¿Estamos solos?
por Aitana Lago
No sé ustedes, pero yo disfruto mucho de la soledad, sí, me gusta estar en silencio, sin tener que hablar con nadie, pensando en mis propias historias, inventando otras, hablando conmigo misma, leyendo, viendo Netflix (obvio), escuchando música, vaya en pocas palabras no le tengo miedo a estar sola, pero de un tiempo para acá es muy común escuchar a la gente decir que se siente sola, y que eso le deprime.
¿Tendrá que ver la tecnología con esta crisis de la soledad?, es probable, porque cada vez estamos más inmersos en las pantallas de nuestros celulares y no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor, ni convivimos con los demás. No le damos importancia a socializar, a convivir, a platicar con el otro. Sin embargo, en estos tiempos de aislamiento e inminente cuarentena es la tecnología precisamente la que nos permite seguir en contacto, una paradoja ¿no?, en tiempos comunes nos aleja de los demás, pero en la crisis nos acerca.
Si es la tecnología la culpable o no, el hecho es que mucha gente en estos tiempos se siente sola a pesar de convivir con otros en casa o en el trabajo, y mucho tiene que ver que nos estamos alejando de comunidades que antes eran muy sólidas, como los amigos de la infancia, los clubes deportivos, la familia e incluso la iglesia.
Este aislamiento que no tiene que ver con el COVID 19, sino con una forma de vida apresurada, adicción al trabajo y preferencia por la tecnología, llámese teléfono celular, tableta, computadora, televisión, servicios de streaming, etc., nos ha provocado una depresión como sociedad, pues nuestro cerebro está diseñado para convivir en grupos sociales.
Sí, la soledad o más bien la convivencia en grupo, juega un rol importante en la supervivencia de la especie, pues a través de la cooperación y de la acción grupal nuestros antepasados establecían lazos de protección y seguridad. Eso es un rasgo que no hemos perdido a pesar de la evolución, pues al detectar que estamos solos nos sentimos en riesgo, por eso le tenemos tanto miedo al rechazo social.
De manera fisiológica, cuando el estrés de la soledad nos pega liberamos hormonas que nos ponen alertas, como el cortisol y además aumenta nuestra presión arterial gracias a la epinefrina, en consecuencia, nos percibimos en riesgo, así que nuestro cuerpo activa una reacción ya sea de lucha o de huida – somos todavía muy instintivos –. La diferencia con nuestros antepasados son las razones por las que la soledad nos hace activar mecanismos de defensa, pues antes se necesitaba un grupo para cazar o protegerse y ahora lo necesitamos simple y llanamente para compartir.
Pero ¿qué tan solos estamos en realidad?, para poder medir nuestro grado de soledad – y espero que nadie se deprima por esto – el antro-psico-biológo Robin Dunbar estableció un número que lleva su nombre y que señala la cantidad de personas que pueden relacionarse en un sistema, y ese número es el 150, es decir, es el límite que nuestro cerebro acepta para tener relaciones significativas, un límite para el tamaño de nuestros grupos sociales, y no es un número al azar, sino que se basa en estudios que se han hecho con distintos grupos de primates, entre ellos los humanos.
Esto quiere decir que nuestros 1200 amigos de Facebook en realidad no son nuestros amigos o personas cercanas, no nos engañemos. Tal vez seamos populares, pero al final no estamos tan acompañados como creemos. Ese grupo de 150 personas, se divide en varios subgrupos, el primero es de cinco personas muy cercanas con las que pasamos el 40% de nuestras vidas cotidianas, por lo regular son familiares: pareja, hijos, padres, etc. Hagan la cuenta entonces, ¿cuántas personas pertenecen a su primer grupo?
El segundo subgrupo es el de la familia extendida, son 15 personas y por lo regular son familiares o amigos muy cercanos, después viene un grupo de 50 personas con las que solemos convivir, pero no están presentes en nuestro día a día. Si hacemos las cuentas hasta aquí llevamos 70 personas, los otros 80 son amigos ocasionales o conocidos que vemos una o dos veces al año.
No es que todos tengamos 150 relaciones significativas, sino que es el número máximo que establece Dunbar, pero en realidad podrían ser mucho menos, además de que las personas pueden cambiar de grupo dependiendo de la distancia, el contacto y la comunicación, puede ser que los que antes eran muy cercanos, ahora apenas y sean del tercer grupo de amigos ocasionales. Ya saben que todas las relaciones, del tipo que sean, se deben procurar para que duren.
Yo hice mi cuenta y con los primeros dos grupos no tuve problema 5 personas en mi primer grupo, 15 en el segundo, ¿y luego?, me quedé atorada con el grupo de 50 personas, no pude contar más de 30, por más que hice el esfuerzo. Así que depende de cómo veamos a la soledad, el vaso medio lleno o el vaso medio vacío, si mi cuenta es de casi 50 tan sola no estoy ¿cierto?
Y es que la soledad es más bien subjetiva, es de percepción, y en este punto, los expertos dicen que son los hombres los que se siente más solos, mientras que las mujeres se adaptan más a la soledad, y esto puede ser porque socialmente ellos no se sienten cómodos expresándose cariño, mientras que nosotras nos chuleamos y manifestamos nuestro amor sin problemas.
Ya sea cara a cara o de manera virtual, lo cierto es que todos necesitamos pertenecer a un grupo, tener una tribu, si nos sentimos solos nos vamos aislando más de los demás y entonces todo se convierte en un círculo viciosos. Pero queridos no se preocupen que la soledad más que estar con alguien o no, es la forma en que ves y afrontas la vida.
