

Fiel a Victoria's Secret
por Tania Cortés
Me imagino que soy Gisele Bundchen, que mis piernas son infinitamente largas y bronceadas y mi cintura es diminuta, imagino que camino como un ángel que flota sobre la pasarela vistiendo tan solo la tanga y el Fantasy Bra más caro de la historia. En realidad lo que llevo puesto es solo una tanga de encaje rojo y un brassiere Perfect shape con aplicaciones diminutas también en rojo, eso sí, ambos de Victoria´s Secret, mi marca de ropa íntima favorita. Hace años que sólo uso Victoria´s Secret, nada que no sea esa marca.
Dirían los analistas que lo mío es un hábito de consumo, que soy como muchas otras consumidoras, una recluta de la maquinaria publicitaria que año con año despliega Victoria´s Secret para mantener cautivas y sometidas a todas sus seguidoras. Pero no, ese no es mi caso, aunque debo confesar aquí entre nosotros que no me pierdo uno solo de los desfiles anuales de la marca; observar a sus hermosos ángeles desplegar las alas a lo largo de la newyorkina pasarela es uno de los momentos más educativos en el inquietante mundo de la mercadotecnia.
Pero no son esos mecanismos los que mantienen mi fidelidad sin mácula a Victoria´s Secret. Podría pensarse que es la calidad de las prendas, o la selección exquisita de telas y diseños, todos pensados con una aguda clarividencia de lo que hace sentir sensuales a las mujeres, lo que las hace sentirse cómodas y seguras en sus cuerpos; pero no, tampoco es eso. Me precio de ser una consumidora consciente y con ideología propia. Cada una de mis decisiones de consumo están bien fundamentadas, se basan en juicios intelectuales, en pequeñas tendencias sofisticadas de mi gusto, o a veces en emociones estrafalarias que surgen de una lectura o de algún tipo de información sobre el producto.
Yo me convertí en fan del Secreto de Victoria cuando leí la historia completa de su fundador. Se llamaba Roy Raymond, era un egresado de la Escuela de Negocios de Standford. Algunos opinan que fue un fracasado, otros dicen que era un gran hombre de negocios con una mente brillante y creativa. Yo creo que Roy era un hombre imaginativo y sensible. A ese tipo de hombres se les suele tachar de fracasados. Tenía 30 años cuando fundó Victoria´s Secret, una pequeña tienda de ropa íntima femenina ubicada en un centro comercial de San Francisco. La llamó así porque la decoración estaba basada en la moda victoriana, tenía paredes de madera, detalles y muebles victorianos, dependientas discretas y amables que trataban al cliente con gran respeto.
La peculiaridad de esta tienda era que exhibía las prendas íntimas femeninas colgadas en cuadros en la pared para que los clientes pudieran elegirlas sin tener que buscarlas en los percheros. Roy había diseñado la tienda de este modo porque un día, al ir de compras con su mujer a un establecimiento de ropa íntima había sido tratado con desdén por las dependientas, se le había hecho sentir como un pervertido por querer intervenir en la elección de una prenda de esa naturaleza. A Roy le parecía que los hombres tenían derecho de elegir y comprar prendas de ese tipo para hacer regalos a sus mujeres y compartir con ellas la experiencia de su uso, así que decidió crear un nuevo concepto en tiendas de ropa íntima femenina, un tipo de establecimiento en el que las prendas se exhibieran abiertamente para que hombres y mujeres participaran del gusto de apreciarlas y comprarlas sin sentirse avergonzados por ello.
La idea resultó un éxito, tal vez porque la sensualidad de la ropa íntima es el principio de un placer compartido, hombres y mujeres se sintieron atraídos por este concepto de venta. El negocio de Roy se convirtió muy rápidamente en un éxito, en un plazo de 5 años ya había abierto otras cinco tiendas y sus ventas anuales superaban los 6 millones de dólares. A partir de este momento la historia de Roy se torna trágica, y es por ello que muchos piensan que al final Roy fue un perdedor.
En el punto más alto de su carrera como hombre de negocios, por razones que nadie entiende y sobre las que nadie se pone de acuerdo, Roy decidió vender su empresa a Les Wexner, un comerciante originario de Ohio (actual propietario y CEO de Victoria´s Secret) dueño en ese entonces de una compañía no muy grande llamada The Limited Inc. El precio de venta de la original Victoria´s Secret varía según quien cuente la historia, unos dicen que no fue más de 1 millón de dólares y otros aseguran que ascendía a 4. La mayoría concuerda con la idea de que Roy estaba endeudado y quería con ese capital resolver sus finanzas. Lo cierto es que se deshizo de un negocio millonario, una empresa que a los pocos años se había convertido ya en el emporio billonario internacional que ahora es.
Puede decirse que es ahí donde la vida de Roy comienza a ir en picada hacia el abismo, porque intentó emprender otros negocios sin mucho éxito, acabó más endeudado, se divorció de su mujer en algún punto, pidió préstamos que no podía pagar y al final su madre trató de rescatarlo con un pequeño capital en préstamo para reiniciar su carrera como negociante en franco desplome. Al final, con tan solo 46 años, arrastrando una depresión enorme debida en parte a atestiguar en ese entonces el éxito avasallante de su compañía original Victoria´s Secret, Roy se quitó la vida lanzándose del legendario puente Golden Gate. Su cuerpo fue encontrado y retirado de la bahía del río una semana después del incidente.
Sí, yo soy fiel a Victoria´s Secret. Soy fiel por una convicción emocional, por más descabellado que suene, porque me conmueve la historia de Roy, me emociona hasta las lágrimas su mala suerte, su perseverancia, su destino trágico, pero sobre todas las cosas su imaginación exuberante y su extraordinaria sensibilidad.
Quisiera encontrarme con un hombre así, un hombre tan sensible como para crear una tienda donde los esposos tengan la posibilidad de iniciar el rito de la sensualidad desde la compra de una prenda íntima, donde las parejas puedan imaginar juntas las sensaciones indescriptibles que aguardan entre las texturas exquisitas de la ropa femenina, una pequeña tienda elegante y discreta, decorada bajo el influjo de un estricto gusto victoriano que haga más inquietante la naturaleza del producto. Más allá de ser una seguidora de la marca, soy fiel al concepto original de su creador, al secreto victoriano en el que pensó al idearlo, un secreto prohibido pero palpitante, sutil y celestial como la sensualidad de una mujer, divino como los mismos ángeles.
