

por Aitana Lago
Hace poco escuchaba música mientras escribía para las calzonudas y de repente sonó una canción que me transportó a hace unos 8 o 9 años, cuando salía con aquel hombre con quien, por mucho tiempo, compartí alcoholes, besos y sonrisas (ahora ya no nos vemos más, e incluso somos un par de extraños que de vez en cuando nos saludamos).
Ese momento de nostalgia —por culpa de esa canción— me hizo pensar en lo importante que es la música para el ser humano, porque no creo ser la única que se mueve con el ritmo de unas percusiones, que siente vacío en el estómago o se pone contenta con una canción, que llora con alguna letra o que se pierde en los recuerdos con los sonidos de una guitarra.
Creo que todos experimentamos diversas emociones con la música, y mucho tiene que ver nuestro estado de ánimo, pero ¿en realidad tiene alguna influencia la música en nuestro cuerpo, en nuestra mente?
La utilidad de la música como herramienta del ser humano es todo un misterio, y aunque Charles Darwin, en El origen de las especies, señalaba que no jugaba ningún papel relevante en la supervivencia y la evolución, la música tiene un origen muy antiguo, tal vez más que el lenguaje verbal; es decir, es probable que el hombre comenzara a hacer música, a utilizar sonidos para comunicarse, antes que crear el habla.
Así, tan antigua e instintiva, la música es parte de todos los seres humanos; desde pequeños podemos reconocer cuando los sonidos son armónicos y rítmicos, es una capacidad que nadie nos ha enseñado, son habilidades innatas. Eso quiere decir que tenemos un cerebro musical, y si nuestro cerebro ha desarrollado esa capacidad debe ser porque, en algún momento de la evolución, la música les dio alguna ventaja a nuestros antepasados, ¿no creen?
Por otra parte, el psicólogo Steven Pinker, de la Universidad de Harvard (Delahay y Régules, 2006) nos dice que la música es un medio que concentra estímulos placenteros que nos hacen creer que estamos promoviendo la supervivencia, nos hace cosquillas en el centro cerebral del placer y nos relaja tanto, que nos transporta a un ambiente ordenado y predecible, que consideramos seguro.
En cuanto a la mente, la neurofisiología ha estudiado la influencia de los sonidos en el cerebro y resulta que la música crea una revolución químico-eléctrica con nuestras neuronas, pues activa la corteza auditiva, el control de los músculos, los centros del placer (que también se ponen a trabajar con la comida y el sexo), las regiones asociadas con las emociones y las áreas que se encarga de interpretar el lenguaje, ¡vaya labor que hace la música en nuestra cabecita!
Si nos ponemos científicos, debemos decir que el principal neurotransmisor que la música dispara es la dopamina, un coctel de sustancias químicas que estimulan, entre otras funciones, el pensamiento, la actividad motriz, el humor y, por supuesto, el placer, al ser este último el que más influye en nuestro comportamiento o estado de ánimo al escuchar una melodía. Eso quiere decir que, efectivamente, la música provoca acciones directas en nuestra mente y nos provoca emociones distintas.
Hablando de lo meramente subjetivo, la música es capaz de cambiar nuestro estado de ánimo pues asociamos tonos bajos a la tristeza y tonos más altos a la felicidad; además, sentimos empatía al escuchar la música; es decir, nos ponemos en los zapatos de quien la creó, somos capaces de comprender, por ejemplo, el dolor, la alegría, o la desesperación del artista al componer o interpretar una canción, y nos sentimos identificados; en pocas palabras, compartimos sentimientos con otros.
Por si fuera poco, la música, además de activar nuestro cerebro y despertar nuestras emociones, nos transporta a otros tiempos —tal como me pasó a mí—, nos hace recordar momentos que tuvieron significado para nosotros, ya sea para bien o para mal; por eso, a veces sonreímos o lloramos cuando suena aquella canción que habíamos olvidado.
Así que la próxima vez que escuchen su canción favorita piensen en toda la química que se está moviendo en su cerebro, en las funciones que se están activando y en las emociones que, a partir de ello, están sintiendo y compartiendo.
Música, química y emociones
