La manera de ser hombre en la actualidad está en crisis. La masculinidad hegemónica —como se le denomina entre los estudiosos— ha sufrido un golpe de muerte. Mucho se ha hablado de los modos en que el sistema patriarcal somete y humilla a la mujer, pero ¿qué ha sucedido con el hombre en todo ese largo periodo de autoritarismo social?  

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Ellos también han sido víctimas de las normas de un sistema jerárquico que les ha otorgado el poder, y ahora han quedado entrampados en una serie de comportamientos, de los cuales no saben cómo escapar para responder a las exigencias de la sociedad contemporánea.  

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En los últimos 50 años los roles femeninos han evolucionado de manera importante, mientras que lo masculino se ha quedado estancado, debido a los cambios económicos y sociopolíticos, los cuales han alterado las prácticas de la vida cotidiana. Como nunca antes, para ellos, es necesario construir una nueva masculinidad al margen de los referentes culturales tradicionales.  

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La familia —como portadora de la tradición— ejerce una gran influencia en la identidad de género y ha contribuido a la crisis de la masculinidad por no ser ya el varón el único proveedor, pues ahora debe compartir ese rol con las mujeres.  

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Los roles masculinos tradicionales están dejando de ser útiles en el mundo actual y —a diferencia de los femeninos— no parecen haberse transformado mucho durante los últimos años. Entre las normas masculinas están ganar; tener el control emocional; arriesgarse; ser violentos, dominantes y autosuficientes; ejercer su poder sobre las mujeres; menospreciar la homosexualidad y obtener un estatus económico.  

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El funcionamiento de la masculinidad en la modernidad ha permanecido invisible porque los hombres dominantes han aprendido a hablar con la voz imparcial de la razón. No obstante, esa cualidad racional intrínseca se acompaña de fuerza, poder o competencia, lo que genera situaciones de agresión sistemática que nos afectan, principalmente, a nosotras.  

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Los cambios económicos y tecnológicos también están modificando las normas y los roles entre los sexos. Hace 50 años, 80% de las mujeres se casaba y se quedaba en el hogar. Hoy elegimos cuándo tener hijos, cada vez nos casamos menos y le damos prioridad a nuestra carrera profesional. 

 

Para Octavio Salazar, autor de El hombre que no deberíamos ser, es necesaria una revolución que comience por lo personal; debe desaparecer el patriarca autoritario, frío y distante para dar cabida a lo que la antropóloga mexicana Marcela Lagarde llama el hombre entrañable; es decir, aquel que está dispuesto a compartir, a asumir la ética del cuidado, a volver la existencia más hospitalaria.  

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Ser hombre hoy —como lo refiriera el expresidente estadounidense Barack Obama en febrero pasado— significa, ante todo, ser un buen ser humano, y eso implica ser responsable, trabajador, amable, respetuoso y compasivo.

  

Los nuevos modos de ser del género femenino están provocando una transformación social irreversible, y es por eso que los varones deben sumarse a ella para que juntos pongamos en práctica los principios por los que se ha luchado desde hace 200 años: igualdad, razón, libertad y justicia.