Reencuentro
por Mar Torroja
Le volví a ver muchos años después en medio de la multitud agitada de un aeropuerto. Al verme se detuvo por un segundo. También el tiempo. Se fue alargando como un espiral, infinito, sin edad. Nos miramos en silencio durante esa eternidad, tratando de reconocernos.
Después extendió su brazo para poner su mano larga sobre mi rostro seco y desgastado por los años, como si la imagen no bastara, como si mirarme no bastara para encontrar a la que fui, oculta, perdida detrás de este otro rostro, de mi cara consumida por los años, corroída por el tiempo, los sueños desapareciendo en el fondo oscuro de sus grietas, del cansancio. Después bajó la mirada, apretó con su mano mi brazo, siguió su camino abriéndose paso entre la gente. A mis espaldas debió irse perdiendo, confundiéndose con los demás, su silueta revuelta entre la muchedumbre moviéndose apresurada y caótica.
Me quedé mirando al frente, hacia el punto donde había localizado su rostro inconfundible a pesar de los años. Un punto en el horizonte, cruzado por otros, por cientos de rostros, indiferente, impasible.
Su imagen en mi mente ha ido desapareciendo después, difuminándose como un dibujo sobre la arena, una palabra dicha al viento, un espejismo.