En el siglo IV existió en Alejandría una prominente científica llamada Hypatia, quien realizó grandes avances en la filosofía y la ciencia, colocándose a la vanguardia de todos los filósofos de su tiempo.

 

Hypatia de Alejandría es la primera científica de la que se tiene noticia. Realizó importantes contribuciones en matemáticas y astronomía. No se conoce con exactitud el año de su nacimiento, pero se piensa que fue alrededor del 355.  Sus estudios sobre geometría euclidiana y la geometría de las figuras cónicas le permitieron determinar el posicionamiento de los cuerpos celestes en el espacio, y así establecer que el Sol, y no la Tierra, era el centro del sistema planetario, teoría que se contraponía a la hipótesis geocéntrica de Ptolomeo, defendida por la Iglesia en ese entonces.

 

Entre sus aportes prácticos confeccionó un planisferio celeste y un hidroscopio para pesar los líquidos. Perteneció a la escuela neoplatónica, cuyas ideas provenían de los pitagóricos. Esta era una sociedad científica que se basaba en la contemplación y el descubrimiento del cosmos como un sistema ordenado por leyes cognoscibles. Sustentaba que la naturaleza era numérica, y que el número era el principio que gobernaba la estructura del mundo. Afirmaba que era el pensamiento, no la observación, el método para conocer la verdad y alcanzar nuevos conocimientos.

 

Al igual que los pitagóricos, Hypatia buscaba que la relación entre los miembros de la comunidad se estableciera a través de la amistad. Defendía la igualdad de género y creía que todas las personas, independientemente de su cultura, clase social y género eran capaces de desentrañar la verdad del universo.

 

Sus clases en el Ágora de Alejandría eran diálogos en los que se discutía sobre filosofía, matemáticas, astronomía, ética y religión. Y no separaba a los estudiantes por su culto. Su escuela fue un modelo de diversidad cultural y étnica.

 

Aunque no era seguidora de los dioses ni héroes helenos, siempre mostró respeto frente a la tradición helénica y se mantuvo al margen de las disputas entre paganos y cristianos. Participó en los asuntos municipales, al ejercer una importante influencia en la esfera política y entre la alta aristocracia.

 

Era muy respetada por sus valores éticos y su sabiduría, y los representantes políticos de distintas religiones acudían a ella en busca de su consejo. Fue maestra y amiga de Orestes, el prefecto de Alejandría, que era cristiano y defendía la convivencia pacífica entre todas las culturas. 

 

En 412, sin embargo, cuando Cirilo fue elegido como obispo de Alejandría, dio inicio una época de intolerancia y crueldad. Hubo un ataque contra todos los grupos religiosos que no aceptaban el cristianismo, y entonces Alejandría se sumió en un clima de violencia; los asesinatos entre grupos de creencias diferentes se propagaron.

 

Para Cirilo, la influencia de Hypatia entre los altos cargos de la política imperial y municipal representaba una gran amenaza. Envidiaba su prestigio social, por lo que creó una campaña de difamación en su contra y la hizo aparecer como una bruja peligrosa que practicaba la magia negra, quien había embrujado a Orestes para enfrentarlo a los cristianos. También la acusó de promover el ateísmo. Sus mentiras finalmente prendieron entre la población y en marzo de 415 un grupo de cristianos fanáticos la sacaron de su carruaje, la desnudaron y la mataron brutalmente con fragmentos de cerámica, para después quemar sus restos en las afueras de la ciudad.

 

El asesinato de Hypatia se debió a la mentalidad estrecha y codiciosa de un hombre que estaba en contra de la razón y el progreso. Cirilo estaba dominado por la ambición y quería imponer el poder de la Iglesia sobre el civil, representado por Orestes, e Hypatia como su consejera y promotora de la igualdad social y el avance científico.

 

Ese acto de barbarie contra una ciudadana connotada y prolífica investigadora representó una vergüenza para la Iglesia y se acentuó por el hecho de haberse perpetrado en contra de una mujer inocente, y en total estado de indefensión.

 

Aunque Orestes informó a Roma del brutal suceso, los responsables nunca fueron castigados. La muerte de Hypatia no fue una confrontación entre paganismo y cristianismo, como pretendieron justificar Voltaire y Toland siglos después, sino un abuso del poder de la Iglesia.

 

El asesinato de tan ilustre mujer, promotora de la filosofía, la educación y la tolerancia, representó el paso definitivo del razonamiento clásico —que Hypatia y otros pensadores de su tiempo defendieron con ahínco— al oscurantismo medieval que se desarrolló a partir de entonces.

 

Las ideas de Hypatia permearon entre la comunidad científica al paso del tiempo, y su teoría heliocéntrica fue el antecedente para los descubrimientos de Copérnico. Hay muchas razones por las que esta excepcional mujer debe ser admirada y recordada. Desafortunadamente ella es uno de los ejemplos más trágicos de la intolerancia y la misoginia más descarada.

 

Es un triste ejemplo que pone de manifiesto el lado más oscuro de nuestra humanidad, repetido a lo largo de los siglos, y que debe ser detenido de manera definitiva para que prevalezca la razón. Ya ha pasado el medioevo y los hechos más sanguinarios del poder exacerbado y ciego siguen repitiéndose. Es nuestro deber luchar contra ellos y que mujeres como Hypatia puedan, con la grandeza de su alma, ayudar a que la humanidad evolucione hacia un mejor estadio.

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