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Hombres Tóxicos

por Silvia Latuff

 

Hombres tóxicos, hablar de este tema es algo muy complicado, pero a decir verdad es un tópico que a mí siempre me ha interesado ¿quienes son los hombres tóxicos? ¿Como saber si convives o amas a un hombre tóxico?

 

Estas preguntas comenzaron a rondarme por la cabeza hace muchos años,  mucho antes de saber que existe algo llamado masculinidad tóxica, mucho antes de que el termino se pusiera de moda y se hablara de ello en todas partes, de que se hicieran podcast y hasta se escribieran libros sobre lo que significa este complicado concepto.

 

La idea de que existían hombres tóxicos me surgió platicando con amigas en reuniones o en cafés. Ciertamente las pláticas entre amigas abarcan todo tipo de temas y de historias, pero invariablemente, en algún punto, las mujeres siempre terminamos hablando de los hombres, de las relaciones amorosas, de nuestras parejas. 

 

Era frecuente en estas conversaciones entre mujeres, escuchar a mis amigas hablar de sus decepciones amorosas, de lo mal que les había ido en sus noviazgos, en sus matrimonios, en general con los hombres a lo largo de su vida. Yo misma me sorprendía de pronto compartiendo algún sentimiento terrible, alguna experiencia dolorosa vivida con mi pareja. Las historias vividas y escuchadas eran a veces desgarradoras. Siempre había en ellas un marido indiferente, un novio posesivo, un padre dominante o castigador, un hombre agresivo o celoso del que era difícil librarse, una pareja infiel al punto del sadismo.

 

Comencé a leer sobre la naturaleza masculina a raíz de todas estas historias que las mujeres nos contábamos, no solo me interesaba saber sobre las razones por las cuales los hombres se comportaban así en las relaciones, de esta forma que hería tanto a las mujeres y volvía difícil la convivencia, también quería saber si esto era realmente un patrón masculino, una forma de ser extendida entre los hombres. A veces me preguntaba si no seríamos las mujeres las que teníamos esta forma de interpretar la realidad, si no seríamos nosotras las que creábamos estas versiones masculinas en nuestras cabezas, sesgadas por nuestra sensibilidad, por nuestra conocida emotividad.

 

Alguna vez, en mis andanzas tratando de saber más sobre la naturaleza masculina, le pregunté a una amiga socióloga lo que pensaba sobre este tema. Ella, una académica muy respetable, investigadora y escritora también, me dijo que leyera sobre la masculinidad tóxica en la cultura occidental, me recomendó algunos textos formales que analizaban extensamente este concepto. Leerlos realmente me ayudó mucho a ampliar mi perspectiva sobre lo masculino, sobre el rol que nuestra sociedad asigna a los hombres y la manera en que eso los determina. 

Dicen los psicólogos y especialistas, que la masculinidad tóxica es un patrón de comportamiento social derivado de la cultura patriarcal, una serie de conductas que se relacionan con lo masculino en nuestra sociedad y se inculcan desde niños a los varones. Conductas como la agresividad, la ambición, el dominio, el deseo de someter a otros, el hambre de poder, el ser competitivos, la dureza de carácter, la insensibilidad y hasta la falta de empatía con el otro. Tales conductas están bien vistas en los hombres y la sociedad las aprueba puesto que es lo que se espera del rol masculino en nuestra cultura. 

 

Sin embargo, para nadie es un secreto que este perfil de comportamiento es altamente tóxico no solo en las relaciones sociales y de pareja, sino también para el individuo que las ejerce, puesto que le impiden un adecuado funcionamiento social y emocional. 

 

Pero en realidad este perfil es muy variable, aunque se inculque por igual a todos los varones en mayor o menor medida, aunque la presión social los empuje a todos a desarrollar estas características asociadas a lo masculino. Cada hombre ejerce su masculinidad de manera distinta y con particularidades de la personalidad y el carácter infinitamente diversas, puesto que cada individuo es único y diferente al resto. 

