Saramago decía que los seres humanos somos una colección de muchos otros que traemos contenidos en la psique, todas esas posibilidades de la personalidad que nos dictan los impulsos, los sueños, los deseos. De vez en cuando esa colección de todos los que somos conforman un solo "yo"  pretensioso que quisiera ser una misma cosa.  Pero en esencia somos todos los otros, o todas las otras.

 

Según él, la locura es la pérdida de esa habilidad cotidiana de reconciliar todas las cosas que somos en una misma que se muestre como un yo para los demás.

 

Yo no sé si esa habilidad es una virtud o una desgracia.  Lo que sea, hay gente que muy pronto en la vida la pierde definitivamente. Les llamamos locos. Pero a decir verdad no es que esa habilidad de ser una sola persona, un solo "yo", se pierda repentinamente. Yo diría que es algo que vamos perdiendo todos con el paso del tiempo, es algo que vamos esparciendo por aquí y por allá a lo largo de la vida.

 

En ciertos momentos de nuestras historias personales, nos afianzamos fuertemente a esa habilidad que llamamos cordura, eso nos permite por un tiempo ser madres o padres, esposas o esposos, hijos obedientes y cariñosos, ciudadanos ejemplares y empleados satisfactorios. En la soledad de nuestros espacios íntimos, somos en realidad cibernautas solitarios en busca de sus otros diez mil "yos" negados para poder ser los que somos frente al mundo.

 

De vez en cuando esos otros diez mil "yos" se escapan, y nos hacen parecer dispersos y locos,  buscan desafiar la ecuanimidad de los buenos modales, de la civilidad y las maneras propias. Pero son también nuestros "yos". Y qué se puede hacer cuando accidentalmente escapan y nos delatan frente al mundo. No hay más remedio, la habilidad de aparentar cordura se va perdiendo de a poco con los años. 

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Habrá que dejar ser a esos otros que también somos, aunque sea por un rato. Luego pedir atentas disculpas:

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Disculpen a mis otros "yos" señores, disculpen sus exabruptos y sus maneras impropias.  Son también yo.