
Empoderadas
por Yadira Reyes
Servirá el sexo para empoderarnos? Esta es la pregunta que me he estado haciendo desde que platiqué sobre esto con mi hermana. Todo empezó con un videíto muy cómico que anda circulando en redes. En el video se ve una clásica escena de la vida matrimonial de una pareja, en la que el marido, cansado y agobiado por el trabajo llega a comer a casa, la esposa ya lo espera con la comida preparada y como es común lo atiende y aguarda mientras él come, pero resulta que no hay postre, solo hay uvas, el hombre entra en ese momento en cólera y reclama airadamente a su mujer que no le consienta y le agradezca con un postre todo el esfuerzo que hace por la familia; he ahí que la esposa contesta a las furibundas protestas del esposo, le dice que ella también quisiera algo que recompensara tantos esfuerzos, ella lo que quiere es coger... y con gran determinación y enojo, seguramente guardados durante muchos años de frustración, la mujer comienza una retahíla hilarante de todas las formas en que desea coger.
Mi hermana y yo estábamos muertas de risa cuando compartíamos este video, risa de esa que te hace sacar lágrimas, de la que hace que te duela el estómago y se te envare de tanto contraerlo, esa risa que te tira al piso de tan intensa. Era tan bueno el video y la actuación de la mujer, usando vulgaridades y palabras sucias con tanta desfachatez para expresar sus ganas acumuladas de tener sexo, que le sugerí a mi hermana que lo compartiéramos a todas nuestras conocidas en ese mismo momento. Pero mi hermana, todavía agarrándose la panza de la risa, hizo una pausa y con cara de susto me dijo que no, que nunca podría compartir ese video con nadie que la conociera, era demasiado vulgar, demasiado sucio para una mujer, (o lo que se dice, para una dama), ¿qué iban a pensar de ella sus conocidas?
Pero la verdad es que nos estábamos riendo como locas, y estoy segura que cualquier mujer, por decente y persignada que sea, se reiría como nosotras en ese momento, ninguna sería capaz de aguantarse la risa. Y era tan liberador ver a la mujer del video hablar de sus muchas necesidades sexuales, verla explotar frente a su desconcertado marido con una maniática lista de deseos insatisfechos. Tan liberador como morirse de la risa, soltar el cuerpo, asentir con los ojos, con las lágrimas, con las carcajadas, con todas las ganas que como la señora del vídeo, todas traemos acumuladas.
¿Por qué nos cuesta tanto a las mujeres hablar de sexo? ¿Por qué nos da pena aceptar que tenemos necesidades, que tenemos ganas? ¿Por qué nos avergüenza que otras mujeres puedan enterarse? Ya no se diga que el marido u otros hombres lo sepan, ¡Alabado sea el Señor! ¡Jesús Cristo no quiera nunca que eso suceda!
Si la cosa fuera al revés, le dije a mi hermana, si se tratara de un hombre vociferando vulgaridades sexuales que describan su sed de experiencias en la cama, los hombres (los maridos) no tendrían empacho en compartirlo con todos sus contactos, hombres y mujeres, primos, tíos, sobrinos, hermanos y hasta vecinos. Para los varones nunca estará mal visto hablar de sus hazañas y sus apetencias sexuales.
Yo estoy harta de que las reglas del juego siempre nos desfavorezcan, estoy cansada de que las mujeres siempre tengamos que guardar las apariencias, callarnos la boca sobre lo que nos agrada, lo que nos divierte, lo que nos da placer, en la cama o donde sea, estoy hasta el copete de que tengamos que ser recatadas porque si no ¿qué va a pensar la gente? Incluso entre amigas y hermanas hay que guardar las apariencias, porque no vayan a creer las otras que somos unas zorras, y luengo anden hablando de una, porque eso sí, que buenas somos las mujeres para traicionarnos y jugarnos chueco.
-En este mismo momento vamos a compartirlo, le dije a mi hermana, -Es momento de poner un alto a la desigualdad de género.
-Pero ¿porqué?, me preguntó ella
-Porque hablar del sexo sin miedo, sin avergonzarnos, es una forma de empezar a empoderarnos todas, le respondí, -es una forma de lucha, es una responsabilidad feminista.
Y así fue. Convencí a mi hermana, compartimos el video con nuestras conocidas, todas se morían de risa, todas se sonrojaban, pero reían como locas. Abajito del video escribimos un mensaje: "Comparte con tus amigas para que nos empoderemos todas".
Si, hablar de sexo nos hace sentir diferentes, menos temerosas, menos sometidas, más libres y empoderadas, es un efecto inmediato, el mundo se ve diferente cuando uno puede decir lo que siente. Supongo que tener sexo sin miramientos, sin recatos, sin prejuicios ni vergüenza, sexo como la mujer del video lo reclama, ha de hacerla sentir a una todavía más empoderada.