La masculinidad tóxica es un concepto más general, asociado a los patrones culturales, y no siempre relacionado con los hombres, aunque se escuche contradictorio.  A veces las mujeres también adquieren patrones de conducta que podrían encajar en el perfil de masculinidad tóxica, aquellas que, por ejemplo, incursionan en el mundo del poder, de la política, o de los negocios, mujeres que para poder mantenerse a flote en esos ambientes desarrollan conductas agresivas o despiadadas, conductas que habitualmente relacionamos con los hombres.

Cualquiera puede desarrollar conductas que tienen que ver con la masculinidad tóxica, hombres, mujeres, homosexuales, transexuales, o cualquiera que sea su definición de género. Porque la masculinidad tóxica es un patrón cultural, un "paquete" de comportamientos y formas de relacionarse socialmente que están más vinculados con la obtención del poder y el sometimiento de los otros, que con el género como rol social. 

No solo las personas pueden tener conductas masculinas tóxicas, también los grupos sociales, los colectivos, las organizaciones, las comunidades o países completos. Es bien sabido, por ejemplo, que cada sociedad tiene un perfil, y los grandes imperios que han dominado en cada etapa de la historia, han tenido siempre un perfil bélico muy agudo, una necesidad intrínseca de someter y esclavizar a otras sociedades, es decir, una masculinidad tóxica muy acendrada.

 

Acceder a toda esta información y conocimiento me fue útil para entender mejor la forma en que nos relacionamos en sociedades como la nuestra, de corte occidental y patriarcal. Pero mis dudas iniciales aún no estaban resueltas ¿cómo saber quién es un hombre realmente tóxico? ¿hasta qué punto los comportamientos que un hombre ha aprendido desde su infancia son normales o se convierten en tóxicos? ¿debemos alejarnos de lo que consideramos un hombre tóxico, castigarlo con el rechazo y el señalamiento por haber asimilado lo que la sociedad le inculcó desde pequeño?

 

Es difícil establecer límites sobre este asunto. No podemos justificar a aquellos que cometen daño físico o moral a los débiles o a sus pares, por el solo hecho de haber sido educados así. Hay hombres que llevan sus conductas aprendidas de agresividad y deseo de sometimiento a extremos terribles como la violencia física, emocional, psicológica o hasta el asesinato. Estos actos nos dejan muy claro que la masculinidad tóxica existe y es un comportamiento reprobable que no podemos permitir, que debemos eliminar por completo de nuestros patrones culturales.

 

Pero la mayoría de los hombres lidian a lo largo de sus vidas con la presión que la sociedad les impone para mostrar agresividad, fortaleza, indolencia y una serie interminable de conductas que ajusten con el concepto de hombría. Se debaten entre lo aprendido y sus necesidades emocionales y afectivas, sus debilidades humanas, su deseo de aceptación e integración a la sociedad. Muchos de ellos, muchísimos, asumen con resignación el rol que les ha tocado interpretar en un afán por sobrevivir, pero las contradicciones inherentes a este dilema psicológico y emocional acaban por sumirlos en las adicciones y las neurosis. Porque en alguna parte tienen que ir a parar tantos sentimientos encontrados, tantas emociones reprimidas. Las estadísticas no mienten, las adicciones son mucho más frecuentes en los hombres, es la forma en que un individuo al que se le ha enseñado a ser duro y callarse los sentimientos, manifiesta su estado depresivo crónico.

 

No justifico a los hombres tóxicos, no estoy de acuerdo con que existan personas cuya forma de relacionarse con los otros esté basada en el sometimiento, en la descalificación, en el odio y en la violencia. Lo que creo es que la masculinidad tóxica es un problema social y cultural, nos compete a todos, todos somos culpables de que exista, porque en nuestra sociedad patriarcal todos esperamos que los hombres sean fuertes, bravos, protectores, dominantes, asertivos, poderosos. Y nadie puede ser todo eso sin volverse tóxico, sin desprenderse un poco de su lado humano, su lado sensible, esa parte de los seres humanos con la cual nos podemos relacionar con el otro civilizadamente.

 

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Silvia Latuff

Arquitecta, poeta, mujer emprendedora y obsesiva, tiene desde chiquita una pasión desmedida por la literatura y un apego patológico a las buenas películas, se especializa en el diseño de su propio interior y quisiera algún día compartir su corazón

Los Calzones de Guadalupe Staff

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Tags   hombres tóxicos, masculinidad tóxica, Silvia Latuff

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