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Tarot, el secreto de los Dioses

FUENTE: Getty Images

Por SOFÍA GALVEZ

Fue siendo aún una niña que conocí la primera baraja de Tarot. Era un mazo de enormes y lustrosas cartas de 5x10 cms, el cual  pertenecía a una prima mayor que yo. Las cartas tenían motivos medievales y sus ilustraciones ejercieron una fascinación en mí desde el primer momento. Yo era muy niña, mi prima no me permitió tocar la baraja, pero desde entonces conocí su poder adivinatorio; y el misterio que las envolvía permaneció en mi recuerdo por mucho tiempo. Ya siendo mujer, tuve mi segundo y definitivo encuentro con el Tarot. Una prima política me leyó las cartas, y quedé cautivada por el influjo de la sabiduría ancestral que poseían. Recuerdo perfectamente ese Tarot, lo había creado un advino que fue consejero personal de Wiston Churchill, su nombre era Alister Crowley y el Tarot se titulaba “El espejo del alma”.

Esa vez tampoco pude saber mucho acerca de la misteriosa baraja. Sandra, la chica que “me tiró” el Tarot, no quiso prestármelo ni darme su nombre. Fue de reojo que vi la portada, al momento en que lo guardaba en la caja que lo contenía. Posteriormente lo busque afanosamente, y al fin lo encontré en una librería conocida de la ciudad. No era barato, pero lo compré sin pensarlo dos veces. Desde ese momento me dediqué a estudiarlo a fondo y aprendí a usarlo.

Después, adentrándome en el conocimiento de ésta maravillosa herramienta esotérica supe que los creadores del Tarot fueron los albigenses, una secta cristiana herética que floreció en Toulouse, Francia entre los siglos XII y XIII. Esta secta se rebeló contra el status quo de aquella época, de una manera muy original. Crearon el Tarot de Marsella que consiste de 78 cartas, 22 de las cuales corresponden a los Arcanos Mayores, representantes de los poderes abstractos como La Muere, La Justicia, etc., Las demás cartas pertenecían a la baraja normal formada por los palos de Bastos, Copas,Oros y Espadas, denominados también Arcanos Menores. Las cartas del Tarot, en su conjunto, constituyen una especie de libro de enseñanzas ilustrado que mantiene en secreto, bajo su forma única, una sabiduría oculta y desconocida para quienes ignoran el significado de su simbología.

El famoso psicoanalista Carl G. Jung, en sus sesiones de psiquiatría clínica con sus pacientes, le dio al Tarot su verdadera dimensión empleándolo como medio para desentrañar los complejos secretos del inconsciente. El Tarot, a diferencia de la creencia popular, no es una herramienta de carácter adivinatorio. No predice el futuro, sino que propicia la comprensión de la situación presente que atraviesa el individuo, y las acciones necesarias para resolverla. Gracias a esta cualidad tan valiosa Jung pudo emplear las figuras de los distintos Arcanos Mayores para hacer que sus pacientes analizaran sus conflictos internos, de la misma forma que alguien se mira dentro de un espejo y se reconoce. El mundo del Tarot es magia y símbolo. Permite desentrañar los secretos más profundos del ser, con una precisión que a menudo asusta. Pero quien se adentra en el manejo de su poder logra, mediante la tirada frecuente de sus cartas y la comprensión de su abundante simbología, encontrar el camino del auto descubrimiento. Lo que Carl Jung denomina el proceso individuación.

La última carta del Tarot, El Mundo, representa el estadío final del camino del héroe en su proceso de maduración y toma de consciencia. La guirnalda que rodea al bailarín andrógino en su danza universal es la representación, según este psicoanalista, del si mismo. Un momento en la vida del ser humano de plenitud absoluta, que inmediatamente vuelve a recomenzar en un recorrido cíclico a través de toda la baraja, con la carta del Loco, ese personaje omnipresente que nos invita a dar un salto de fe hacia una nueva y desconocida, pero inquietante realidad. El Tarot es finalmente la  descripción, mediante atractivos e inusuales personajes dotados de vida propia, de la gran aventura de la vida.

 

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