Hermanos por elección

FUENTE: Pinterest
Por Yao Arroyo
JUNIO 26 2018
Creo fervientemente en que las relaciones de amor se establecen única y exclusivamente por reciprocidad y empatía. Tuve la fortuna de crecer en una familia cuyos integrantes, hermanos y padres, me brindaron eso, y más allá de la sangre los he amado por su reciprocidad. Pero también a lo largo de mi vida he encontrado a otros hermanos, hermanos que hemos elegido serlo de forma implícita, sin importar tiempo ni espacio. En todas las etapas de mi vida alguien se ha sumado a ser parte de mi familia. Ciertamente no son muchos, pero en definitiva suficientes. Entre ellos, los primeros, de la infancia, dos hermosos seres humanos, Memo y Chava que, aunque el tiempo nos separó físicamente más de dos décadas, no nos separó en el corazón.
Recientemente me reencontré con ellos y seguimos siendo los amigos de la primaria enteramente, en la esencia, el carácter, las pasiones, los detalles, los defectos y las virtudes. Pero sobre todo seguimos siendo cómplices y hermanos de vida. Encontrarlos de nuevo me ha permitido reencontrarme, lo que soy en esencia, me he reencontrado con la belleza de la alegría pura, de la inocencia, de la locuacidad, del cero prejuicio, del cero miedo, de la cero angustia y ansiedad ante la vida. Me he reencontrado con el sano juego, con la franqueza, con la confianza, con la identidad real sin caretas de ninguna índole, me he reencontrado con la pureza de ser, sentir, pensar y actuar, he vuelto a sonrojarme, a reír desde el corazón y la pancita, a emocionarme como cuando niña, a idear lindas travesuras, a compartir con dulzura el hecho de tener cuarenta y cinco y todo lo que eso conlleva, de abrazar con todo mi cuerpo su alegría y su dolor, de diferir con honestidad y respeto.
La vergüenza salió de mi diccionario, así como otros atroces sentimientos que los adultos satanizan, persiguen, cuestionan y juzgan. Ellos, nosotros, me han recordado quién soy, mis fortalezas y mis reales carencias, me han devuelto la identidad, la esperanza, el honor, la dignidad, la alegría, la objetividad. Me han recordado mis sueños, mis pasiones, mis secretos, mis devociones, mi esencia. Me han retornado al lugar de donde vengo y con ello al lugar donde siempre quise ir. En una palabra, me han devuelto la belleza de la infancia, la realidad de lo que soy, que hacía tiempo había dejado en el recuerdo sagrado e intocable.
Hoy seguimos siendo los tres hermosos chiflados, que le siguen apostando a la vida con todo, como cuando teníamos nueve años, diez, y un poco más.
Lo sabemos, un abrazo, un beso, un whats basta para seguir adelante e individualmente juntos y a la distancia.
En Los Calzones de Guadalupe
tenemos buena estrella,
porque podemos soñar y mostrar el alma sin pena

