​

Remo mares que agobian,

distantes en la penumbra de un sabor acervo y pútrido de olas.

Mares que ennegrecen al golpe frío de la madera,

sin Caronte que me responda la última pregunta.

Mares solos, mares míos.

​

¿Quién llama por mí?

No hay eco.

​

Me fui abandonando a los atardeceres mudos y las aguas cobardes.

Vago en una barca de velas aciagas,

sola y en dirección siniestra.

​

Cada uno ha ido bajando de mi barca en instante distinto,

la razón: su rumbo, la forma de mi golpe.

Pero han bajado y estos mares se distancian del mundo antiguo.

​

Por un filón de bentonita llego a la Antártida del tiempo;

voy rumbo al silencio donde los hombres duermen.

​

Siempre estuve acompañada de silencios,

de sinfonías acuáticas que velaron mi sueño.

Tránsfuga de la vida,

pulso las notas de tus palabras muertas,

tu ausencia va conmigo.

​

Pierdo la conexión hacia tu centro

de ser, de no ser, de miembro desarticulado.

Prefiero esta barca con metáforas mías,

sin pajeros ajenos,

sin un humano que profiera en humano su palabra.

​

 

Tomado del Poemario Lírica del Desconcierto

de Xóchitl Niezhdánova

Alcorce Ediciones

​