

Distancia
emocional
por Lulú Alonso
El contacto más cálido que puede existir entre las personas es la caricia, la cercanía, el afecto que se puede transmitir con un abrazo. Las relaciones humanas —ya sean entre hermanos, hijos y padres o miembros de una pareja— atraviesan por diferentes procesos todo el tiempo, y algunos de ellos nos conducen a tomar distancia.
El alejamiento emocional es aquel que generamos cuando dejamos de hacer y dejamos de estar, y no necesitamos separarnos cientos de kilómetros para desprendernos de alguien.
Dejar de hacer, dejar de mirar, dejar de convivir, dejar de escribir distancia a los corazones. Las palabras lastiman, es cierto; sin embargo, la falta de ellas o de comunicación merma el acercamiento y mitiga la proximidad de las relaciones.
En ese sentido, vale la pena decir que la indiferencia también es violencia. En cualquier relación, cuando se presenta una pelea o un conflicto, pensamos que la mejor opción para castigar a quien nos ha faltado es aplicarle la ley del hielo, y ese es uno de los errores más grandes y comunes entre las familias, amigos, hermanos, novios, esposos y esposas. Y si se genera de manera recurrente, el resultado es que adquiramos ese mal hábito, que poco a poco debilitará los lazos afectivos, hasta extinguirlos, pero déjenme decirles que ese es el peor distanciamiento que puede darse entre las personas.
Claro que eso no ocurre de la noche a la mañana, sino mediante un proceso lento, pero una vez que se ha llegado a ese extremo en las relaciones es cuando sentimos que vivimos con extraños; es decir, individuos con quienes ya solo compartimos las cuentas, la mensualidad del auto, los pagos de la casa; la cama, el techo, la mesa… pero sin un vínculo afectivo sano, y solo se trata del apego por la relación.
Vivimos con personas de las que no sabemos nada, y aquí no hay distinción porque eso no solo ocurre con la pareja —aunque es cierto que esa es la relación que se ve más afectada—, pues el primer divorcio que llega es el emocional, y eso da lugar al distanciamiento físico.
Algo que es importante aclarar es que lo anterior no tiene nada que ver con que, en ocasiones —aun viviendo juntos— tú o tu compañero o compañera necesiten su espacio —una sana distancia—, y que el silencio sea el mejor argumento para no herir con las palabras; no obstante, si eso sucede de manera premeditada y recurrente para expresar alguna molestia, solo conducirá al desgaste de la relación.
Tenemos que ser capaces de distinguir entre lo que es una distancia sana y lo que implica ser indiferente con el otro o los otros, pues todos pasamos por malos momentos durante los cuales exigimos que se nos respete, y por lo mismo estamos obligados a ser respetuosos con los demás.
La solución de los conflictos siempre debe basarse en la comunicación consciente; es decir, a partir del conocimiento de que sea cual sea la situación que nos orille a discutir o a distanciarnos de un amigo o de un ser querido, el 50% de la responsabilidad es nuestra y el 50% restante le corresponde a la otra parte, eso nos ubicará en igualdad de circunstancias y —se los aseguro— lo pensaremos dos veces antes de fustigar a alguien con el látigo de nuestro desprecio. Y es que hay que aprender a comunicarnos de una manera más constructiva, en cuerpo, alma y palabra.
