Camino entre las mujeres, están por todas partes, todas vestidas de negro, todas con pañoletas verdes anudadas al cuello, todas cargadas con la dinamita brillante de esta marcha, el símbolo de nuestra protesta, nuestra “provocación” y nuestra lucha, diamantina rosa. Hay cientos de ellas, desbordan las banquetas, las avenidas, la Glorieta de Insurgentes, vienen en parejas, en tríos, en grupos grandes que sonríen, gritan consignas, cantan, entonan una misma plegaria: “Ya basta”, “ni una menos”, “queremos sentirnos tranquilas”, “queremos sentirnos seguras”, “queremos sentirnos libres”, “la policía no nos cuida, nos viola”. 

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Abuelas, madres e hijas, hermanas y amigas, colectivos y grupos de activistas, mujeres, muchas mujeres, un inmenso conglomerado, estamos todas juntas, hemos tomado las calles, nos hemos apoderado del espacio, como nunca, por un segundo nos hemos olvidado del miedo que sentimos cuando caminamos solas por estas mismas calles, nos hemos olvidado del terror cotidiano de vivir en nuestros cuerpos y salir con ellos al mundo, nos olvidamos de las precauciones, de los atajos seguros, del permanente estado de alerta y ansiedad en el que vivimos en esta ciudad que nos violenta todos los días. 

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Estamos todas juntas y formamos una muralla que por un momento fugaz nos hace sentirnos seguras, como en un cuento de hadas, como en una película, nos abrazamos unas a otras aunque seamos desconocidas, nos untamos glitter en las mejillas, lanzamos al aire nuestra diamantina rosa, a los que nos acompañan en esta marcha, a los muros, a las calles, al aire, a los edificios y los monumentos que todos los días son testigos mudos de los abusos y la violencia que se ejerce contra nosotras, diamantina rosa, lanzamos mucha, a cada paso, durante toda la marcha, toda la tarde hasta que se nos acabe, estamos hartas, estamos furiosas, hoy hemos venido a gritar nuestra indignación al mundo, al poder, al gobierno, hemos venido a lanzar nuestra diamantina rosa.

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Diamantina rosa,

por la libertad, por nuestro derecho a andar por la calle tranquilas, a andar por el mundo sin este maldito miedo que sentimos todos los días, por la urgencia de sentirnos seguras y protegidas.  

 

Diamantina rosa,  

por las que violaron ayer y antier, por las que van a matar mañana, por las que secuestran en los uber y en los taxis, por las que encajuelan y asfixian, por las que encierran en un cuarto de hotel y violan y torturan con saña porque la sociedad y la justicia les da a los hombres ese poder.  

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Diamantina rosa,  

por las que golpean y esclavizan, por las que usan como servidumbre en nombre del amor, por las que son maltratadas desde la niñez por el hecho de nacer mujeres, por las que son abusadas sexualmente por los tíos, los primos, los padres y padrastros, los amigos, los conocidos.  

 

Diamantina rosa,  

por las que desde la cuna enseñan a callar y a obedecer, por las que tienen miedo de protestar porque fueron instruidas desde siempre a someterse y ceder, por las que fueron silenciadas desde chiquitas por la familia, la sociedad, el Estado machista, el poder. 

 

Diamantina rosa,  

por Cristina, activista del feminismo, que fue asesinada a golpes en su propio departamento por un desconocido; por Leticia, madre de dos hijos, a la que violaron, torturaron y mataron pasándole una grúa por encima del cuerpo; por Guadalupe, golpeada durante años por su expareja, asesinada con saña finalmente a manos de él; por Mara Fernanda, violada y asesinada al salir de una fiesta por un chofer de Cabify; por Valeria, de 11 años, violada y asesinada por el chofer de un pesero; por Adriana, por Paty, por Martha, por Silvia, por Daniela, por las miles de desconocidas, por las ignoradas, por aquellas cuyos nombres ni siquiera aparecen en una lista. 

 

Diamantina rosa,  

por las muertas de Juárez desde el 93, por las 23,800 asesinadas en todos los estados de México desde el 2010, por las 9 que mueren cada día en 2019, por las 180 que son violadas cada hora en este país al que le importan más los vidrios rotos y los monumentos, la seguridad y el honor de los policías. 

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Diamantina rosa, 

por las que nos apoyan y nos sonríen, por las que se hermanan con nuestra causa desde sus trabajos y sus casas, por las que lloran con nosotras a la distancia. 

 

Diamantina rosa, 

por las que nos odian y nos critican, porque también a ellas la justicia indecente e injusta de este país las proteja algún día y dé la cara por ellas. 

 

Diamantina rosa, 

por nuestras hermanas, nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras hijas, nuestras amigas, nuestras conocidas, por todas las que sienten y comparten nuestro miedo y nuestra rabia. 

 

Diamantina rosa, 

por todas las mexicanas que han vivido durante generaciones amordazadas, sometidas al juicio y la voluntad machistas, que han sobrevivido a un mundo hecho al modo de los hombres, a su conveniencia.

 

Diamantina rosa y grafiti de colores, vidrios rotos, fuegos chicos, fuegos grandes, fuegos artificiales, incendios estelares, pintas, mantas, consignas, cantos, gritos, poemas, escritos, plegarias, rezos, ira, enojo, y emociones multicolores porque estamos hartas de que nos violenten, nos agredan, nos utilicen, nos callen la boca, nos den órdenes, nos sometan, nos violen, nos maten y digan al mundo que es porque lo provocamos, porque nos los merecemos, porque estamos locas. 

 

Diamantina rosa hoy y siempre .

 

Sí, fuimos nosotras, estuvimos ahí, ocupamos las calles y nos adueñamos por primera vez de este mundo que nos violenta, pintamos sus muros y sus monumentos y sus edificios, rompimos los vidrios, incendiamos los símbolos de la injusticia, nos tomamos de las manos, estuvimos juntas, fuimos nosotras, fuimos todas, la noche fue nuestra por vez primera y no tuvimos miedo, seguimos hasta el final, cantando, gritando, felices, satisfechas, lanzando sin parar nuestra diamantina rosa. 

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