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¿Se puede construir una relación de pareja sin tener expectativas?

por Delia Millán

 

Creo que tener una relación de pareja es una de las experiencias más difíciles y dolorosas que hay en la vida. La mayoría de nosotros hemos pasado por una o más relaciones de larga duración que nos han dejado profundamente marcados, con heridas emocionales tan dolorosas que deseamos que nunca hubieran tenido lugar, con traumas tan severos que nos hacen aislarnos del mundo y no querer volvernos a vincular con nadie más. Cuando una relación así termina, nos quedamos con la idea de que el amor duele, de que ser vulnerable no nos deja nada bueno, que depositar la confianza en alguien más es un error que no deberíamos volver a cometer nunca. He tenido tres relaciones largas en mi vida, y en todas, la vivencia ha sido similar, una inversión emocional intensa, un uso desmedido de mis recursos y mi energía, tensiones permanentes, grandes decepciones, confusión de los sentimientos, un desgaste de la convivencia que al final termina en el agotamiento de ambas partes y el abandono de la relación.

 

Está de sobra decir que al término de cada una de estas relaciones he quedado destruida, sumida en la depresión durante semanas, sintiéndome cada vez más vacía, más temerosa, con la idea cada vez más acendrada de que es mejor estar sola y renunciar a las relaciones, a la posibilidad de compartir la vida con alguien.

 

Sin embargo, ahora puedo decir que las cosas para mí han cambiado drásticamente a lo largo del último año. Desde luego no he tenido pareja durante todo este tiempo, y no sé si en algún momento la vuelva a tener, pero el proceso de comprender qué es lo que había estado pasando en todas esas relaciones del pasado, entenderme a mí misma y comprender al otro, ha sido realmente curativo.

 

Mi camino hacia la sanación y la liberación de mi mente empezó justo cuando terminó mi última relación. Había quedado, como siempre, totalmente devastada, pero esta vez no quería que fuera como las otras veces, necesitaba desesperadamente saber qué era lo que estaba pasando en mi vida, porqué se repetía siempre el mismo patrón en mis relaciones, porqué la historia siempre terminaba igual. Aunque las primeras semanas fueron difíciles, me levanté como pude y traté de salir de la depresión para buscar soluciones. Hacía años que una voz interior me gritaba que necesitaba tomar una psicoterapia, pero la verdad es que siempre había tenido mucho miedo de enfrentar algo así, de hablar frontalmente con alguien acerca de mis sentimientos más profundos, de mis verdades más dolorosas e incómodas. Esta vez no tenía más alternativa que hacerlo y finalmente lo hice. Fue mucho menos intimidante de lo que había imaginado, las palabras empezaron a fluir al principio inseguras y titubeantes, pero en algún punto salieron de mi boca atropelladas y con urgencia por sacar todo lo que llevaba dentro, lo que había estado guardando durante tanto tiempo. Decirle a alguien todo lo que vas cargando en el pecho, soltarlo sin que la vergüenza o el miedo al qué dirán te limiten, es algo realmente liberador, y por supuesto me sentí enormemente aliviada, pero no fue solo eso lo que me ayudó a salir del hoyo emocional en el que me encontraba, de ese bache tan profundo en el que me había estancado por tanto tiempo, el verdadero inicio de este proceso empezó cuando me inscribí y comencé a asistir al taller de desarrollo humano que la psicoterapeuta me recomendó. Es ese el verdadero punto de inflexión en mi historia emocional.

 

No puedo expresarles lo sanador que es llegar a un lugar en donde hablar sobre las emociones y el dolor que causan es el punto central en torno al cual gira todo, no puedo explicarles lo curativo que es darte cuenta de que no eres la única, que a muchísima gente le pasa lo mismo que a ti, que todos tienen una historia que contar y muchas veces se parece a lo que tu has vivido. Tampoco puedo describirles aquí los múltiples conocimientos que he ido adquiriendo desde que asistí a ese taller y empecé a transitar esta ruta del autoconocimiento, porque son muchas, realmente muchas las cosas que he aprendido, pero muchas más las que todavía me quedan por conocer.

 

El amor no es lo que yo había creído que era todos estos años. Eso es lo primero que aprendo en ese lugar. Mis relaciones amorosas han fracasado siempre porque en todas he aplicado la misma fórmula, me enamoro de alguien que creo conocer, pero en realidad no conozco, pasamos algún tiempo juntos, formalizamos la relación, pongo todas mis expectativas en esa unión, deposito en esa persona la esperanza de que todo lo que he soñado de la vida en pareja se cumpla. Es como si tuviera una historia totalmente elaborada en mi cabeza, la historia de nuestra relación, del amor verdadero, todo lo que espero que sea, tengo muchas escenas de esa vida perfectamente estructuradas, muchos detalles considerados, incluso frases y palabras que quiero que sean pronunciadas. No es algo de lo que haya estado totalmente consciente en cada una de mis relaciones, pero es real, cuando me analizo me doy cuenta de que siempre he tenido altas expectativas sobre mi pareja, lo que quiero que sea nuestra relación, lo que deseo intensamente que suceda.

