Los Niños del Futuro

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Por NORMA VELAZCO
Soy tía de cinco hermosos varones y una niña. Todos con varios años de distancia entre sí. Los dos primos mayores, actualmente ambos tienen 22 años y han terminado la última fase de su instrucción universitaria. Los dos más jóvenes, con 20 años cada uno, se encuentran a la mitad de la carrera profesional. Mi niño más pequeño de los varones, ya tiene 12 años y es orgullosamente “secundariano”. Y la más peque es la terrible, pinga por naturaleza. Ella cursa el 2º de Primaria. Cuando estos seres maravillosos llegaron al mundo, algo sucedió en mi vida personal. Desde su tierna infancia no cesaban de sorprenderme con la manifestación de sus cualidades únicas. Comencé a preguntarme cómo era posible que, siendo apenas unos niños, fueran capaces de cosas inusitadas para mí. El mayor de todos, repetía al derecho y al revés el alfabeto e indicaba a su papá el camino de regreso a casa cuando era muy pequeño; parado sobre el asiento trasero de su Tsuru color blanco. Su primo de la misma edad, fundó el club pingüino cuando apenas tenía 6 años, y llevó a explorar a sus primos los lejanos páramos del patio trasero de mi casa, en busca de insectos, con instrumentos fabricados por él; como todo un entomólogo. Cada uno, en su momento, me acercó al mundo del encanto desde su original perspectiva; como pequeñas lupas mágicas que me ayudaron a re interpretar el mundo. En mi afán por buscar explicaciones a tan sorprendentes habilidades llegue al descubrimiento de la existencia de los niños “especiales”. Y es que la lógica habitual no era suficiente para comprender tanta sabiduría infantil. Así lo primero que supe fue acerca de los fabulosos niños índigo, llamados así por el color de su aura (el color del tercer ojo). Estos niños habían llegado al mundo para transformarlo por completo.
Los niños Índigo estaban dotados de una creatividad y una inventiva geniales. De hecho, la generación actual de adultos es la primera que representa a este grupo. Por lo tanto, todos tenemos algo de Índigo. Aunque hay algunos que poseen en mayor grado las características de éste grupo. A parte de los niños índigo, están los niños cristal y arcoíris. Cada uno de ellos representa diferentes estadios de la evolución humana. Todos ellos son manifestaciones de una evolución superior en cuanto al nivel de conciencia, con un mayor desarrollo espiritual, mental y sensorial.
Los niños Índigo
Los niños Índigo son los transformadores del mundo. Los Inventores. Se caracterizan por poseer habilidades como la telepatía, una gran empatía y creatividad, y un mejor sistema inmunológico, por lo que estos niños prácticamente no se enferman. Se les da el nombre de niños Índigo debido al color de su aura, que corresponde al sexto chakra, o chakra del tercer ojo. Estos niños, nacidos en el último tercio del siglo XX están destinados a conducir a la humanidad a la Era de Acuario. Poseen una intuición muy desarrollada, gran espontaneidad, un sistema de valores menos rígido, y una poderosa imaginación. Además tienen poderes sobrenaturales como la telequinesis, la clarividencia y la capacidad de sanación. Prepararon el mundo para recibir a las siguientes generaciones. Aprendieron a dialogar con los adultos de igual a igual. Son niños resilientes, hiperactivos muchas veces, con gran determinación y una conducta rebelde ante cualquier cosa que limite su libertad. Extrovertidos, rechazan la mentira, el engaño y la manipulación. Testarudos, originales y autosuficientes. Determinados y sin miedo. Tienen un alto umbral al dolor. Como buenos creativos son procrastinadores, se ocupan de lo que les interesa. Muy enfocados. Demuestran fortaleza al exterior, pero poseen sensibilidad en exceso. Amantes de la naturaleza. Son los primeros que aprendieron a sentir respeto por la vida. Intuitivos y perceptivos. Los primeros amantes de las estrellas, galaxias, constelaciones. Iniciadores de la interpretación de la realidad como energía: Reiki, energía magnética, digitopuntura. Orientados a la sanción. Llegaron para romper esquemas, conocer, inventar y desechar sistemas. Ellos tendieron un puente entre el conocimiento anterior y el presente, para que los demás pudieran ‘volar’.
