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El Perverso Narcisista

por La Orgullosa

 

Eterna enamorada del amor a mis 40 años, conocí a un hombre bien parecido en mi trabajo. El era jefe de departamento, y yo acababa de ingresar como diseñadora gráfica. Habíamos cruzado unos cuantos saludos por los pasillos, cuando de la nada me invitó a salir. Era tan atractivo y formal que no pude negarme. La cita fue un éxito para mí. Se dedicó a halagarme, se portó con una amabilidad inusitada y tal parecía que coincidíamos en todo. Yo no lo podía creer. Desde ese día las cosas comenzaron a avanzar muy rápido. Me mandaba obsequios a diario, y me decía que estaba completamente fascinado conmigo,  con mi forma de ser. Que nunca había conocido a alguien como yo. En una semana de salidas diarias ya nos habíamos contado todas nuestras intimidades. Se enteró que vivía sola en un departamento en una buena zona de la ciudad; e inmediatamente quiso irse a vivir conmigo. Yo me quedé estupefacta. El también tenía  un departamento pero argumentó que mi zona era más céntrica. No supe que responder. El notó mi turbación y cambio de tema. Al día siguiente me pidió conocer a mi familia. Pero le dije que mi padre era muy conservador, y que todavía no era tiempo de dar ese paso. Fue la primera vez que percibí un brillo maligno en su mirada, que me heló la sangre. Poco a poco me di cuenta que cuando lo contradecía, montaba en una cólera contenida, pero difícil de disimular. Comenzó a espaciar las citas y yo me sentí un poco culpable.

Sin embargo, una noche me escribió un mensaje por whats diciendo que me extrañaba mucho. Pensé en su porte, su atractivo físico y a pesar de sentir cierta molestia, le contesté que como estaba. Comenzamos una conversación nutrida que terminó a la 1 de la madrugada. Antes de despedirnos me envió una foto en trusa y volvió a provocar mi asombro. Mi primera sensación fue de desagrado, pero me quedé callada. Me mandó otros “regalos" similares en ocasiones consecutivas. Y mi desazón creció, pero no me atreví a decirle nada.

En la oficina no me dirigía la palabra, pero en nuestras citas vespertinas cada vez se mostraba más intenso, haciendo avances que me incomodaban. Volvió a proponerme irse a vivir a mi departamento, pero yo le dije que no, y esta vez se cuidó muy bien de manifestar su enojo. Me agradaba mucho físicamente, pero sus formas me parecían vulgares y atrevidas. Sobre todo sus fotos que cada vez eran más provocadoras y menos sutiles. Me atreví a comentárselo y me tachó de mojigata. Ya me había ofendido varias veces de manera velada. Pero no lo enfrenté porque inmediatamente, cambiaba a una actitud de extrema galantería que no dejaba de confundirme. Toda su personalidad era un ramillete de contradicciones, podía ser el hombre más respetuoso y amable conmigo, y en seguida mostrar una sensualidad sin tapujos que parecía querer desnudarme ahí mismo, en el lugar de nuestros encuentros.

