaciones complicadas. Loca por convicción y leal por vocación. Lucha contra la violencia de genero donde quiera que esté.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   matrimonio, sexo, pareja, Delia Millán

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