
Las mujeres más poderosas de hollywood
por Mariana Tristán
Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Oprah Winfrey, Reese Witherspoon, Ellen DeGeneres, Angelina Jolie, tan solo escuchar estos nombres sabemos que se habla de poder. No cualquier poder, un poder particular, que rebasa las fronteras de lo económico y lo material, incluso de lo geográfico. El poder que Hollywood otorga a sus estrellas es un poder casi celestial. Los íconos de esta portentosa industria, la industria del espectáculo, son los nuevos Dioses del Olimpo, se les conoce casi universalmente, se les aclama en todas las lenguas, sus rostros y sus figuras vueltas personajes inolvidables de la ficción fílmica son reconocidas en todas las latitudes del planeta. Por eso su poder es un poder especial, que incluye en su concepto la facultad divina, no sólo la fortuna material, el éxito sin fronteras, la fama universal, es también el poder que otorga el hecho de ser deseado por las multitudes, amado con la devoción que se tiene sólo a lo sagrado, el hecho de que una cantidad inimaginable de habitantes del planeta quiera encarnar esa divinidad que Hollywood fabrica en cada una de sus estrellas.
Ellas, las Divas del espectáculo, las mujeres de Hollywood, son por lo mismo no sólo bellas, poderosas, inmensamente ricas, son también Diosas. El politeísmo ha vuelto a reinar en la tierra, las divas de Hollywood son nuestras nuevas divinidades femeninas. Tienen facultades infinitas, no son como las estrellas del espectáculo de hace 50 años, simples mortales, bellas pero vulnerables. Las nuevas figuras del entretenimiento son infalibles, como los verdaderos Dioses, no sólo son actrices, son también productoras, directoras, escritoras, además de empresarias, dueñas de corporaciones, madres perfectas, esposas modelo, deportistas de élite. Todo esto antes de cumplir los 30 años. En sus momentos de ocio se dedican además al altruismo más humanitario, lideran causas de una nobleza superior, son embajadoras de la ONU, de UNICEF, de la UNESCO, pronto las veremos también en la escena de la política, no lo dudo, como sus pares masculinos del mismo mundo, las veremos gobernando grandes estados norteamericanos, al estilo Schwarzenegger, o incluso siendo presidentas de los Estados Unidos, como Ronald Reagan, saltando a la escena pública, como ellos, gracias a los recursos que otorgan la fama y el poder económico.
Para las mujeres de nuestro siglo ya no hay límites, mucho menos para las nuevas Diosas del Olimpo, para nuestra Afrodita encarnada en el bello cuerpo de Jennifer Lawrence, nuestra Atenea personificada por la hermosa Angelina Jolie, nuestra Hera renacida en la orgullosa y estupenda Meryl Streep, nuestra Artemisa devuelta a la tierra en la virginal figura de Emma Stonne. Como ellas mismas, sus antecesoras de la mitología griega, nuestras Divinidades del siglo XXI tienen poderes sobrenaturales, poderes que les permiten estar en muchos lugares al mismo tiempo, rodando una película, produciendo una serie de televisión, presidiendo un acto de beneficencia, protestando contra el dictador Trump en alguna multitudinaria manifestación, y desde luego dirigiendo sus emporios empresariales y financieros desde las aplicaciones ultrainteligentes descargadas en sus iphone.
Estas nuestras divinidades de la era millennial, son como aquellas otras de la era griega, impuestas a los hombres por una fuerza superior, que en este caso sí tiene nombre y razón social, es la fuerza del capitalismo en su vertiente global, su razón social es el mercado, y cada año se mide su potencial según las ventas en taquilla traducidas en el ranking de sus fortunas. En resumidas cuentas, los poderes asignados a estas Diosas están rankeados por el Zeus de esta nueva historia, que es Forbes. Es este Dios quien en realidad dictamina lo que a cada Diosa corresponde según su "lista". Y cada año es por supuesto distinta, porque al igual que Zeus, Forbes es omnipotente y voluntarioso, y lo mismo quita que da a los Dioses fortunas.
Los poderes que Forbes otorga a cada Diosa, dependerán del sitio que ocupen en su "lista". Esto, por su puesto, a ellas no les gusta nada, porque son como las divinidades griegas, veleidosas y caprichosas, y no les gusta que sea siempre Oprah la que quede mejor ubicada en la lista. Por eso se revelan todas, crean en segundos empresas multimillonarias en rubros que nada tienen que ver con el suyo, hacen surgir de la nada compañías productoras que compiten con los monopolios de Hollywood, suben y bajan por la UNICEF y la ONU y quieren poner de cabeza al mundo, salvando continentes enteros y adoptando multitudes de hijos para unir todas las razas en una misma burbuja sobrehumana de lujos. Compiten entre ellas con saña y rencor, se burlan unas de otras, se pelean a muerte hasta que se aburren y luego se juntan amistosamente en el Set de la nueva serie de Netflix para darse unas a otras consejos sobre negocios y nuevas posturas de yoga.
Todas quisieran ser como Meryl o como Oprah, todas compiten por seducir a Forbes, pero al final tienen que conformarse con los millones que a cada una le tocan y el lugar que les corresponda según el ranking del moderno Zeus. Después de todo nada se pierde en su posición, todas son bellas y esbeltas, todas son empresarias y atletas, todas son yogui-zen y veganas completas, y todas viven en ese nuevo Olimpo que es Hollywood, un lugar en la cima del mundo que las fabrica y las lanza a las nubes de la fama, las hace inhumanas, las idealiza y cuando envejecen las deja caer el abismo cruel del olvido.
