Celebrar a las mujeres
por Delia Millán
C ada 8 de Marzo, desde hace 45 años, se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. La conmemoración fue institucionalizada en 1975 por la ONU con el objeto de recordar la lucha de las mujeres trabajadoras de cada rincón del planeta. La fecha concreta del 8 de marzo se eligió porque fue un día así en 1910 cuando 100 mujeres obreras de la industria textil, inmigrantes en su mayoría, murieron en un incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York, como consecuencia de las precarias condiciones de trabajo a las que estaban sometidas.
Año con año, cada marzo recordamos a las costureras newyorkinas que se han convertido en el símbolo de la discriminación de género y la violencia contra la mujer. Las recordamos porque a pesar de que han transcurrido más de cien años, millones de mujeres en el mundo siguen siendo víctimas de las mismas circunstancias, discriminación, violencia, maltrato, marginación, por el sólo hecho de pertenecer al género femenino.
A pesar de que estamos ya en la segunda década del nuevo milenio, a pesar de que ha transcurrido más de un siglo desde la tragedia de la Triangle Shirtwaist, a pesar de las enconadas luchas feministas a lo largo y ancho de todo el planeta, la realidad cotidiana de las mujeres en todo el mundo sigue siendo exactamente la misma y pareciera que muy poco o nada ha cambiado desde entonces. Las mujeres seguimos ganando mucho menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, seguimos siendo discriminadas en todos los ámbitos, en el hogar, en el trabajo, en la calle, en la política, en la ciencia, en la academia, en el mundo empresarial, en cualquier campo profesional. Seguimos siendo violentadas por una sociedad hipócrita de doble moral, que sólo de forma ficticia considera nuestros derechos, pero que en el día a día los viola y los anula sometiéndonos a la injusticia del trabajo doméstico no remunerado, la indignidad de la desigualdad laboral y salarial, la inequidad del techo de cristal, el acoso sexual, la violencia de género, la misoginia, la discriminación social, los prejuicios sobre nuestra biología y nuestra sexualidad y el horror imperdonable del feminicidio.
Aunque para algunos parezca una frivolidad innecesaria que las mujeres nos celebremos un día al año, conmemorar el Día Internacional de la Mujer sigue siendo una necesidad irrenunciable porque lo que la humanidad ha avanzado en materia de igualdad de género sigue siendo muy limitado e insuficiente para lograr una convivencia armónica y justa entre hombres y mujeres.
Conmemorar a nuestro género una vez cada año no es algo tan superficial como un festejo, es un recordatorio de la lucha social que mujeres de todos los tiempos y de todos los puntos geográficos han librado durante generaciones para reclamar el derecho a la igualdad, a la dignidad, a ser consideradas como seres humanos completos. Ninguna mujer debería renunciar a este derecho, el derecho a luchar por tener un lugar digno en su sociedad, el derecho a la plenitud de su humanidad. Ninguna mujer debería jamás renegar de este día, ni pasarlo por alto, conmemorarlo es ser parte activa de este reclamo multitudinario que traspasa épocas y fronteras, que nos reafirma en el derecho a lo más íntimo de nuestra esencia femenina, el derecho a ser mujeres plenas.
Celebrar cada 8 de marzo, seguirá siendo necesario mientras exista desigualdad salarial, mientras las mujeres sigan recibiendo sueldos de miseria comparados con los de los hombres, mientras exista el techo de cristal, mientras existe la discriminación laboral, mientras no se reconozca el trabajo doméstico como un verdadero esfuerzo que merece ser pagado, mientras existan mujeres que son sometidas por sus parejas, que son violentadas por sus maridos o por sus propias familias, mientras exista el acoso sexual en el trabajo, en la calle, en el hogar, mientras tantas mujeres sigan siendo abusadas sexualmente sin que se atrevan a denunciar, sin que nadie haga nada al respecto porque se las siga culpabilizando del hecho. Celebrar a las mujeres será aún necesario en tanto siga habiendo tanta disparidad en los cargos directivos y políticos, en tanto existan mujeres que mueren por que el aborto en sus países es un delito, en tanto la mortalidad materna siga siendo una endemia, en tanto el trabajo doméstico sea un terreno sólo femenino y las mujeres envejezcan antes de los 40 porque han dedicado su vida a ello.
Tendremos que seguir celebrando cada marzo a las mujeres todavía muchos más años, porque aún es mucho el camino que como sociedad debemos recorrer para que todos entendamos que ser mujer o ser hombre tiene el mismo valor, es mucho lo que nos falta para que este concepto sencillo sea una realidad en la vida diaria, para que la convivencia justa y equitativa entre géneros sea una práctica cotidiana.
Un 8 de marzo de 1910 un grupo de 100 mujeres obreras murieron incendiadas en una fábrica textil en Nueva York porque sus empleadores las mantenían sujetas a condiciones de trabajo precarias, porque para ellos, aquéllas mujeres no valían nada. A 108 años de distancia tenemos que seguir recordando esa tragedia porque el mundo ha cambiado muy poco, sigue habiendo millones de mujeres en todo el mundo trabajando por salarios de miseria en condiciones inhumanas, sólo por el hecho de haber nacido mujeres, de pertenecer al género femenino en una sociedad en la que eso vale muy poco y a veces no vale nada.
