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Corazón Millennial

                                                                     FUENTE: Getty Images

Por ERÉNDIRA SVETLANA

     La tierra se sacudió desde el fondo de su entraña enfurecida un martes. Un martes como cualquier otro antes de las 13:14 de la tarde, un día azul y colmado de otros colores que de pronto se llenó de densidades asfixiantes, del humo y el polvo de la vida cotidiana vuelto en un instante nubarrones agobiantes sobre las innumerables calles y las poblaciones. Un día como ese otro día ominoso de hace exactamente 32 años, que se replica en este martes con una fidelidad de espanto. Se replican sus estridencias de tragedia y sus gritos ahogados dentro y fuera de los escombros. Se replican también el miedo y el desahucio, el valor y el espíritu solidario que anida en el fondo del sentimiento de desamparo. La tierra se sacude y su corazón geológico late y se expande como hace tantos años. Sus vibraciones telúricas nos estremecen y deshacen el frágil entramado de nuestro mundo apenas recuperado.

 

     Pero hay algo distinto en esta reiteración de nuestro terror colectivo, hay algo que no había en aquel otro septiembre trágico. La ciudad ha colapsado como en 1985, pero en el 2017 las vibraciones de la tierra en su latir caótico han conectado con ese otro corazón que late también con la fuerza volcánica de la renovación. Es el corazón de una nueva generación, un enorme colectivo humano nacido con el siglo, que hoy asoma su rostro fresco y generoso a través de la ventana de nuestro asombro.

 

     Se cuentan por miles, son jóvenes y prodigiosos, están llenos de vida, plenos de entusiasmo, desbordan sobre las aceras su amor por el prójimo. Han salido a las calles de la tragedia un segundo después de que se ha derrumbado nuestro mundo, y hombro con hombro comienzan a levantarlo. Juntan brazos, unen sus fuerzas, se dan las manos, hacen una interminable cadena humana de aliento y de esperanza para recuperar a los que faltan. No tienen cascos, no tienen guantes, al cabo de unas horas ya tienen los dedos ensangrentados y los pantalones rotos pero aún así levantan los escombros, empuñan picos y palas, cargan piedra tras piedra hasta que la noche y su penumbra los alcanzan. Cantan entonces el cielito lindo, se abrigan unos a otros, comparten el café y el agua, o lo que tengan a mano, vuelven a la labor de poner otra vez en pie a su ciudad, a su gente, quieren devolver la vida al desorden urbano de siempre. Bregan sin descanso, pasan la madrugada entre cantos y silencios con la esperanza de que asome un rostro bajo los escombros, siguen así hasta que el alba los encuentra exhaustos. “México está en pie”, se dicen unos a otros en Facebook y en Whatsapp, “No nos iremos hasta que recuperemos a todos”. A la mañana siguiente ya se han organizado de manera eficiente y precisa, como un ejército altamente especializado, han formado brigadas numerosas que colectan víveres y los clasifican en centros de acopio, han creado redes de información verídica por Twiter y formas efectivas de distribuir la ayuda a través de plataformas virtuales. Se desplazan en bicicletas y en motos para no entorpecer las vías de tránsito, se comunican unos a otros el ir y venir de su contacto con la desgracia, vierten a cada segundo sus experiencias jóvenes en esos monumentales depósitos de vivencias humanas que son las redes sociales palpitantes en sus celulares.

 

     No les importa quién gobierne ni quién mande, qué partido dijo qué cosa, ni qué televisora engañó a cuántos espectadores de siempre, ellos están ahí con sus mochilas a la espalda, sus tenis bien puestos, sus medios de transporte ecológicos y sus vínculos virtuales, están en ese mundo real que espejean en las plataformas digitales. Suben y bajan, van y vienen sobre la ruta agrietada de una nación herida, llevan agua, víveres, tortas recién hechas, lonches en bolsas que unos preparan y otros distribuyen entre los que trabajan sin tregua recuperando esperanza y vida. Se reúnen por centenas en centros de acopio, se organizan en brigadas de rescate y grupos de apoyo, comparten sus saberes múltiples y en un par de segundos ya han creado sistemas de información confiable que ocupa el gobierno e incluso los organismos internacionales. Se mueven todos a un mismo tiempo, en la sincronía de un solo organismo, forman un solo cuerpo vivo con innumerables miembros que llegan a cada rincón del dolor y del miedo después del sismo.

La ciudad se ha desgajado pero su corazón millennial no se detiene, late con toda su fuerza desde el epicentro de la tragedia, lleva la sangre de un país entero a cada zona afectada con el lenguaje del hashtag: #FuerzaMéxico, #PrayForMexico, #SismoMx, #BuscoA, #Méxicodepie, #Verificado19s, #Partidosdonensudinero, #ApagaTelevisa. Y con cada latido de este corazón joven la nación va recuperando el aliento y se recompone, porque ellos son miles en la ciudad y se van haciendo millones mediante las redes, su amor de pronto ya se ha hecho viral y va replicando su pulso en cada estado, en cada ciudad, por todas las colonias, pequeñas y grandes, corre por las numerosas calles en cada sonrisa millennial de solidaridad.

 

     Creíamos que estaban ausentes del mundo pero no es así, creíamos que eran superficiales y autistas de los problemas reales pero nos equivocamos rotundamente porque estaban ahí, pendientes de lo que ocurre afuera a través de sus celulares, al tanto de lo que hacemos los adultos mediante sus redes digitales, formando alianzas fraternas en la entraña de la web mundial, fortaleciendo uniones e identidades por medio de sus hashtags, hablando un lenguaje nuevo de libertad e igualdad en el que ejercen la democracia por mano de la verdad global.

 

     Son ellos, han estado ahí siempre, somos nosotros los que no hemos sabido mirar. Son la juventud millennial, la generación del Sismo del 17, su aliento infunde esperanza a través de un tweet a miles de kilómetros de distancia. Su corazón late cuando la tierra se desgaja y la ciudad se parte.

Son un solo cuerpo, un mismo espíritu generoso. México sigue en pie porque ellos lo llevan en la sangre y hacen circular la vida a través de sus redes sociales.

                                                                      FUENTE:Getty Images

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