A veces, cuando conozco a alguien que me gusta, me gustaría tener un aparatito de tecnología desconocida y poderosa que pudiera indicarme el grado preciso de compatibilidad entre esa persona y yo, e incluso señalarme la posibilidad de éxito o fracaso en porcentaje en caso de que tuviera lugar una relación entre ambos. De esta manera las relaciones serían una certeza de éxito y no un albur con alto riesgo de salir lastimada, como sucede la mayoría de las veces. Yo creo que muchas de nosotras hemos fantaseado con la existencia de un aparatito de tales características, porque las relaciones amorosas son tan complicadas y riesgosas que muchas veces preferimos no enfrascarnos en un proyecto cuya probabilidad de error es tan alta, haciéndola más peligrosa que la práctica de los deportes extremos. Desafortunadamente no existe un aparato de esta naturaleza y lo único con lo que contamos es nuestra experiencia, nuestra intuición y nuestra capacidad de raciocinio, aunque a muchas estos tres elementos no les funcionen muy bien en ocasiones.

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¿Pero, acaso tendremos necesariamente que besar una lista interminable de sapos antes de hallar al indicado, y eso contando con un poco de suerte? No lo creo. Pienso que, en primer término, antes de iniciar cualquier acercamiento del tercer tipo, todas deberíamos darnos un baño de realidad acerca del significado del amor, y su justa importancia dentro de nuestra vida. Una vez un hombre que decía amarme con locura, y haber enfrentado mil obstáculos para estar a mi lado, me dijo que yo representaba aproximadamente el 30% de las cosas importantes en su vida. No bromeaba al decirlo. Esa frialdad con que me asignó un número de entre sus prioridades (de más está decir que ese 30% me provocó un retortijón de estómago) fue para mí el baño de realidad que estaba necesitando.

 

La mayoría de los hombres son como este pragmático “caballero”, y tienen muy claro el panorama a la hora de darnos cabida en su mundo tan perfectamente estructurado. Mientras que nosotras muchas veces estamos dispuestas a hacer de ellos nuestra única prioridad a la menor provocación. Creo que llegó la hora de bajar de su pedestal al afamado y sobrevaluado amor de pareja. Lo primero que las mujeres debemos entender es precisamente el lugar que un hombre puede sanamente ocupar en nuestra vida sin trastocar nuestra existencia y convertirnos en un símil de Alex Forrest (Glenn Close) en el Thriller cinematográfico Atracción Fatal. Por mucho, deberíamos otorgarles un 5%, y haciendo caso omiso de la información subliminal que filtra  la sociedad patriarcal y nos manipula a su antojo, deberíamos ser valientes y dar un paso hacia una nueva percepción del mundo y dejar de soñar despiertas con llegar al altar vestidas de blanco, por ejemplo.

 

Las relaciones de pareja son algo más que un tema de sobremesa, y vale la pena analizar un poco más a fondo el tema del amor contemporáneo y sus laberínticos encuentros y desencuentros. Hay mucho que decir sobre este aspecto que atraviesa por la mitad nuestras vidas, y las define de una forma espeluznante. Pero por el momento con lo dicho bastará para dar inicio a la discusión sobre un tema que define toda una forma de vida en nuestra sociedad moderna, y que debe ser analizado bajo una luz fresca y desde lo cotidiano, para expugnar todas sus aristas y proponer nuevas formas de conducta que transformen la manera de relacionarnos de hombres y mujeres en torno al amor.