Historia de un Hashtag

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Por YADIRA REYES
#MeToo (“Yo también”) no es solamente un hashtag, tampoco se limita a una tendencia en redes sociales. “Me Too” es ya un auténtico movimiento revolucionario y cultural a escala global. Sus efectos profundamente transformadores de los modos y las conductas de nuestra sociedad se empiezan a sentir en la convivencia diaria entre hombres y mujeres en todos los ámbitos, su verdadera relevancia sólo podrá ser evaluada a la luz de la distancia, cuando al paso de los años volvamos la vista al momento que estamos viviendo ahora para recordar en qué punto empezó la historia.
“Me too” es la primera manifestación palpable de que la globalización es un fenómeno irreversible y trascendental, un fenómeno que ha llegado para quedarse porque su poder es fundamental para el ciudadano común.
Se dice que este movimiento comenzó en octubre del 2017, cuando un grupo de actrices connotadas de Hollywood utilizaron este hashtag para denunciar los acosos sexuales y las agresiones sufridas a manos de empresarios y productores de la industria del espectáculo, en especial las que involucraban al productor y ejecutivo multimillonario Harvey Weinstein.
La frase fue inicialmente popularizada por la actriz Alyssa Milano, a la que recordamos por su carismática participación en la serie de televisión “Charmed” interpretando el personaje de Phobe Halliwell. Siendo ella misma víctima de acoso sexual en algún punto de su carrera como actriz, Alyssa Milano animó en redes sociales a utilizar esta frase en el marco de una campaña de concientización para denunciar la extensión del problema y la misoginia imperante en el medio. En un mensaje fechado el 15 de octubre de 2017, la actriz escribió en twitter: «Si todas las mujeres que han sido acosadas o agredidas sexualmente hicieran un tuit con las palabras “Me too” podríamos mostrar a la gente la magnitud del problema». Ese mismo día, cientos de miles de personas respondieron a este llamado utilizando la frase en redes sociales y tuiteándola al día siguiente más de 500 000 veces, mientras que en Facebook el eco del hashtag alcanzaba cerca de 5 millones de menciones. A partir de este momento, cientos de actrices y personajes del mundo del espectáculo y de otros ámbitos se han ido sumando al movimiento, denunciando las experiencias de acoso y abuso sexual sufridas a manos de hombres de poder, políticos, académicos, actores, empresarios, y hasta médicos de renombre como el Doctor Larry Nassar, médico de cabecera del equipo de gimnastas de Los Estados Unidos de Norteamérica, quien durante años abusó de atletas de este grupo de todas las edades.
La naturaleza de este movimiento lo vuelve una auténtica revolución de los comportamientos sociales, y su importancia obviamente le ha dado una trascendencia internacional. Desde su inicio en octubre pasado, se ha difundido al menos en 85 países en los que, al igual que en Estados Unidos, miles de mujeres de todos los ámbitos profesionales han levantado la voz públicamente y en redes sociales para denunciar experiencias de acoso y abuso sexual cometido contra ellas. La frase se ha traducido a una variedad de idiomas para adecuar el movimiento a cada país, desde el «#BalanceTonPorc» («Denuncia tu cerdo») de las francesas; hasta el «#QuellaVoltaChe» («Aquella vez que»)" de las italianas, todas como un eco del “Me too”, una extensión de su fuerza denunciatoria de la misoginia que durante décadas hemos sufrido las mujeres como víctimas de una sociedad patriarcal y machista que aborrece a las mujeres que levantan la cabeza, a las que se salen de la etiqueta y buscan algo más que un papel doméstico en la vida.
Hasta el momento, la fuerza del movimiento “Me too” parece un tornado dispuesto a arrasar cualquier barrera. Su impacto ya se percibe en las contundentes implicaciones que ha tenido en la sociedad, en la legislación y en la vida diaria tal como la conocíamos antes de que este movimiento apareciese en 2017. Cambios como una defensa más radical de la igualdad en las artes escénicas son parte ya de los efectos de este movimiento, también otros como las legislaciones para no subvencionar medios de comunicación que incluyan publicidad con contenidos para adultos.
Y aunque el hashtag ha sido criticado por hacer recaer la responsabilidad de la denuncia sobre el abuso y acoso sexual sobre quienes lo han experimentado, lo cual genera en la víctima una experiencia “retraumatizante” , lo cierto es que su influencia es ya insoslayable, y sus efectos en la convivencia humana son absolutamente irrefrenables.
Antes del surgimiento de este movimiento, las mujeres habíamos guardado un silencio perenne sobre el horror de las experiencias de acoso que todas con seguridad hemos padecido alguna vez. Era un silencio habitado por el miedo y el desvalimiento, por la convicción colectiva de que nuestra verdad no iba a ser escuchada, de que no iba a ser jamás considerada. Era un silencio ominoso que ocultaba la vergüenza y también la posibilidad siempre presente de ser culpabilizada. Ese callar nos había mantenido a todas atadas a las mismas prácticas legendarias de discriminación, de misoginia, de machismo y abuso de posición y poder que hasta ahora habían caracterizado la convivencia en nuestros mundos diversos, tanto en los laborales como en los íntimos, así en los círculos profesionales como en los familiares y los domésticos. El valor inapreciable del movimiento iniciado por las americanas está precisamente en que su voz masiva nos ha empoderado a las mujeres del resto del mundo, nos ha permitido albergar la posibilidad de hablar de lo que también nos ha sucedido. Es por ello que “Me too” es una transformación de proporciones universales, es por ello que en todo el mundo tendrá eco y sus resonancias se van a escuchar en cualquier sociedad injusta en donde existan mujeres que sufran acoso y maltrato.
“Me too” se erige en el horizonte de la cotidianidad virtual como un paradigma para futuros cambios sociales que movilicen al mundo entero en materia de causas auténticas y necesarias. Es una revolución masiva que inició con un tuit y nos muestra el poder sin fronteras de los medios digitales, el primer poder popular y genuinamente democrático porque está literalmente en nuestras manos, las manos de la gente de a pie, del ciudadano común, de las minorías y de los tradicionalmente marginados. Es un poder necesario, porque es el único del que disponemos los que no tenemos ni éxito, ni fama, ni fortuna, ni voz en ninguna tribuna.
Es cierto que es a través de las redes sociales virtuales que el mundo está cambiando tan drásticamente, es cierto que su presencia en nuestra vida cotidiana es lo que ha permitido que lo que sucede en cualquier punto del planeta se viralice y se imite inmediatamente. Pero no es menos cierto que el avance incontenible de los derechos y las libertades que la democracia hace posible está abriendo los caminos necesarios en las mentes y en las sociedades para habitar un mundo más igualitario, un mundo en el que la convivencia civilizada sea una realidad palpable.