Los intríngulis de una pandemia
por Silvia Latuff
Los tiempos actuales son tiempos aciagos para la humanidad. La crisis a nivel mundial provocada por la sorprendente proliferación del llamado Covid-19, surgido, en apariencia, de forma inocente y totalmente inesperada en Wu Han, una pequeña ciudad de China, ha puesto de rodillas a los gobiernos y a los ciudadanos “de a pie” a lo largo y ancho del globo terráqueo. El miedo recorre la Tierra igual que lo haría el cuarto jinete del Apocalipsis, y es prácticamente imposible no sucumbir a la angustia que provocan las inciertas consecuencias de esta contingencia global.
Buscando como disminuir la inevitable ansiedad que se apoderó de mí a principios de marzo, cuando dio inicio la alarma del coronavirus en mi país, empecé a ver, como loca, cuanto video se me atravesaba en You Tube o Facebook, acerca de la temida enfermedad que en breve se habría de convertir en pandemia. Mi primer objetivo fue enterarme acerca del extraño origen de este virus en teoría desconocido para la humanidad, y en segundo término revisar los estudios al respecto, en una búsqueda personal por descubrir entre tanta información un remedio de la índole que fuera para suministrarla a mis seres queridos en caso de emergencia. Encontré de todo en la red. Muchos personajes entre médicos, biofísicos, defensores de la medicina alternativa, etc. Abogaban por una poderosa sustancia, el dióxido de cloro, que prometía eliminar el virus en pocos días. Leí documentos a favor y en contra de este compuesto químico, y fue cuando sin querer, comencé a adentrarme en el tema político y económico que subyacía a la proliferación del covid-19 en el mundo.
Los medios informáticos irremediablemente señalaban culpables de esta emergencia sanitaria. Algunos hablaban de la lucha por la supremacía económica entre las grandes potencias. Otros más aventurados hablaban del grupo secreto Bilderberg como una sociedad conformada por las 130 personas más influyentes del planeta entre los que se encuentran Los Roschild, Los Rokefeller, Jared Cohen fundador de Alphabet, Henry Kissinger, Ursula Von Der Leyen Ministra de Defensa de Alemania, Guillermo rey de Holanda y otros personajes miembros de medios de comunicación y empresas estratégicas. Supuestamente el grupo Bilderberg tiene una agenda personal al margen de los gobiernos de los distintos países, y el poder económico suficiente como para establecer un nuevo orden mundial en el que supuestamente la inesperada pandemia constituye parte de su plan de “transformación”. De pronto me sentí en medio de una conspiración de proporciones desconocidas. La información seguía fluyendo en las redes y yo me sentí a punto de perder la razón. Que si un desembargo de militares estadounidenses en distintos lugares del mundo, que si la tecnología 5G que terminaría por freír nuestros cerebros junto con el ataque de cualquier epidemia y el control policiaco de la población. Fue demasiado para mi inteligencia.
Por otro lado, me seguía preocupando la seguridad de mi familia, de la gente sin hogar que pasaría la orden de aislamiento voluntario en la calle; las micro empresas y su aciago futuro tras la pandemia. Parecía estar cargando el mundo en mis espaldas, y lo peor aún no comenzaba.
En busca de respuestas recurrí a un conocido que trabaja como investigador en el área farmacéutica en una famosa universidad de E.U., para que me explicara la eficacia o no del dióxido de cloro pero su respuesta no resolvió mis dudas. Luego, buscando personas con mentalidad abierta terminé hablando con mi tía Mary, una española muy bien plantada que no tiene pelos en la lengua, a la que le enseñé la información sobre el dióxido de cloro y otros remedios alternativos. Ella me contestó que toda esa información era muy posiblemente cierta, pero agregó, el problema es que “Ya echaron a andar al León”. Sus palabras no pudieron ser más sensatas y reales. Con los días no nos ha quedado más remedio que hacer caso de las indicaciones gubernamentales y guardar cuarentena ante un virus cuya peligrosidad aún está en entredicho, desde mi punto de vista.
Por otra parte y con gran tristeza observo que la violencia y los intereses políticos de toda índole no han cesado en medio de la crisis que asola a la humanidad. La guerra por los territorios, por dictar los precios del petróleo, el narcotráfico, los feminicidios, la trata de blancas, el mercado de órganos, el hambre, la guerra en sitios como Siria y La Franja de Gaza continúan. El coronavirus no es una amenaza suficiente para detener estos intereses egoístas que echan mano de la violencia y el poder militar sin reserva alguna.
Y aunque se ha nombrado arbitrariamente al Covid-19 el virus de los “ricos”, la verdad es que en todos los países, especialmente aquellos pertenecientes a las eufemísticamente llamadas “economías emergentes” las que van a llevar la peor parte son las clases desprotegidas. Desconozco cuáles serán las cifras finales de esta catástrofe en mi país. En algunos sitios como Italia ya resultan bastante alarmantes. En el aspecto económico tampoco se preveé el impacto real. Pero en medio del caos, que parece querer rebasarnos, encontré un artículo que me pareció de lo más sensato que he leído. Lo escribió uno de los filósofos de mayor renombre a nivel mundial.
Byung Chul Han, filósofo sud coreano residente en Berlín, autor de “la sociedad del cansancio”, afirmó que este virus no mermará el poder del sistema capitalista, muy por el contrario la tecnología digital policiaca que ayudó a China a detener la pandemia podrá ser exhibida y exportada con orgullo a otros países. Y tras la pandemia “El capitalismo continuará aún con más pujanza” añadió. Pero al final de su artículo dijo que con esta pandemia posiblemente surgirá un virus más beneficioso que nos infectará a todos. El virus de pensar en una sociedad alternativa más allá del estado-nación. Una sociedad que se actualice a sí misma a través de la solidaridad y cooperación global. Y estas son las palabras más sensatas y promisorias que escuché después de tanto caos ideológico y mental. Ruego porque las palabras de Byun Chul Han se transformen en una realidad palpable, y esta pandemia, fabricada o no, nos lleve a toda la sociedad civil de esta “Aldea Global” a una nueva era de mayor conciencia y unidad a nivel de toda la especie humana.
