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El amor después del amor

 

 

                                                                         

por Tania Cortés

Pasó la época del amor romántico. El esquema del matrimonio probó su falibilidad. Hoy se intenta sin éxito un amor prefabricado, instantáneo y transitorio, que supla nuestra necesidad de compañía. Pero también estamos fracasando estrepitosamente en este nuevo intento, en este autoengaño que pretendemos nos haga inmunes al amor, al enamoramiento y al sentimiento romántico que aún persiste, a pesar de haber probado ser un efímero cuento de hadas. El amor existe, eso es algo que no necesita prueba alguna. Pero el amor de pareja sigue siendo una ecuación irresuelta. ¿Qué sucede que nos inhibe de mostrar nuestro cariño, nuestra ternura y finalmente ser correspondidos sin abusos, sin humillaciones, sin dolorosas indiferencias y sin el temido abandono, que es el final de tantas relaciones modernas?

Evidentemente, un aspecto fundamental de este dilema es el egoísmo, el individualismo imperante en nuestra sociedad actual. Y por mucho que se diga, este hecho no terminará de ser comprendido totalmente. Un sentimiento de comprensión que no llega, un apoyo moral que no se da, un afecto que no se desarrolla, un interés inexistente, son muchas de las formas en que el egoísmo personal se manifiesta. Y somos todos partícipes del desamor, del desinterés por el otro, y de la incapacidad para entregarnos sin esperar nada a cambio. Ya se ha dicho mucho en estas páginas, incluso se han encontrado alternativas a la falta de amor, como las relaciones flexibles en las que las personas entran y salen a placer, únicamente para satisfacer sus necesidades básicas. Igual que el uso de un baño, o la asistencia a un cómodo restaurant con un atractivo menú.

Sin embargo, la pregunta sigue siendo ¿Cómo debemos relacionarnos, si el amor no forma parte de la ecuación, si la preocupación real por el otro está ausente? Qué nos incita a “emparejarnos” tan compulsivamente como se puede percibir en las redes sociales con el éxito avasallador de las aplicaciones para conseguir pareja. Esos sitios están llenos de gente con carencias afectivas, pero que a la hora de encontrarse con la posibilidad real de una pareja, por más raro que esto sea, entonces no están dispuesto a jugarse el todo por el todo. Las mujeres se previenen o se pervierten, los hombres engañan y manipulan. Todo es un burdo juego en el que lo principal es no salir con el ego demasiado lastimado, y de ser posible jugar con ventaja. Pero por lo regular las heridas se ahondan, el miedo a entregarse se acrecienta y se vive una falacia en la que nadie tiene el valor de amar, con todo lo que esto conlleva.

Me pregunto si aún hay opciones para la necesidad intrínseca de estar en pareja. No podemos negar la atracción natural entre seres humanos que primordialmente ha sido el ingrediente fundamental para perpetuar la especie. Pero también hemos aprendido, principalmente las mujeres, que estar en pareja no puede ser el centro de nuestra existencia, ni nuestra prioridad. Pero, y si como antaño, lo fuera.  Si la familia que comienza por la unión de dos seres humanos fuera lo prioritario en nuestra vida. Si todos nuestros proyectos laborales, artísticos, de crecimiento personal estuvieran circunscritos a la vida de a dos. Es triste que nos falte el valor para arriesgarnos. Lo primero que tendríamos que hacer es dejar de ponernos en el centro de todo: nuestras necesidades, los cuidados que necesitamos, el apoyo moral que requerimos. Como incluir al otro en nuestra vida con sinceridad y compromiso. Por el momento este esquema parece cada vez menos posible.

Existe aún la atracción física, basada principalmente en lo sexual, y que aún provoca que hombres y mujeres se busquen, a pesar de la distancia cada vez más grande que socialmente nos separa. Es una forma incompleta de amor que el desastre del capitalismo aún nos permite, como un paliativo a la ausencia de un verdadero afecto y de otros satisfactores más elaborados. En situaciones poco frecuentes hombres y mujeres solemos quedar bajo el influjo de la energía sexual que el otro “despide”. Hay un poder único en este fenómeno que yo llamaría infatuación sexual, y que ocurre con mayor frecuencia en los hombres. Mil veces las mujeres se han preguntado cómo mantener el interés de un hombre. Pues he ahí la respuesta. A veces ni siquiera es necesario haber tenido un intercambio físico para que el hombre en cuestión se encuentre bajo ese poder basado en los atributos físicos de la fémina. En éstos casos, el hombre simplemente pierde la razón, y al parecer de forma más o menos duradera. Tal vez sean las famosas ferormonas, la manera de contonearse de la dama, la forma de sus caderas. El caso es que tras esa sensación que lo arrastra, hay toda una carga de seducción que igual que un oleaje perturbador inunda los sentidos del hombre, y lo abruma al grado de perder por completo la cabeza.

No hay que despreciar este aspecto esencialmente físico. Después de todo la destrucción de los valores y la personalidad en nuestra cultura nos han orillado a lo inmediato y básico. Parece que cada vez más, vamos respondiendo al impulso de lo instintivo. Y en ese caso, a falta de un amor compasivo, y el deseo de proteger que debe inspirar el ser amado, la demencia de los instintos se convierte en una alternativa para mantener a un hombre a nuestro lado, y por voluntad propia. Tal vez, con un poco de suerte, al estar alucinado por el tamaño de nuestro trasero, pueda permitirnos el acercamiento emocional, y cuando menos lo noten podrían llegar a estar auténticamente enamorados, o al menos infatuados. A veces las cosas comienzan por el final. Y lo que al principio puede comenzar como un arrebato de nuestros más básicos instintos, puede conducir a un descubrimiento. En el mundo de cabeza en el que intentamos hacer contacto con los otros, este tipo de “amor físico” puede resultar tan válido como el amor trivial y pasajero de la Red, o cualquier otra opción de emparejamiento que nos resuelve el dilema temporalmente. Con la diferencia de que si la mujer sabe usar sus atributos sabiamente, la “infatuación sexual” puede alargarse en el tiempo hasta constituir lo más cercano a una pareja de hoy en día.

Parece que la sexualidad sigue siendo el único coto de poder que el sistema nos ha dejado, si olvidamos por un momento la gran empresa de la pornografía y otros fenómenos como la Trata. Esta atracción sexual que parece tan intensa, y de la que muchos hombres llegan a ser objeto,  puede ser la expresión de la naturaleza que realiza su último intento por hacer que nuestra especie sobreviva, y si el hombre no es un neandertal clásico, puede que hasta romántico resulte. Todas queremos aparecer como diosas a los ojos de nuestro par del sexo opuesto. Y la infatuación sexual de la que adolecen con frecuencia nuestros hombres logra este propósito. Tal vez la infatuación sexual puede ser vista como un subproducto del amor, después de nuestro intento del “Amor Verdadero” que parece estar negado por el momento a nuestra sociedad globalizada. Puede ser visto como un retroceso a la era anterior al Homo Sapiens. Pero regresar a nuestros orígenes puede ser un camino para el redescubrimiento de nuestra verdadera esencia, la eterna mezcla entre nuestra animalidad innegable y la culturización que toda sociedad entraña. Regresar en el proceso, al reconocimiento de nuestro libre albedrío puede ayudarnos a encontrar una manera sabia de finalmente ejercerlo, respetando la integridad emocional del otro. Una teoría bastante audaz pero totalmente honesta y posible.

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags  amor, matrimonio, relaciones de pareja

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