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Hola, soy Magaly

por Delia Millán

 

Hola soy Magaly, una mujer de 48 años sin rostro, porque al igual que yo deben existir miles de mujeres que comparten mi experiencia y se identifican conmigo por el simple hecho de ser mujeres y haber vivido en el transcurso de su vida algún tipo de violencia, discriminación o exclusión social que han tenido que callar u ocultar tras una máscara que nos representa a todas: la máscara de la violencia de género y discriminación contra la mujer, la que nos ha dejado sin rostro.

 

Por muchos años no quise aceptar mi condición porque temía darme cuenta de que si había vivido esta situación era porque yo lo había permitido, hasta que un día, triste y frustrada, por alguna razón inexplicable tuve que verme al espejo, mirarme a los ojos y darme cuenta de que, a pesar de mi preparación y mis posibilidades sociales y económicas, yo también fui víctima de este malestar social que al parecer no tiene clase, ni religión, ni edad, ni raza.

 

Todo comenzó cuando de niña mi madre nos enseñó que quien era la fortaleza de la casa y quien debía tener no sólo la última palabra sino la verdad absoluta, era mi padre, de ahí que sus juicios de valor sobre sus tres hijas serían los correctos y definitivos para que cada una de nosotras pudiéramos enfrentar la vida; juicios que definió en función de nuestra supuesta condición física e intelectual determinando así nuestras posibilidades de crecimiento y desarrollo para un futuro inmediato.

 

Por desgracia me tocó ser la que menos posibilidades tenía, pues al saberme con sobrepeso, fea y poco inteligente, según su opinión, me convencí de que lo más que podría aspirar era a una vida simple en la que debía aceptar al primero que se fijara en mí, fuera quién fuera, para no perder la oportunidad de poder casarme algún día. De la misma manera, no cabía en mi cabeza ninguna posibilidad de lograr una condición social y económica estable puesto que lo único que podría lograr por mí misma estaría limitado siempre por mi falta de capacidad y poca inteligencia.

 

Así fue que me pase más de 25 años luchando para ser aceptada por él y escucharle algún día decirme “tú eres capaz y mereces lo mejor”, mientras esta frase les era transmitida de manera constante y con una expresión de orgullo a mis dos hermanas quienes de alguna forma cumplían los criterios para lograr lo que desearan en su vida, fue hasta mis 30 años, después de muchas cosas terribles vividas, con relación a mi baja autoestima e inseguridad, que ya casada y con un hijo, logré entregarle a él un título de maestría que, aunque no fue motivo para escucharle decirme lo que siempre había esperado que él me dijera, sí logre entonces, decírmelo a mí misma.

 

Hoy sé que el haberme casado sin esperar al ser amado, el haber permitido que las personas me sobajaran, el haber aceptado ofensas y aceptar los maltratos psicológicos de quienes me rodeaban, incluyendo a mis padres y hermanas, no era más que una forma de aceptar que esto era lo que merecía por no cubrir los requisitos que mi padre señalaba para merecer ser mujer bajo su propia concepción, sin embargo, gracias a la vida y a la posibilidad de raciocinio que me otorgó, logré alcanzar una conciencia tal que aprendí a aceptarme y a luchar con fuerzas por mí misma y  por lo que quería de la vida.

 

Hoy te digo a ti, que el verdadero valor te lo das tú, que la lucha es tuya, que nadie más puede definir lo que eres y lo que vales, y que si tú has vivido violencia es porque te lo has permitido, aprendí que en la vida lo que tú haces debe ser para ti, porque al final de todo es lo que de ti aprenderán tus hijos. Mi padre no fue culpable de nada y en el caso de mi madre, tampoco fueron sus palabras las que definieron mi condición, fue su propia condición de mujer y su necesidad porque aceptáramos como un acto de amor el pensamiento de mi padre, lo que me definió, pero la vida es sabia y hoy, después de todo lo vivido, estoy aquí orgullosa de mí y con la certeza de que yo “soy capaz de mucho y merezco lo mejor”.

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Delia Millán

Maestra del desequilibrio armónico, experta en el desarrollo humano y las relaciones complicadas. Loca por convicción y leal por vocación. Lucha contra la violencia de genero donde quiera que esté.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   soledad, emociones, terapia, Delia Millán

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