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Los Divorciantes

por Gina Corte

 

Alguna vez se han preguntado ¿qué es lo que hay en la mente de las personas que se están divorciando? ¿Alguna vez lo han sentido y vivido en carne propia?

Mucho se ha estudiado y hablado de la química y la neurofisiología de los que se enamoran, las investigaciones científicas y psicológicas sobre la naturaleza del amor abundan en la literatura desde hace algunas décadas. Incluso, grandes estudiosos de la química del amor como Hellen Fisher han definido los neurotransmisores y las hormonas implicadas en el enamoramiento. ¿Pero alguna vez se ha estudiado la psicología y los cambios neurofisiológicos de la gente que se divorcia?, ¿habrá una molécula del resentimiento, así como la oxitocina es la molécula del amor?

 

Se ha dicho que el divorcio es una de las peores experiencias por las que un ser humano puede pasar, puesto que la ruptura con la pareja, la persona que tanto hemos amado en algún momento, puede ser equivalente a la muerte de alguien cercano. Lo cierto es que el divorcio es innegablemente una etapa de sufrimiento extremo, de transformación extrema, tanto de la psicología como del cuerpo. Hay quien después de un divorcio tortuoso enferma de cáncer o pierde una cantidad de peso alarmante.

 

Es evidente que durante un divorcio, la química y el funcionamiento del cuerpo, del cerebro, cambian dramáticamente, y éstos cambios están relacionados estrechamente con las fases emocionales que los psicólogos han definido para el proceso de divorcio. Cada una de estas fases representa un escalón en el proceso de transformación por el que atravesamos cuando nos estamos divorciando, y en cada una existen característica psicológicas, emocionales y seguramente también neurofisiológicas, muy específicas.

 

Como seguramente quienes me leen ya saben, son 5 las etapas psicológicas del divorcio: 1 Fase de Negación y aislamiento, 2 Fase de ira, 3 Fase de negociación, 4 Fase de depresión y 5 Fase de aceptación. En otro artículo ya he pormenorizado las característica generales de cada una de estas etapas. Aquí sólo quiero hacer mención de que en cada una de ellas, los divorciantes experimentan emociones distintas, su psicología se va transformando en cada una de estas etapas, en un proceso que como cualquier otro evento de la vida, tiene un inicio tórrido que lentamente llevará al restablecimiento del equilibrio emocional necesario para la sobrevivencia.

 

Los estudiosos del divorcio como fenómeno psicológico, biológico y social, así como los psicólogos de pareja, han encontrado que  los circuitos neuronales implicados en el desamor,  son los mismos que los involucrados en el enamoramiento y en el consumo de drogas, lo que puede provocar emociones muy intensas, recaídas que aumenten la sensación de fracaso y mayores conflictos con la ex pareja.

Estos neurotransmisores son la oxitocina (la hormona del amor), la serotonina (el neurotransmisor de la felicidad), y la dopamina (el neurotransmisor de la adicción). No se trata de que estos neurotransmisores regulen o determinen nuestras emociones durante un divorcio. Es todo lo contrario. Según la ya mencionada investigadora Hellen Fisher, autora de extensos trabajos de investigación sobre la neuroquímica del amor, estos tres neurotransmisores son producidos en abundantes cantidades cuando nos enamoramos, de ahí el estado permanente de excitación, obsesión y felicidad de los enamorados.

 

El problema es que los receptores neuronales de estos transmisores se acostumbran muy pronto al exceso, y las secreciones de ellos dejan de ser suficientes para producir los efectos acostumbrados, de modo que al paso de algunos meses el estado de ánimo de los que se han enamorado disminuye sensiblemente, el enamoramiento pasa, cede espacio a la función habitual del cerebro pensante libre de influjos hormonales. Después de algunos años de relación, estos receptores prácticamente han dejado de funcionar, y la falta de estímulo y respuesta nos ha provocado un agudo estado de abstinencia.

 

¿Y acaso estos cambios neurofisiológicos explican completamente el enojo, la frustración, la decepción y el profundo estado de depresión por los que cursa un hombre o una mujer que se está divorciando? ¿Es sólo ésta la explicación posible para el estado de completo abatimiento y falta de esperanza que viven los divorciantes?

Hasta donde sabemos, sí, este es el patrón neuroquímico de un individuo que ha dejado de sentir un vínculo con su pareja, que se encuentra ante la posibilidad de una separación inminente. Es un estado parecido a la abstinencia de un adicto al alcohol o a las drogas, una especie de sentimiento de angustia, de desolación y miedo ante el porvenir. Los integrantes de la pareja se han distanciado, han dejado de tocarse durante mucho tiempo, por alguna razón han dejado de tener gestos de afecto uno al otro, de ser cercanos, ello ha impedido mantener un nivel suficiente de oxitocina en la sangre, la hormona del amor y del contacto físico, la que crea vínculos emocionales en los seres humanos. Ambos se sienten solos, rechazados, ajenos entre sí, no existe el estímulo neuroquímico del que en algún tiempo fueron dependientes ambos. Es así como empieza la cascada química del distanciamiento, del desamor y eventualmente del desencuentro.

 

¿Y la furia, la tristeza extrema, el odio visceral, las ganas de morir o de matar al otro? No podemos explicar cada sensación por medio de la ciencia, aunque se sabe que quien está sometido a un proceso de divorcio lleva en sangre grandes cantidades de adrenalina que fluctúan a lo largo de las etapas y los días. La adrenalina es el principal neurotransmisor de la reacción de ataque y de huida, aumenta el metabolismo celular, la fuerza muscular, la presión sanguínea y la frecuencia respiratoria, su secreción en picos genera desgaste de los tejidos y cansancio extremo, también aumento del estrés y de la ansiedad.

 

Pero debe haber muchos más mecanismos implicados relacionados con el divorcio, muchos otros circuitos neuronales que no se han dilucidado, neurotransmisores específicos del odio que aún no se conocen ni tienen nombre, el resentimiento, ese poderoso sentimiento que destruye el alma de los divorciantes durante las primeras etapas, debe circular en nuestra sangre en alguna forma subrepticia que aún no se ha descubierto. Mientras tanto, tengamos mucha paciencia, tengamos fe en que vamos a superar cada una de las etapas del divorcio de manera apropiada, en que no nos vamos a estancar en alguna de ellas, en que nuestras conexiones neuronales del odio se van a debilitar en algún momento y las sustancias involucradas en la química del desamor se irán estabilizando poco a poco.

 

Y así, sin que nos demos cuenta, en algún inesperado momento, nos adaptaremos a la nueva realidad, recuperaremos la calma y la esperanza, dejaremos de sentir tanta ira, tanta frustración, tanto resentimiento.

 

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Gina Corte

Antropóloga del alma, trata de reconstruirse desde dentro. Seguidora ferviente de Freud y el psicoanálisis, cree que la autorreflexión y la autoconfianza son las mejores armas para cambiar al mundo.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   divorcio, relaciones, desamor, separación, Gina Corte

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