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Sin lana ni para el arranque

FUENTE: Pinterest

Por NADENKA KRUVSKAYA

Estamos llegando a últimos de febrero, tengo un millón de deudas, no tengo lana, no tengo ahorros, para acabarla de amolar tampoco tengo chamba. Lo peor de todo es que no es la primera vez que me pasa. La verdad, creo que hace más o menos 15 años que cada febrero se desarrolla de la misma forma. La única diferencia es que hace 15 años era mucho más joven, no tenía tantos compromisos y tenía muchas más esperanzas.

 

Hace 15 años veía el mundo de otra manera, la edad madura me quedaba muy a la distancia. No tener nada se siente diferente cuando eres joven y romántica. Cuando ya pasas de los cuarenta se vuelve una cosa muy distinta, es casi una pesadilla con tintes muy claros de tragedia. No porque no tengas lujos, tampoco porque no te puedas dar ni siquiera un gusto sencillo, ser pobre es una desgracia cuando tienes más de cuarenta porque es una verdad absoluta que te llena de culpa y vergüenza. Se trata más del hoyo de dudas sobre ti misma que el ser pobre te siembra en la cabeza, que el hecho de que no tengas ni con qué pagar la renta. No tener lana cuando llegas a esta edad hace que te cuestiones muy seriamente cuál es tu naturaleza. Porque no es que no hayas trabajado como negra, no es que no hayas ahorrado como enajenada cada vez qua ha sido posible. Lo que en realidad pasa es que nunca pensaste en ti misma, no estructuraste inteligentemente tu vida como se supone que los adultos hacen. Trabajaste como desquiciada para que otros vivieran cómodos, regalaste tus ahorros al primer necesitado que se te cruzó en el camino, también al primer abusado que sin estar necesitado se te colgó de la compasión por el prójimo. Nunca tomaste en serio lo de construir un patrimonio, pensaste siempre que primero estaba el amor, primero la familia, primero los amigos, primero la patria y primero la tía de las muchachas. Cualquier cosa antes que pensar en ti misma, en tus intereses propios, esa frase tan rimbombante que todos estos años te pareció tan egoísta y deshonrosa. Y ahora tienes más de cuarenta años y no tienes nada propio, ya ni siquiera te quedan ahorros, todo lo invertiste en amor, en sueños, en altruismo, en compasión, en baratijas para complacer a todos y adormecer un poco la angustia.

 

Ser pobre a esta edad hace que te cuestiones si está bien ser lo que eres, si es bueno sentir lo que sientes, si es correcto actuar en la vida como has actuado hasta ahora. Ser pobre te lleva al límite de ti misma, te abre caminos atroces en la conciencia y te despierta en el corazón alternativas feroces que no imaginaste nunca.

 

No tengo dinero y no tengo chamba igual que hace 15 años cuando arrancaba en la vida, cuando todavía tenía muchos sueños por cumplir y muchas esperanzas.  A esta edad se siente muy distinto. Ya no soy tan ingenua, tengo muchas dudas, pero ahora soy mucho más segura. Tengo que empezar otra vez de cero, sin lana ni para el arranque, pero con mucha más enjundia, con el ánimo más encendido que nunca, porque esta vez me juego muchas más cosas, esta vez se han abierto todas las posibilidades en mi conciencia y ha despertado en mi corazón la ferocidad del que ya lo perdió todo y esta vez va por la presa completa.

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