

El Príncipe azul
y sus síndromes
por Aitana Lago
Las mujeres siempre estamos diciendo que los hombres son iguales, que buscan su propio beneficio, que solamente juegan con nosotras o que son unos patanes, pero no creo que ese comportamiento sea exclusivo del hombre, he conocido a varias féminas que se divierten con ellos de manera consciente y otras que no reconocen sus traumas infantiles y se pasan a traer a la pareja sin ser conscientes de ello.
Hace unas semanas estuve platicando con un muy querido amigo que estaba en una fuerte crisis emocional ocasionada por su nueva novia, sí, así como lo leen, los hombres también sufren por las relaciones de pareja, solo que no lo expresan tanto como nosotras.
Resulta que esta chica que es más joven que él por unos 5 o 6 años, está en los plenos treinta y como es de esperarse se quiere comer el mundo, pero en ese afán de abarcar todo, no se ha dado cuenta de que está desequilibrando al equilibrado amigo, al firme, al que nunca duda por sus decisiones. Y créanme que le está sufriendo porque se siente el conejillo de indias de la novia, y se preguntarán ¿por qué no la deja?, la respuesta es muy sencilla: porque está enamorado.
Después de varios fracasos amorosos, lo que menos queremos es arriesgarnos con cualquiera, nos montamos en nuestro macho y no salimos con nadie hasta que verdaderamente consideramos que vale la pena, sobre todo cuando ya estamos cerca de los cuarentas. Mi amigo, se tomó el tiempo para conocer a la chica, la interrogó cual detective del FBI, salió un par de veces con ella, y después de unos meses se convenció de que era la mera buena.
El noviazgo ha venido funcionando con sus altas y bajas, pero es el comportamiento de ella lo que lo tiene desconcertado, porque ella dice quererlo, pero al mismo tiempo tiene deseos de salir con otras personas, mi amigo – que ya no es un jovencito –, considera que, si la cosa va así, mejor ni intentarle; pero insisto, está enamorado y sigue ahí. Es evidente que ella no está segura de lo que quiere, no se anima a un compromiso formal con él, pero tampoco lo quiere soltar, porque aceptémoslo, mi amigo es un buen partido.
Hasta aquí estamos seguros de que ella es la causante de todo el sufrimiento de él, pero hay que hacer una aclaración importante, en una relación de pareja, ambos son responsables, partícipes y culpables, por supuesto que a ella le falta madurez, pero mi querido amigo también tiene lo suyo, pues ya lo hemos analizado juntos y en definitiva tiene algo a lo que llamamos (él y yo), el síndrome del príncipe azul.
Analizando sus relaciones anteriores nos dimos cuenta de que él tiene también un patrón de comportamiento, que siempre elige andar con mujeres que tienen algún problema – del tipo que sea – y que él cree que viene a salvarlas de esa situación, por eso le encanta seguir con esta chica, porque siente que él puede hacerla sentar cabeza y ayudarle a madurar.
Resulta pues, que el Síndrome del Salvador existe, es reconocido por la psicología, y no es exclusivo hacia una pareja, sino que se extiende a familiares y amigos. Quien tiene este síndrome busca ayudar al otro bajo cualquier circunstancia, incluso dejando de lado las necesidades propias. Un comportamiento que podría parecer beneficioso, pero cuando ayudar a al otro se convierte en una necesidad para la autoestima entonces las relaciones se vuelven tóxicas.
Detrás de la necesidad de ayudar al otro y salvarlo puede haber varios factores como el no atender las propias carencias, o la dificultad para pedir ayuda. En el plano de la pareja, este comportamiento tiene como objetivo ser indispensable para la persona amada, es decir, que el otro se vuelva dependiente de la ayuda que se le brinda, el problema entonces se presenta cuando la respuesta a estos esfuerzos no es lo que se esperaba, el salvador pasa a ser un héroe solitario y por tanto sin el reconocimiento que busca.
Está medio intensa la cosa, ¿no?, medio macabra, por eso es importante identificar este tipo de comportamiento pues una relación en el que alguno de los dos se siente el salvador no es sana, ya que uno toma la responsabilidad de la relación, mientras que el otro se acostumbra a ser rescatado una y otra vez. Además, el control de uno sobre el otro es evidente, pues en el afán de ayudar el salvador domina las acciones del rescatado al aconsejarlo, organizar sus actividades, conseguirle trabajo, etc.
Al final no sabemos qué pasará o cuánto durará su relación, lo que sí debemos saber es que en una pareja la cosa es de dos: los aciertos y los fracasos, también los traumas y los síndromes y en la medida en que nos conozcamos y trabajemos sobre nuestros propios males, vamos a poder establecer relaciones más sanas.