Días después volvió a tocar el tema de vivir juntos. Esta vez me dijo que me fuera a su departamento. Que era de estilo art decó, y lleno de arte con un piano de cola en una esquina de la sala, y largas cortinas de seda que daban intimidad al lugar. La descripción me pareció totalmente inverosímil. Siguió hablando de arte, y me dijo que con frecuencia cambiaba el decorado de su casa para exhibir las múltiples colecciones de arte plástico heredadas de su abuela. Comencé a imaginar su departamento, y me sentía trasladada a otra época. Luego me mandó una foto suya en bata de anodinos estampados. Yo ya no sabía que pensar. Acaso era un rico heredero o un excéntrico coleccionista de arte, pero de cualquier forma detrás de todas sus descripciones sentía un secreto oculto, un “foco rojo”. Su narrativa también resultaba seductora: llena de referencias culturales y con alusiones a épocas muy anteriores a la suya. Él era solo un poco más grande que yo, pero parecía un hombre de mundo, encantador y arrobadoramente seductor. Yo luchaba entre la irresistible seducción que emanaba, y mi intuición que me pedía detenerme. Luego se lanzó a fondo. Me dijo “ven a mi departamento en este momento, y te prometo que no te vas a arrepentir”, “No te dejaré salir en semanas, y disfrutarás del sexo más espectacular que hayas experimentado”. En ese momento me tenía prácticamente bajo su hechizo, pero de pronto comenzó a enviarme una serie de imágenes de paisajes impresionantes, y súbitamente, entre todas esas imágenes evocadoras apareció la imagen de la portada de la película “Psicópata Americano”. El corazón me dio un vuelco. No podía haberme topado con una imagen más desquiciante. Era Christian Bayle en caricatura, con todo el rostro ensangrentado, la fotografía original no pudo haber resultado tan macabra. Sentí un estremecimiento de terror en todo el cuerpo, y de un golpe apagué el celular. Al volvernos a encontrar en la oficina ni siquiera volteé a verlos, y evadí sus intentos de acercarse.

El siguió mandando mensajes diarios a mi whats. Me decía que íbamos a pasar unas tardes estupendas en la que realmente era la casa de su abuela heredada por él. Que me daría a conocer toda clase de bebidas espirituosas y sustancias. Cada vez su discurso me daba más miedo. Me imaginaba asesinada y emparedada  en uno de los rincones de su suntuosa estancia. Trató de conseguir mi dirección por GPS, pero afortunadamente yo no lo tenía activado. Comencé a sentirlo como una verdadera amenaza. Mientras más lo rechazaba, más insistía. Y yo no borraba de mi mente la caricatura del psicópata americano. Los pormenores que me contaba coincidían cada vez menos con su puesto de directivo en la empresa de diseño gráfico.

En mi sosobra traté de buscar información en internet, y me topé con el perfil de Perverso Narcisista. Leí sobre una especie de prueba que te hacen estos personajes tan pronto te conocen. En ella miden que tan susceptible eres a perdonar, a tolerar, a dar segundas y terceras oportunidades, y a usar algunos estímulos para conocer, qué tan consciente estás del peligro que enfrentas. Obviamente yo no estaba aún hipnotizada por su encanto cuando me mostró la caricatura del psicópata americano, y gracias a eso no continué cayendo en su trampa.

Me enteré de cosas verdaderamente escalofriantes de estos individuos malignos que no tienen conciencia moral, ni empatía. No poseen capacidad de amar, ni tienen acceso a emociones elevadas como la solidaridad y la comprensión. Son unos depredadores que se dedican a cazar a sus víctimas entre aquellas que reflejan las cualidades más sublimes que ellos no poseen, como inteligencia, múltiples talentos, bondad, etc. Usan su irresistible encanto para seducirlas, y a partir de entonces perpetúan un acoso moral que puede durar años, incluso se casan con sus víctimas y las exprimen emocionalmente hasta dejarlas sin esencia, sin personalidad ni identidad, completamente deprimidas y a veces las conducen arteramente al suicidio. Son seres egocentristas llenos de soberbia, orgullo desmedido, pero con un profundo vacío que los lleva a hacer daño a sus víctimas para evitar caer en violentos brotes psicóticos que los llevarían al colapso definitivo. Son muchas las características que se pueden enumerar de estos infames depredadores. Tienen conciencia del mal que hacen, pero no tienen conciencia de sí mismos. Se especula sobre el origen de su trastorno de personalidad. Algunos priquiatras dicen que surge en sus primeros años de vida, otros hablan de un defecto en el lóbulo frontal, la amígdala y la hipófisis.

