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Fanatismo, ¿bueno o malo?

por Ulises Briones

 

T engo 29 años de edad y soy maestro de música. Lo que aquí quiero hablar es sobre el fanatismo presente en todas partes, y mi duda, por más que parezca una duda ociosa del beneficio o no de ser un fanático en la vida. En una ocasión, al ver a un niño de aproximadamente 8 años de edad llorar, tras la eliminación de su equipo en el pasado mundial de futbol, me puse a pensar si era bueno que un niño de esa edad tuviera ese nivel de pasión. También me hizo reflexionar qué tanto influye en nuestros gustos nuestra propia familia, amigos e incluso la cultura a la que pertenecemos. Para contestarme si el fanatismo, o loa pasión excesiva por un tema, era bueno o malo, me puse a analizar mi propia vida; ya que yo mismo he sido un gran fanático de muchas cosas a lo largo de mi historia personal. 

 

Mi mayor etapa de fanatismo, y creo que la de la mayoría de las personas, es la adolescencia, ya que influye mucho el medio y las amistades que nos rodean. A los 16 años empecé formalmente mis estudios de música en la universidad. Para los que no estén enterados, la carrera de música generalmente se divide en dos partes: tres años en los que obtienes el nivel como técnico, y cinco años para obtener el título de licenciado en música, y uno puede comenzar a cursar el nivel técnico una vez terminada la secundaria. En aquella época mi gusto y el de muchos de mis amigos, se orientaban totalmente a la música clásica, y descalificábamos cualquier otro tipo de música que no fuera la “académica”; incluso me atrevería a decir que nos sentíamos un tanto superiores por escuchar “música que pocos entendían”. ¿Pero era este mi verdadero gusto? ¿O solo me estaba adaptando a las personas que me rodeaban “camuflándome” sin estar consciente de ello? 

 

La respuesta apareció al recordar una anécdota de una clase a la cual asistía en ese entonces: Semanalmente nos exigían a todos los estudiantes asistir a algún concierto, para después comentarlo en clase. Uno de mis compañeros expuso ante la clase que, esa semana, había ido a escuchar a un grupo de música norteña muy popular en esos días, a lo cual todos respondimos con risas mientras que la maestra lo reprendía, alegando que ir a ese tipo de conciertos era algo malo, ya que no le aportaban nada artísticamente, y solo perjudicaban a los “verdaderos músicos”. Con el tiempo este compañero dejó la escuela, y siempre me pregunté si la crítica de aquella maestra había contribuido a que desistiera de ser un “músico verdadero”. 

 

Esa anécdota  fue un hecho del cual no me siento orgulloso en cuanto a la participación que yo tuve, ya que nadie tiene derecho de burlarse de una persona por sus gustos musicales, incluso si fueran en contra del gusto de la mayoría de un grupo social, como sucedió en mi salón de clases. Con el paso de los años empecé a madurar, y mis gustos se fueron ampliando (no cambiando), y en la licenciatura tomé una decisión radical, decidiendo estudiar jazz en vez de música “académica”. Mi sorpresa fue que, al inscribirme en la escuela de música de Jalapa, me encontré con un ambiente muy similar al de la escuela de música en mi ciudad, pero ahora la “música superior” era el jazz no la música clásica. 

 

Podría decirse que en ese entonces yo, y muchos otros estudiantes, éramos grandes fanáticos de la música clásica, y por lo tanto éramos “superiores” a los que escuchan música popular, y éste precisamente el pensamiento que tienen muchos fanáticos en el mundo: “mi equipo es mejor que el tuyo”, “tal artista es mejor que aquel”, “mi movimiento es el único y verdadero”, “esa persona es la mejor del mundo” etc. 

 

El mayor problema de este pensamiento, desde mi punto de vista, es que te pone una venda que no te permite ver ni lo bueno ni lo malo de las distintas cosas. Por ejemplo, algunos de mis amigos músicos siguen empeñados en decir que la música clásica, o el jazz, son el mejor genero de música que existe, y todas las demás expresiones musicales son malas o carecen de validez. Yo solo puedo decir que no saben lo que se están perdiendo al no escuchar los geniales ritmos latinos; lo relajante que puede ser la simplicidad del pop; la euforia en la sangre que pueden provocar géneros como el rock o el metal; o lo mucho que aprendes escuchando música folklórica de todo el mundo. Y es que yo no entiendo quien dijo que, si te gusta una cosa, no te puede gustar otra. Cuando en verdad lo que hacemos es seguir la corriente de un grupo o de una ideología. 

 

Como conclusión, yo no puedo decir que todos los grupos de fanáticos sean malos, ya que desconozco la ideología y el actuar de muchos, pero si puedo dejar esta pequeña historia como reflexión, y decir que, personalmente, el término fanatismo no me gusta. En la actualidad yo me declaro admirador de muchísimas personas, géneros musicales y marcas de toda clase de productos, pero no soy fanático de ninguna, ya que si lo hiciera no me permitiría a mí mismo disfrutar y admirar lo que hace la “competencia”; y una sana competencia siempre es buena para crecer. 

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags  fanatismo, obsesión, cerrazón

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