
Carmesí
por Samantha FLA
Me despertaron los golpes de las llaves en el metal, era aún de madrugada y el cielo parecía una boca de lobo sin fin. Salí al pasillo y caminé varios metros, lo había olvidado, estaba descalza, pero el filo de un vidrio en el suelo me hizo recordar que estaba viva. La sangre comenzó a correr por el piso y un color rojo intenso, casi negro, brillaba por las piedras que formaban ese pasadizo.
Llegué al patio arrastrando los pies, el cielo seguía implacable, serían tal vez las cuatro de la mañana, los cascos de los caballos me despejaron un poco y subí a la carreta, una astilla me recordó la herida en el pie y la sangre nuevamente volvió a correr. En esa escena gris y oscura, el único color que vi fue un rojo carmesí que me encendía el corazón.
Pensé que todo era un sueño, el cielo comenzaba a cambiar en ligeros tonos púrpuras que anunciaban la llegada del día, el viento soplaba frío y mis largos cabellos se dejaban llevar por el vaivén de las hojas y el polvo, cerré los ojos y comencé a sentir la vibración en todo mi cuerpo. Alrededor todo era silencio, al menos eso se me concedió, la soledad y el silencio.
La carreta se detuvo, el dolor me volvió a dominar, mi cuerpo se hizo cada vez más pesado, me costaba mucho trabajo avanzar; sin embargo, hice un gran esfuerzo, pues en esos momentos el coraje fue lo que me mantuvo en pie.
Subí los últimos escalones, me hinqué, cerré los ojos y una sensación de frío seguida por un intenso calor invadió mi cuello, lo último que vi fue el piso del patíbulo al ras y nuevamente el rojo de la sangre corriendo.
