Cuando leí en las noticias sobre la muerte de Armando Ramírez y los halagos hacia él como cronista y escritor, me quedé pensando en quién fue este personaje y por qué ha sido tan importante.  Creo que todos hemos oído hablar de su primera obra y, tal vez, la más reconocida: Chin chin el teporocho; sin embargo, habrá gente que no está del todo familiarizada con él, por eso investigué más a fondo quién fue y qué aportó a la literatura mexicana. Ahí les va. 

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Resulta que Armando Ramírez fue un cronista y narrador del barrio —así, tal cual—, y no de cualquier barrio, estamos hablando del más famoso de este país: Tepito, un lugar muy particular de la Ciudad de México, donde este escritor nació, en 1952. Fue un personaje que de manera sencilla y directa supo representar el colorido, el humor y la realidad de su barrio. 

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Como escritor, tuvo una producción muy variada dentro de la que se incluyen cuentos, novelas y crónicas, textos en los que se encuentra la voz de la cultura popular, historias que siguen siendo vigentes: alcoholismo, drogadicción, migración, violencia, marginación y pobreza. Representó al pueblo como es, no por un ejercicio literario, sino porque él mismo formaba parte de ese contexto, buscó siempre retomar el lenguaje del barrio, lo que escuchaba todos los días. 

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Pero no solamente se le reconoce por su actividad literaria, sino también por su incursión en otras maneras de expresión como el cine donde no solo fue guionista, sino también actor y director. Llevó a la pantalla grande varias historias como Chin chin el teporocho (1976), Ratero (1978), El rey de los taxistas (1987) y Muchacho en llamas (1989), entre otras. 

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Además, fundó, junto con Luis Arévalo, Daniel Manrique, Francisco Zenteno y Daniel Bern, el colectivo de arte contemporáneo Tepito Arte Acá, un espacio que se creó en los años setenta y en el que se realizan actividades de artes plásticas y escénicas, literatura y servicios culturales bajo la óptica del barrio, de los fenómenos que viven sus integrantes. 

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Armando inició muy joven en la literatura, pues su primera obra fue publicada en 1971, cuando apenas tenía 19 años, y tuvo una carrera prolífica, pues su última novela, Déjame, se publicó en febrero pasado. Durante su carrera se enfrentó con la discriminación dentro del círculo literario por su origen y su estilo polémico, pues solía incluir errores de ortografía o gramática de manera consciente y con el fin de retratar fielmente la identidad popular. Buscaba, además, que estos errores dieran al lector una idea de la vida popular y les permitiera tener conciencia de la distancia que existe entre los barrios marginales y los lectores, y sobre todo entender el trabajo que es acercarse a esas voces. 

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A pesar de no haber tenido formación académica literaria, su talento y capacidad para mostrar esa otra realidad han sido reconocidos por el público, sus lectores, quienes lamentan su muerte, pues se ha perdido una voz sincera y original. 

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No sé ustedes, pero yo, después de conocer el trabajo de Armando Ramírez, estoy más interesada en leer y ver todas sus obras; total, como solía decir: qué tanto es tantito. 

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Imagen de Angélica Portales 

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