Sea como sea, esta personalidad se ha extendido peligrosamente entre la población actual. Debido al individualismo, al egoísmo y al egocentrismo que nuestra sociedad promueve como valores dignos de alabanza. Su daño es invisible, y sólo la víctima elegida puede dar cuenta de su manipulación, de su manera ambigua de hablar dirigida para confundir y crear una disonancia cognitiva que deja a la víctima incapaz de razonar y determinar la diferencia entre la realidad y la ficción. Cuando sus exigencias no son cumplidas, llegan a la violencia física. Pero permanentemente ejercen una violencia psicológica que desestructura la personalidad de su víctima. Ejercen rechazo, abandono, traición y humillación contra las personas que eligen como pareja. En su fuero interno son altamente vulnerables, y con baja autoestima, por eso es urgente para ellos crearse una máscara de supremacía, poder, control y dominio por sobre todos los demás. Escogen las características más sublimes en un ser humano, para destruirlas lentamente a lo largo del tiempo. Y emplean todas las virtudes que admiraron en alguien para atacarlo, insultarlo, confundirlo y proyectar todos los defectos de su personalidad en su víctima.

Después de mis lecturas quedé sin aliento. Entré en una psicosis galopante y pensé que no podía volver a regresar a la oficina. Estos seres malignos logran sus objetivos de atrapar a sus víctimas cuando estas se encuentran vulnerables por problemas personales, familiares, duelos, etc. Afortunadamente yo tenía la experiencia de algunas relaciones tóxicas, y actualmente me encontraba estable. Eso me permitió ver los innumerables “focos rojos” que este individuo arrojó desde el primer momento que lo ví. La bibliografía existente acerca del Perverso Narcisista es infinita. Mientras más se prolonga su relación con la víctima más daño suelen causar. Tanto hombres como mujeres pueden tener esta distorsión de la personalidad, aunque es mayor el porcentaje de hombres perversos narcisistas.

A pesar de que renuncié a mi trabajo, este hombre siguió mandándome mensajes con propuestas de todo tipo, y fotografías realmente perversas. El miedo me persiguió a todas partes. Al menos nunca conoció mi casa, y eso impidió que me localizara. A pesar de que ya no lo veía existía un “anclaje” invisible que me ataba a él, algo difícil de explicar. Un sentimiento ambiguo entre miedo y curiosidad. Finalmente pude librarme de su mortífera seducción. No tenía la menor duda de que me había topado con un Perverso Narcisista, y había escapado.

Entre la bibliografía que consulté encontré un libro muy explícito de Marie-France Hirigoyen llamado El Acoso Moral. Y en youtube hallé dos psicólogos muy recomendables: Iñaki Piñuel, y Omar Rueda, ambos españoles. En ese país está muy bien identificado el Perfil del Perverso Narcisista, y las estadísticas señalan que hay aproximadamente un millón de estos casos en todo el país. Y que una persona puede encontrarse durante su vida hasta 60 Perversos Narcisistas. Las repercusiones familiares de estos personajes son muy graves. Los niños abusados y manipulados presentan múltiples secuelas de adultos como baja autoestima, tendencia a parejas perversas narcisistas, inseguridad, depresión y muchas otras más. Iñaki Piñuel llama al amor de un perverso narcisista Amor Zero, y Familia Zero a la que procede de un progenitor con este perfil. Es bueno conocer a tiempo toda la información acerca de estos seres malignos, sin sentimientos ni conciencia moral, para escapar de ellos. La única forma de vencerlos es el llamado Contacto Zero, que significa: Si te encuentras con un Perverso Narcisista ¡Corre¡

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La Orgullosa

Amante del amor y la sexualidad en todas sus formas. Fogosa y apasionada. Impulsiva y testaruda a más no poder. Interesada en los temas prohibidos y controversiales. Se cree poseedora de la razón, y es investigadora incansable de los misterios de la psicología humana.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que todos queremos escuchar 

Tags  psicópatas, narcisistas, relaciones tóxicas, perverso, psicópata integrado, La Orgullosa

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