 

Por supuesto todas estas cosas que quiero de la persona y de nuestra experiencia en pareja jamás suceden, todo lo contrario, muy pronto se vuelve todo altamente frustrante, decepcionante en muchos sentidos, a veces incluso tóxico. Porque hay un detalle que ahora descubro que no he considerado, y es que la otra persona tiene en su cabeza también una historia perfectamente armada, una idea muy clara de lo que quiere de mi y de nuestra unión, y su historia no tiene nada que ver con la mía, son historias muy distintas, con guiones muy diferentes, con protagonistas que de hecho ni siquiera se parecen a los de mi historia, personajes que hablan un idioma distinto y tienen un lenguaje del amor que yo desconozco. Es como si dos desconocidos se juntaran, hicieran un acuerdo casi a ciegas para irse a vivir juntos, cada uno con una idea muy distinta de qué es el amor y cómo debe ser la vida, y luego se obligaran uno al otro a adaptarse al plan que cada cual ha trazado en su propia cabeza para alcanzar la felicidad. Un verdadero desastre que la mayoría de las veces acaba en el mismísimo infierno para ambos.

 

En la historia que me he contado sobre el amor y la pareja, él es un hombre muy cariñoso, empático y comprensivo, que me contiene emocionalmente, que entiende y acepta que sea una mujer muy intensa, que me permite expresarme de todas las formas posibles y acompaña mi crecimiento, me apoya en cada una de las circunstancias volátiles de mi vida, en las sociales, las familiares, las laborales, pasamos juntos tiempo de calidad, compartimos gustos y experiencias, viajes, eventos, todo tipo de vivencias, construimos un mundo juntos, pasamos horas hablando de nuestros sentimientos, nos curamos las heridas de infancia uno al otro, nos amamos sin control, experimentamos la sensualidad y el erotismo a todas horas.

 

En la historia de él, el guion de la película es muy distinto. En su mundo la expresión de las emociones es mesurada, hay un tiempo preciso para todo, extenso para el trabajo y las actividades individuales, limitado para el intercambio de sensaciones y experiencias, hay también momentos sagrados en los que se debe respetar sin objeciones su espacio personal. En su historia yo soy una mujer discreta y también flexible, que le permite explorar un rango amplio de posibilidades, numerosas experiencias personales de todo tipo, desde lo afectivo hasta lo vocacional, pero estoy siempre ahí, pendiente de él, de sus necesidades emocionales y físicas, como un puerto seguro al cual poder llegar siempre, una matriz nutricia y protectora que le de la seguridad para andar por el mundo probándolo todo.

 

Ninguna historia es mejor que la otra, y cada quien tiene todo el derecho a tener su propia historia. Lo que está mal es esperar que el otro o la otra llene las expectativas de ese guion que has elaborado tu solo y que es para ti y para nadie más. Lo que está horrible es que le impongas a alguien más la obligación de desempeñar ese papel que has diseñado sobre lo que debe ser una pareja, que pienses que el otro es el responsable de hacerte feliz, de cumplir todo lo que deseas en la vida, porque solo así creerás que te ama verdaderamente. Es justamente eso lo que lo arruina todo, porque poner todas tus expectativas en la pareja y someter a esa persona a la imposición de cumplirlas es, en realidad, algo muy violento, muy atropellador, y nadie debería sufrir ese tipo de injusticia.  

 

Pero la realidad es que esto sucede todo el tiempo, nos sucede a todos, formamos relaciones de pareja en las que depositamos altas expectativas, de las que lo esperamos todo, expectativas que jamás se cumplen y nos hacen sentir tremendamente defraudados, nos hacen tener relaciones frustrantes que a la larga se deforman necesariamente, se pervierten, se vuelven tóxicas.

 

Lo que destruye nuestras relaciones amorosas es justamente tener tantas expectativas sobre la pareja, tener una idea errónea de lo que es el amor, al que confundimos con necesidad, con carencia, con deseo de que alguien nos de la felicidad que no somos capaces de darnos nosotros mismos. Todo eso no lleva a ningún otro sitio más que al fracaso de la relación.

 

Hay mucho que aún me queda por aprender, lo sé, el camino del autoconocimiento es muy largo y yo apenas lo he empezado a recorrer, pero lo cierto es que lo avanzado hasta ahora me ha dado mucha luz, un respiro a mi alma atormentada por la incertidumbre, una curación aunque sea pequeña de todas las heridas del corazón con las que cargaba.

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Delia Millán

Maestra del desequilibrio armónico, experta en el desarrollo humano y las relaciones complicadas. Loca por convicción y leal por vocación. Lucha contra la violencia de genero donde quiera que esté.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que todos queremos escuchar 

Tags  relaciones de pareja, expectativas, amor, desamor, fracaso en el amor, Delia Millán

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