Los niños Cristal
Los niños cristal son flexibles, sensibles, no confrontan ni chocan con los demás, y son muy empáticos. No se imponen, intentan participar, guiar y aporta a través de la comprensión y el ejemplo. Estos niños no desean romper reglas sino transformar su entorno. Los niños cristal no se ganan un lugar a la fuerza, no llaman la atención de manera agresiva. Se hacen un lugar en silencio. Son observadores natos. Juegan internamente. Permanentemente concentrados, participan de forma activa desde el interior, sin manifestarse excesivamente hacia el exterior. Su mirada es penetrante, y son sensibles a planos no físicos o astrales donde se encuentran las emociones, los pensamientos, las ideas y lo espiritual. Así captan los pensamientos emociones y vibraciones de las personas y los lugares. Son niños muy emocionales. Se guían por sus percepciones, y actúan en función de dichas percepciones. Saben encontrar la afinidad energética con otros seres, algo que los demás no podrían describir con palabras. Estos niños ven el aura de las personas, son videntes. Son obedientes y saben respetar los límites propios y ajenos. Amorosos. Son hipersensibles a los estímulos del exterior y altamente impresionables. Los niños cristal son un complemento para las personas índigo. Los seres índigo abren caminos, mientras que los niños cristal ponen la semilla que dará fruto a lo nuevo.
Los niños Arcoíris
Sensitivos e intuitivos, psíquicos, los niños Arcoíris son niños muy sensibles y emocionales. No sienten miedo a nada. Nacieron con infinita sabiduría y habilidad para cambiar el mundo. Estos niños pueden transmutar la energía que les rodea. Son amorosos y adaptables. Poseen un amor infinito y paciencia. Su propósito es servir al desarrollo de la humanidad. Son seres que no habían estado antes en el plano terrenal. Estos niños tienen la energía del arcoíris que es sanadora por excelencia. Se relacionan con cualquier persona sin importar su carácter para ayudarla a sanar y creer, compartiendo su amor puro e incondicional a través de la energía del arcoíris. Son niños felices incapaces de sentir rencor por nada. Son espirituales y huyen de la violencia a toda cosa. Son muy compasivos con el sufrimiento ajeno y les fascina el espacio y la vida fuera de su entorno. Son Maestros que portan la vibración más alta que puede tener un ser humano. Llegaron para conformar una familia de luz juntos y establecer el amor, la paz y la justicia en la tierra.
Después de descubrir la verdad acerca de todos estos niños divinos llegados a la tierra para transformarla y mejorarla, llegaron a mi memoria las hazañas de mis sobrinos, como el día que la pequeña Indira de dos años tomó el micrófono que sostenía mi padre con una mano mientras la cargaba, y le dijo al público en una fiesta “Hola a todos”. Podría narrar miles de anécdotas acerca de las conductas sobresalientes de cada uno de mis adorados sobrinos, pues creo fervientemente que todos ellos pertenecen a estos niños especiales llegados de las estrellas. Cada día que pasa los observo crecer y convertirse en seres maravillosos. Desplegar su magia, su creatividad y sus habilidades frente a mis ojos. Los proyectos que inventan, las ideas que surgen de sus ávidas mentes, los sueños que persiguen, van transformándolo todo a su alrededor. Desde los mayores, hechos ya unos hombres y profesionales de la salud y la tecnología; los más jóvenes, en proceso de convertirse uno en ecónomo mientras es líder de una asociación estudiantil de apoyo a la comunidad, y el otro a punto de ser licenciado en sistemas digitales con el anhelo de especializarse en técnicas de cinematografía virtual; hasta los más pequeños, ambos en la escuela aún, pero protagonizando ideas de cambio dentro de su comunidad escolar, llegaron a mi vida para quedarse, volví a sentir la esperanza que tuve a los veinticinco años, cuando joven y entusiasta perseguí el sueño de transformar el mundo, pensando que algún día todos los seres humanos viviríamos en paz y concordia. Amo a mis sobrinos, niños índigo, cristal y arcoíris, que sin lugar a dudas llegaron para hacer de la tierra un lugar mejor.
