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El último segundo de la tarde

FUENTE:  Volcán Popocatépetl, archivo personal                               

Por Eréndira Svetlana

JUNIO 5 2018

Es la tarde. La luz se escurre hacia el extremo del paisaje donde se muere el sol.  Hacia ese extremo corren con premura todas las tonalidades de sus rayos moribundos, el rojo escarlata y el amarillo pálido, también el violeta iridiscente desplegándose majestuoso detrás del ocaso.  Parece que el mundo entero huyera con la tarde en esa dirección, todo, la tierra seca de los suelos deshidratados de febrero, girando en volutas dispersas con la ventisca, las hojas broncíneas de los árboles, los ruidos ciegos de la vida sobre las calles, las nubes algodonadas deshilándose, el mismo cielo con sus azules exangües, todo huyendo hacia el confín de ese extremo que se come en un par de minutos toda la tarde. Hacia allá se está yendo el mundo y da la impresión por un segundo que hacia allá voy también yo, a morirme con la tarde y con el sol. Es en ese instante cuando él me llama, cuando coloco el auricular sobre el oído y escucho el tono grave e inconfundible de su voz.

Mira-, diceasoma a la ventana y observa el último segundo de la tarde, se puede ver desde donde estoy yo, pálida y transparente, sus colores están todavía encendidos detrás de la cima colmada de los volcanes, no quieren irse-.

 

Estamos observando los dos, unidos a través de la voz, él describe lo que ve, sus palabras abren universos sonoros en mis oídos, luego cimbran las vísceras en el interior. Estaban sordas. Sordas y muertas las células de esas vísceras, la vida y las ganas de latir de esas vísceras. O se estaban muriendo estáticas con la tarde y no me había dado cuenta, hasta que escucho su voz, que las levanta por los aires y las conduce con su timbre hasta ese punto encendido donde yo veo una agonía de colores crepusculares y él ve un segundo lleno de vida.

 -Observa, diceestá naciendo la noche, se está gestando en ese rincón prendido de la tarde toda la negrura viva de este día.

 

Y yo estoy observando, mis ojos están hundidos en ese segundo que late y que parte la tarde de este día en dos mitades que luego ya no se concilian. Late fuerte ese sol con sus colores encendidos que no se quieren ir. Su latir profundo desde esa orilla del paisaje transmite una vibración intensa que pasa por su voz grave y llega a través de mi oído ciego hasta la víscera del corazón.  Está crecido y rojo mi corazón, porque se ha colmado con los colores intensos del sol, con las vibraciones graves de la voz de él, con esa agonía allá en el extremo poniente, llena de vida y de luz, donde la noche se está gestando en el vientre prendido y exuberante del último rayo de sol.

 

-Y ahora mira, dice-Está hermosa la noche, recién nacida, con las mejillas pálidas y la frente tibia, como una niña

 

Y yo miro, y ya estoy llorando, porque es verdad, la noche acaba de aparecer, y es hermosa, y la hemos visto nacer los dos, él allá, desde la transparencia de su voz grave que trae la vida, y yo acá, desde esta tarde muerta que late muy adentro de todo, muy en el fondo de mis vísceras exangües.

En Los Calzones de Guadalupe

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