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Los colados

                                                                       

por Guadalupe Cerezo

Ellos caminaban, se escondían, pero ahí estaban. Aquella tarde de la fiesta entre el brincolín, los juegos, los abrazos, los besos y la cercanía de rostros tuvieron la oportunidad de escoger a placer.

 

Tiempo después, en la lujosa residencia, la pequeña Pamela lloraba sin motivo aparente. Se pasaba las manos por la cabellera dorada una y otra vez. La madre —alarmada— le preguntaba con inquietud: “¿Pame, qué tienes?”, pero la niña solo lloraba. De pronto, la mujer emitió un grito chillón: “¡No puede ser!” Al escucharla, la cocinera corrió para alcanzarlas y al darse cuenta de lo que sucedía se quedó pasmada... Hubo un silencio breve, hasta que por fin habló: “No se apure patrona, ahorita le quito todos los piojos”.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   colados, fiesta, piojos, Guadalupe Cerezo

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