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Stephen Hawking 

la vida en un hoyo negro colmado de vitalidad

FUENTE: Pinterest/Alex Alemany

Por ERÉNDIRA SVETLANA

Un día Stephen Hawking dijo en una de las muchas conferencias científicas que impartía, que los agujeros negros no eran tan negros como los pintaban. Estaba en la Real Institución de Londres y participaba en un ciclo de charlas para la BBC, fascinaba como siempre a su audiencia con la voz robótica que lo personificaba emitida a través de un aparato desarrollado especialmente para él, muchos años atrás, cuando la esclerosis lateral amiotrófica que a los 21 años de edad lo atacó le dejó sin posibilidad de habla.

 

-“El mensaje de esta clase es que los hoyos negros no son tan negros como los pintan. No son prisiones eternas como se pensó alguna vez. Las cosas pueden salir de un agujero negro, hacia afuera y también hacia otro universo. Entonces, si sienten que están en un hoyo negro, no se rindan. Hay una salida.”-

 

En realidad estaba hablando del tema que siempre lo apasionó, las leyes que gobiernan la física del universo, la teoría que explica la naturaleza general de todo lo que hay en él. Pero sus palabras también se aplicaban a la vida misma, al acontecer de la rutina diaria de cualquier mortal, a los triunfos y los fracasos que todos estamos propensos a vivir, se aplicaba sobre todo a su propia vida, al pozo profundo de sufrimiento que supone una enfermedad degenerativa tan devastadora y mortal como la que él padecía, la esclerosis amiotrófica, al hecho sorprendente y sobrehumano de que este mal discapacitante jamás le hubiera significado una limitante para cumplir con su destino científico, para desarrollar plenamente su magnífica genialidad y dejar a la humanidad el legado de su mente brillante.  

 

Porque Hawking fue desde muy joven una mente portentosa, siempre fue un hombre de ciencia, incluso antes de convertirse en un estudiante de física y matemáticas en la Universidad de Oxford, antes de ser un estudiante de cosmología posgraduado en Cambridge, mucho antes también de convertirse en el astrofísico, cosmólogo y divulgador científico más importante de nuestro tiempo y de escribir los libros fascinantes que lo harían tan popular entre la gente común y lo llevarían a la fama, el más conocido de ellos  “Breve Historia del Tiempo, del Big Bang a los hoyos negros”. Antes de que todo eso ocurriera Hawking era ya un científico porque desde muy joven su mente se cuestionaba la naturaleza del universo, era una mente inquieta e incrédula, como son todas las mentes geniales de los hombres que a lo largo de la historia han renegado de los dogmas existentes para buscar explicaciones más allá de las verdades de su tiempo. 

 

Hawking hizo precisamente eso a lo largo de su vida, renegó de todos los dogmas existentes, lo cuestionó todo sobre la naturaleza del universo y los conocimientos sobre la Física teórica de su propio tiempo. Alguna vez llegó a cuestionar incluso sus propias teorías y conclusiones sobre el tema que estudió siempre, los hoyos negros, puso en duda sus propias propuestas para replantearse la verdad científica sobre estos entes de la física, lo hizo como un verdadero hombre de ciencia, porque los verdaderos científicos jamás se conforman con lo establecido, siempre buscan nuevas verdades y nuevas respuestas.

 

Hawking tambien renegó de las creencias de la sociedad sobre otros temas, cuestionó lo establecido en cuanto a lo que se pensaba de la enfermedad que padecía, la esclerosis amiotrófica, y lo hizo siempre a su muy particular estilo, trabajando siempre, desafiando las creencias con los hechos. Le habían dicho que tenía esclerosis lateral amiotrófica a los 21 años, le habían dicho que era una enfermedad mortal y que no viviría más de dos años, que cada parte de su cuerpo dejaría de funcionar y no podría seguir con su vida como hasta entonces la había vivido. Pero él  no se conformó con este dogma,  decidió que seguiría viviendo la vida al máximo, decidió que seguiría haciendo el trabajo de la ciencia y explorando la naturaleza del universo hasta dar con la teoría que lo explicara todo, desde la física de las pequeñas partículas hasta la de los cuerpos celestiales y los hoyos negros, decidió que las limitaciones de su cuerpo no iban en definitiva a detener los potenciales de su mente y en ese afán se consagró a descifrar los secretos del universo desde la inmovibilidad corporal y el mutismo al que lo sometió durante 54 años la enfermedad.

 

Hawking es el paradigma del hombre de ciencia de nuestro siglo, el hombre que construye con la potencia de su mente el saber de la sociedad del conocimiento. Desde su silla de ruedas estudió sin descanso la física del cosmos  y los hoyos negros, divulgó los avances de la ciencia como ningún otro, escribió libros que se convirtieron en best sellers durante años, viajó a los cinco continentes impartiendo miles de conferencias, recibió decenas de reconocimientos y encontró la forma de inspirar a todo tipo de públicos alrededor de la ciencia.

 

El pasado 14 de marzo Hawking murió a los 76 años de edad en su casa en Cambridge, junto a sus amigos y seres queridos. Su vida es paradigmática no sólo por su legado científico a la humanidad, lo es también porque él encarnaba el espíritu inquisitivo del ser humano, su incansable deseo de comprender el universo. Nos deja además el invaluable legado de una hazaña, la aventura de su propia vida, lo que un hombre es capaz de hacer con la fortaleza de su mente y de su voluntad. Una mente poderosa dentro de un hoyo negro que es capaz de escapar de él hacia otro universo, el universo de las ideas, que en realidad no necesitan de un cuerpo.

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