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Las relaciones personales

FUENTE:  Geralt/Pixabay                             

Por Ariadna López

JUNIO 26 2018

Hoy quiero platicar sobre las relaciones personales. Se trata de un tema muy controvertido y difícil de entender, debido a las diferencias tan grandes que existen en la manera de pensar entre dos o más personas.

 

Todo está basado en la educación que cada uno recibe en su hogar. De ahí emana todo. Si los padres enseñaron a sus hijos a sentir envidia, la sentirán siempre. Si los padres enseñaron a sus hijos a amar, amarán siempre, y así en cualquier aspecto. Pero, la constante es que nadie nació sabiendo ser padre y todos traen sus propios grilletes que van pasándose de generación en generación. Lo que obliga a convivir con muchas personas con muchos desacuerdos. 

 

Hay miles de parejas que, si no fuera porque no se ven durante el día, ya estarían separadas. Una vez que empiezan a convivir aparecen las situaciones que dan lugar a estar inconformes o a disgusto.

 

Así, la necesidad de relacionarse con alguien nos conduce a buscar la manera de hacerlo con inteligencia y un grado aceptable de tolerancia para no disgustarse con esa o esas personas con las que no hay tanta afinidad.

 

La crítica constante que se hace a alguien es el reflejo de lo que más nos molesta de nosotros mismos. De eso no hay duda. Lo complejo del asunto es aceptarlo y tratar de corregir con perseverancia lo que la otra persona nos está mostrando de nuestra personalidad.

 

Convivir con la gente es muy agradable, siempre y cuando se respeten ideas, gustos y todo lo que sabemos que es necesario para mantener la armonía en su esplendor. Hay a quienes amamos, quienes se convierten en nuestros amigos y también quienes se vuelven puentes para conseguir lo que deseamos. 

Todos los que se cruzan por nuestro camino tienen algo que enseñarnos, y no es su rostro ni su cuerpo hermoso, sino lo que Saint-Exupéry nos dice en su libro El Príncipito: “lo esencial es invisible a los ojos”.

 

En una etapa de mi vida hubo alguien que me hacía ver mi suerte, pero con el tiempo aprendí que en ella estaba el secreto de entenderme mejor a mí misma, porque casi todo lo que veía en sus actitudes negativas, yo lo tenía. Empecé a cambiar para bien, y hoy me siento feliz con la persona que soy gracias a ella, quien me enseñó un camino diferente. Por eso digo que cada persona nos va guiando y enseñando algo en la vida, ¡claro!, si aprendemos a ver más allá de lo que escuchamos o sentimos.

En Los Calzones de Guadalupe

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