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Me compré... ¡un Vibrador!

FUENTE: Pixabay

Por AITANA LAGO 

Un masajeador… es el nombre elegante que le dan a los vibradores, lo vi en un catálogo de productos de belleza, se me hizo muy raro, pero al fin y al cabo lo vi, no me había percatado la primera vez que revisé el catálogo, sino que una amiga me comentó. Revisé la página y me animé. La verdad siempre he tenido ganas de comprar uno, así que fui con doña Lulú, la señora que está vendiendo los productos, y le dije “quiero este, pero no le marco con un post-it, ya ve cómo son re chismosas acá”.

La verdad esperaba con ansias mi masajeador, porque prometía que estimulaba punto G y clítoris al mismo tiempo, “¿neta?”, dijimos mi amiga y yo, si luego ni nosotras sabemos dónde anda el famoso punto G. Total que tuve que esperar como 15 días o más para que llegara el pedido, pero al fin llegó y doña Lulú me dio mi paquetito con toda naturalidad, yo lo recibí sin empacho, ¡qué bien me cae doña Lulú!

Se me pasó el tiempo en el trabajo y se olvidó mi nueva adquisición, pero llegué a mi casa y lo abrí, leí las instrucciones cui-da-do-sa-men-te, en realidad no es gran ciencia, pero hay advertencias importantes como no usarlo bajo el agua (se descompone y se acaba la diversión), y una que me llamó mucho la atención: no usarlo más de 10 minutos, “pues ni que se picara uno”, pensé.

¡San masajeador! ¡qué experiencia!, casi que nomás prende uno el aparatito y viene la primera venida, ni conté cuántas veces fueron, pero es una maravilla, no sé dónde ande el punto G, pero sí que lo estimula, y entonces entendí perfectamente la advertencia de los 10 minutos, sí está para entretenerse un buen rato, pero todo exceso hace daño.

Creo que por salud mental, física y emocional todas deberíamos tener un aparatito de estos, eso sí en ningún sentido y sensación sustituye una relación carnita con carnita pero ayuda a bajar el estrés y a conocernos mejor.

Así que me compré mi masajeador (¡aplausos!), y les recomiendo que ustedes también lo hagan, créanme les hace falta.

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