Las Parejas Felices

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Por TANIA CORTÉS
¿Qué se requiere para tener una relación de pareja feliz? Esta es la pregunta con la cual puede iniciar una reflexión acerca de la felicidad en pareja, o de las parejas felices, si acaso existe algo así, sin embargo, antes de hacerse esta pregunta sería necesario reflexionar sobre el concepto mismo de felicidad.
La felicidad es una idea difícil de definir en términos de la vida real, para algunos significa tenerlo todo, para otros la felicidad está en tener amor, algunos más se sentirán dichosos con la realización profesional. La verdad es que la felicidad es una emoción, por lo tanto, su definición será siempre subjetiva, además de cambiante y dependerá de las aspiraciones de cada persona y del momento que vive.
¿De qué manera entonces puede alcanzarse un estado de felicidad entre dos personas, si ésta depende de lo que cada una considere como felicidad y de las aspiraciones individuales de cada quién? Bueno, en realidad nadie lo sabe a ciencia cierta. Sin embargo, la psicología y en particular los estudiosos de la psicología de pareja han tratado de dar algunas respuestas. El Doctor Mark Goulston, psiquiatra de profesión, autor de numerosos libros sobre el tema, y experto en comunicación interpersonal, opina que es posible lograr la felicidad en pareja a través del tiempo con la práctica de una serie de hábitos que recomienda realizar a las parejas. Hábitos de la rutina diaria de la vida en común como irse a la cama al mismo tiempo, cultivar intereses comunes cuando la pasión aminora, caminar de la mano lado a lado, perdonar y confiar siempre el uno en el otro, enfocarse en las cosas positivas de tu pareja, abrazarse con frecuencia o cada vez que se reencuentran, decir cada mañana “te quiero” y “que tengas un buen día”, así como sentirse orgulloso de tu pareja y de ser vistos juntos.
Es verdad, no existe ninguna fórmula mágica para alcanzar la felicidad en pareja. Como toda meta valiosa en la vida, la dicha en pareja es un objetivo que debe cultivarse con empeño diariamente, y la forma en la que cada integrante percibe la relación y se siente satisfecho con ella depende en mucho de la actitud ante la vida que cada cual tiene. Es decir que se trata de un acuerdo mutuo de esforzarse en lo personal, que en última instancia dependerá siempre de cada uno.
Aun cuando en un principio las parejas sientan que tienen mucho en común, cada ser humano es un universo y al final siempre se encontrarán enormes diferencias y distancias muy grandes entre las formas de ser de los que se aman. Sin embargo, esto es lo más interesante de formar una pareja, y lo que nos reta más en lo personal, ser capaces de encontrar puntos en común con el otro, convivir en armonía a pesar de las diferencias, sean éstas grandes o pequeñas, amar a alguien en quien llegamos a ver defectos o carencias desde nuestra perspectiva, y amarlo precisamente por eso, por ser distinto a nosotros, por ser un opuesto de lo que somos.
Desde mi punto de vista, este es uno de los retos más importantes y más difíciles que nos ofrece la vida, y también uno de los que más nos enseñan. Vivir en pareja es una experiencia muy aleccionadora, incluso diría que nuestra formación como seres humanos llega a completarse cuando se vive en común con alguien, ya sea que la relación permanezca o fracase. Convivir con otra persona en un mismo espacio físico y emocional pone a prueba todas nuestras fortalezas, también nuestras debilidades. Requiere de poner en práctica todos los recursos psicológicos y emocionales de que disponemos, la paciencia, la tolerancia, la capacidad de aceptar, de negociar, de perdonar. Pero sobre todo, vivir en pareja pone a prueba nuestra capacidad de ceder, de hacer a un lado nuestro ego. En los tiempos que vivimos, de engrandecimiento del Yo y de señalada ambición por obtener reconocimiento y autoafirmación constante a través del éxito individual, la capacidad de ceder y hacer a un lado nuestro amor propio es realmente escasa. La sociedad en la que vivimos no nos educa para ese tipo de destrezas.
Por eso se ha vuelto cada vez más esencial ponernos a prueba en este sentido, formar pareja, convivir con “el otro”, aprender a aceptar sus diferencias, aceptar nuestras carencias, reconocer nuestras deficiencias como seres humanos en el reflejo del otro. No importa si en el intento fracasamos. Tener la experiencia completa de la convivencia es una parte de la vida que debemos enfrentar para crecer como personas, para conocer nuestros límites, para volvernos más humanos. Es la única ocasión particular en el tiempo que nos toca vivir para aprender la lección más importante, que no estamos solos en el planeta, que no somos lo más importante del mundo, que somos parte de una comunidad entera de “otros” diferentes a nosotros, y que debemos aprender a ceder para poder convivir en armonía con los demás.
Amor, Sexo, Poder, Belleza y Equilibrio
Todo lo que siempre has querido saber y nadie te ha explicado bien, escrito por mujeres como tú, que quieren empoderarse
