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Patológicos y patéticos

 

 

                                                                         

por Aitana Lago

Para mí, en ningún caso, los celos son demostración de amor. Son, más bien, una manifestación de inseguridad. En primer lugar, no somos propiedad de nadie, desde ahí ya empezamos mal; es decir, si pensamos que la pareja, el amigo, la hija o los papás son nuestros, o que pertenecemos a alguien, quien sea, estamos en el hoyo. 

 

Cada uno se pertenece a sí mismo y bajo esa lógica no tendríamos por qué celar o ser celados, pero lo que sí es que, una vez que nos hemos comprometido con el otro en una relación —y no hablo de manera formal, porque a veces el compromiso está implícito—, es importante respetarnos para llevar una convivencia sana, ahí sí cada pareja tiene sus propios acuerdos y límites. 

 

Pero para que no digan que ando inventando y que esto solamente es mi punto de vista, ahí les va lo que dice la psicología sobre los celos. Primero entendamos qué son: “Se trata de sentimientos opuestos a la confianza y tienen que ver con el miedo a perder algo” —en el caso de las relaciones, a perder el amor de la pareja. 

 

Para la psicología evolutiva —la que estudia la forma en que se desarrolla la mente humana en sus distintas etapas—, los celos cumplen una función particular, pues permiten la construcción de relaciones estables y fieles. Se podría decir que son un mecanismo de defensa mediante el cual las personas garantizan la permanencia de la pareja.  

 

Parecería, entonces, que los celos ayudan a que la especie se siga perpetuando; sin embargo, el sentimiento en sí no es dañino, es la reacción a ese miedo —muchas veces infundado—, lo que se convierte en patológico. Vigilancia, control, violencia; esos comportamientos son los que hacen de los celos un mal patético. Queridos, no es que nos quieran y por eso nos fiscalizan y tratan de decidir con quién hablamos o no, lo hacen porque creen que somos parte de sus pertenencias.  

 

Desde el psicoanálisis, los celos aparecen en la infancia, sí, con los ya comentados complejos de Edipo y Electra, pues al enamorarse de la figura materna o paterna los niños comienzan a competir con sus progenitores, y si en esa etapa los infantes no cobran conciencia de que no se puede obtener todo lo que quieren y que existe un rival más exitoso que ellos, este comportamiento se presenta de nueva cuenta en la edad adulta, cuando se enfrentan a un escenario parecido en el que hay un contrincante entre ellos y el sujeto deseado, ya sea real o supuesto. 

 

Es aquí en donde fundamento mi idea de que los celos son sinónimo de inseguridad, de baja autoestima. Si de niños aprendimos correctamente que no todo lo que queremos es para nosotros, de adultos no tenemos por qué sentirnos amenazados.  

 

Insisto: cada pareja tiene sus propios acuerdos y límites y, sean cuales sean, en ningún momento coartar libertad, violentar o controlar es parte del amor, por eso para mí los celos son patológicos y patéticos, el respeto hacia el otro y hacia uno mismo es primordial. Así que yo no soy celosa, pero ¡ojo!, tampoco permito que me vean la cara, ¡vámonos respetando! 

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Aitana Lago

Psicóloga -de esas que están más dañadas que los pacientes- experimentadora de la vida, cuentera, soñadora y solitaria eterna. Regala vivencias de amor, sexo y venganza para una vida feliz.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   celos, pareja, terapia, Aitana Lago

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