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El nuevo periodismo de Michael Mok

por Tonatiuh Arroyo

Para Julio Aguilar

 

En la sección de obituarios del The New York Times del 24 de noviembre de 1988 se notificó el fallecimiento, a los 58 años, del periodista Michael Mok. La causa del deceso había sido un infarto.

 

Mok tenía la fama de ser un reportero temerario –según cuenta Tom Wolfe en el ahora clásico El nuevo periodismo–, y quizás por eso fue reconocido con varios premios durante su carrera, entre ellos el Albert Lasker Medical Journalism Award de 1961 por su reportaje en entregas “I was a mental patient at Kings County”.

 

Para obtener la información de primera mano que le daría cuerpo a “I was a mental patient…”, se recluyó durante ocho días en la división psiquiátrica del Kings County Hospital de Brooklyn, sin conocimiento de ninguna autoridad de aquella institución, para realizar la saga que se publicaría en el New York World-Telegram and The Sun acerca de las condiciones inadecuadas en las que operaba el nosocomio.

 

Michael llegó por su propio pie al County Hospital del brazo de su esposa, y argumentó ser víctima de desórdenes emocionales para conseguir su internación sin generar sospechas.

 

El resultado de esa aventura fue la producción de nueve artículos que radiografiaban las condiciones insalubres en que se encontraban los enfermos; la sobrepoblación; la sobrecarga de trabajo de médicos y enfermeras; la ausencia de segregación entre los internos que propiciaba la convivencia insana de menores de edad con exconvictos o adictos; el suministro insuficiente de toallas que obligaba a los pacientes a secarse después del baño con una sola sábana que pasaba de mano en mano, y la nula aplicación de pruebas para el diagnóstico físico y mental de quienes eran ingresados. Todas ellas, experiencias vividas por Mok en carne propia.

 

En la introducción de El nuevo periodismo, Tom Wolfe se refiere a Michael como un tipo capaz de hacer cosas asombrosas (más bien, preocupantes insensateces) con tal de que sus reportajes pudieran llegar a las diferentes Redacciones para las que trabajó, y cuenta la anécdota de cuando el The New York Daily News lo envió, junto con un fotógrafo, a cubrir la nota de un hombre enfermo de obesidad que había decidido aislarse en un velero anclado en Long Island Sound para seguir una dieta que le permitiera bajar de peso al margen de cualquier mundana tentación.

 

Lo que sucedió aquella vez fue que durante el viaje en lancha para llegar hasta el protagonista de esa historia, el motor de la pequeña embarcación que Mok y su acompañante habían alquilado se averió y ambos quedaron varados a aproximadamente una milla de distancia de su destino.

 

El reloj marchaba ya en cuenta regresiva y el reportero solo tenía cuatro o cinco horas para hacer la entrevista, redactarla y llevarla al diario antes del cierre. Frente a la adversidad, Mok tomó una decisión alucinante: se arrojó al agua, cuya temperatura apenas sobrepasaba los cinco grados, para nadar hasta el velero en el que se encontraría con el sujeto que le daría la nota.

 

Como era de esperarse, la hipotermia casi le causa la muerte, pero finalmente fue rescatado con un remo por el hombre del velero. De esa manera fue que pudo conseguir su reportaje, y hacer que este pudiera llegar a sus lectores.

 

Otra de sus hazañas reporteriles fue cuando, en 1968, voló al entonces estado secesionista africano de Biafra con unos mercenarios estadounidenses para llevar armas y municiones hasta una pequeña pista de aterrizaje llamada Anabelle, que se encontraba en medio de la jungla.

 

De esa vivencia, Mok obtiene una breve pero penetrante crónica publicada en la revista Life sobre el hambre desesperada y la devastación que el kwashiorkor estaba causando a los niños biafreños; el alto costo que a esta gente le significaba haberse proclamado independiente de Nigeria, y lo difícil que sería sostener dicha independencia viviendo dentro de un cerco en el que lo único que abundaba era la escasez.

 

Esa vez, al poco tiempo de haber despegado de Anabelle en la avioneta que lo llevaría hasta Portugal –para de ahí volar a Estados Unidos–, las tropas nigerianas iniciaron un tiroteo con balas de 90 mm desde unas lanchas situadas debajo de la aeronave que obligó al piloto que transportaba a Mok a regresar a Biafra. Su viaje de vuelta a la civilización debió postergarse.   

 

Michael Mok pertenecía a ese grupo de reporteros que florecieron durante los años sesenta del siglo pasado en la prensa estadounidense, a quienes Wolfe metió en el costal de lo que bautizaría como nuevo periodismo. En el caso de Michael, eso significaba no solo salir a buscar la nota, sino formar parte activa en ella, volverse noticia él mismo durante el proceso.

 

Si bien esa desbordada actitud entusiasta asumida por los nuevos periodistas como Mok se afianzaba en el egocentrismo exhibicionista, lo cierto es que gracias a las historias en que los periodistas se convertían también en la materia misma de la noticia, la visión del hecho periodístico se hizo más amplia que la reportada por la prensa tradicional, aquella que solo describía el cúmulo de sucesos que observaba de manera desapasionada, al margen de la acción.

 

Mok terminó sus días como periodista independiente, y su muerte prematura canceló la posibilidad de leerlo en una etapa más madura, aquella en que la distancia entre los días agitados y los sosegados nos puede volver más sensatos y sabios.

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Tonatiuh Arroyo

Dipsomaniaco y nadador intermitente. Utiliza los alias Julio Arroyo y Tony Arce porque la mayoría de la gente no pronuncia bien su nombre. Usa la escritura como medio de supervivencia.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   música, neurofisiología, neurotransmisores, memoria, emociones, Aitana Lago

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