top of page

Migración:

El mundo en movimiento

FUENTE: Pixabay

Por CECILIA ESPINOSA

Desde que inicié mi vida laboral en el mundo de la educación me topé con una de las realidades más dolorosas de nuestro país: las niñas y niños que viven en contextos altamente vulnerables y que, aunque tienen la educación al alcance, por sus condiciones de vida, no pueden permanecer en las escuelas.

Si partimos de que la educación es la herramienta más poderosa para transformar el mundo y la posibilidad que tienen los niños para salir del círculo en el que les tocó vivir, nos encontramos ante una tremenda injusticia social.

Como un balde de agua fría me cayeron encima aquellas realidades que, aunque uno se topa a cada paso que da en cualquiera de las ciudades, pueblos o rincones de este país, duelen cuando te detienes a pensarlas, a analizarlas, a tratar de hacer algo por ellas. Y ahí estaban los migrantes, los niños con capacidades de aprendizaje diferentes, los niños en situación de calle, los indígenas, los niños hospitalizados, los hijos de mujeres encarceladas y todos aquellos que uno ve como distintos y que sentimos que están tan lejos de nuestra realidad.

Yo quiero dedicar este espacio que me abre Los calzones de Guadalupe para compartir con quienes nos leen aquellas experiencias que han tocado mi corazón y que me hacen levantarme todos los días a intentar poner un granito de arena para tener un mundo mejor desde la trinchera que me tocó defender, la educativa.

Y empezaré hablando de un sector de la población que, aunque siempre ha estado presente, desde la llegada del desquiciado presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha tomado mayor relevancia: los migrantes.

La migración es un asunto que nos involucra a todos. Cuando escuchamos hablar de los deportados y de los que cruzan la frontera para ir a Estados Unidos, los sentimos muy lejanos; pero en realidad el tema de la migración está más cerca de nosotros de lo que pensamos. Los humanos somos seres en constante movimiento, pues la historia de la humanidad se desarrolla a partir de la movilidad.

…tal vez podríamos ser más empáticos con lo que representa el proceso de migración…

Nosotros mismos o gente cercana nos hemos trasladado de una entidad a otra o de un país a otro, en busca de buenas oportunidades, para estudiar o trabajar. Si partimos de ese principio, tal vez podríamos ser más empáticos con lo que representa el proceso de migración: el desarraigo, la pérdida de identidad, la necesidad de adaptación cultural.

Con esos lentes que nos acercan, te invito a ver algunos números. En la actualidad existen en el mundo 244 millones de personas migrantes, lo que representa el 3% de la población mundial (fuente: INEDIM); de ese total, 50 millones son menores alejados de sus hogares y más de la mitad de esos pequeños (28 millones) se vieron forzados a huir por conflictos y violencia (fuente: Unicef).

La migración en México tiene muchas caras. Mientras expulsamos compatriotas al por mayor, personas de distintos orígenes llegan a nuestro país de paso a Estados Unidos (tránsito) o llegan buscando en México una mejor vida; por increíble que suene, actualmente somos una opción de destino para muchos países en conflicto como Guatemala, Honduras, El Salvador, África y Haití.

El flujo más visible para nosotros es el de los mexicanos que cruzan a Estados Unidos y los que son deportados: 2.8 millones de mexicanos fueron deportados durante el gobierno de Barack Obama (fuente: Instituto Nacional de Migración) y de los 800,000 jóvenes amparados por DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), 548,000 son mexicanos (fuente: U.S. Citizenship and Immigration Services).

Estas cifras nos deben hacer reflexionar sobre qué estamos haciendo por esta población. Podemos seguir viendo cómo se va nuestra gente al otro lado; podemos seguir discriminando a quienes nos topamos en la calle y vemos con desagrado porque, sucios y desaliñados, nos limpian el parabrisas o nos piden una moneda; podemos seguir sin detenernos a mirar al otro y pensar cuáles son las historias que los acompañan.

Para asomarnos a esta realidad tenemos a la disposición contenido interesante en internet como el crudo documental Cuál es el camino a casa (Which Way Home), dirigido y producido por Rebecca Cammisa, que muestra el doloroso recorrido que hacen niños y jóvenes no acompañados en el tren La Bestia, quienes enfrentan con valor y múltiples riesgos el camino que los llevará a alcanzar el sueño americano.

Este documental no muestra ficción, solo realidades. Y ahí están Kevin, un hondureño astuto de 14 años, Fito de 13, y un grupo de niños y jóvenes centroamericanos que arriesgan el pellejo en un recorrido hacia la desolación y la miseria, orillados a vivir cosas terribles. Algunos, muy pocos, logran su objetivo, pero otros se pierden en el intento. Este documental ha ganado premios de la Academy Award Nominee por su excelente producción y por la crudeza de su contenido.

Otro documental titulado Contramarea, del director Carlos Escaño, nos muestra la terrible crisis de los refugiados sirios, la tragedia migratoria que se vive en la frontera europea y, a la vez, la maravillosa labor de los rescatistas.

Estos largometrajes documentales nos plantean cómo se ha ido transformado la migración, pues las personas que salen de sus países de origen no lo hacen para buscar mejores condiciones de vida, sino por situaciones de supervivencia. Y eso nos conduce a cuestionarnos ¿qué mundo es este en el que los gobernantes están preocupados por levantar muros y no por tender puentes que nos acerquen y nos hagan más humanos y sensibles?

Nos encontramos ante una crisis humanitaria en la que cientos de miles de personas, entre ellas un número considerable de niños, viven en la vulnerabilidad, luchando por sobrevivir.

Sin embargo, cuando uno se asoma al mundo de la migración, no solo se encuentra con las alarmantes cifras y las historias escalofriantes, también se topa con una robusta red de organizaciones trabajando a favor de las personas que se encuentran en estos procesos, ayudando a migrantes y refugiados en diferentes ámbitos, dando apoyo humanitario, alimentación, cobijo, asistencia sanitaria, apoyo psicológico y emocional, asesoría jurídica, protección, reinserción social y educación. Ese es el momento en el que uno respira con un halo de esperanza.

Con esta reflexión quiero abrir la puerta a esta realidad que le duele a nuestro apaleado mundo, para que hagamos conciencia de que debemos preocuparnos por ser personas más humanas, más empáticas y solidarias con el otro. La diferencia nos enriquece y no debe dividirnos, sí podemos tender la mano al más necesitado. Si salimos a la calle con ese filtro de realidad y con los poros más abiertos, seguramente tendremos un mundo mejor.

 

 

Suscríbete a nuestra Revista Digital

     Y recibe nuestro Newsletter gratis cada semana

Lo tienes que leer

En Los Calzones de Guadalupe escribimos historias para  desnudar el alma

bottom of page