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Calzones Bondage

 

 

                                                                         

por Tania Cortés

Negros, azul obscuro, rojos carmesí, de encaje, con lazos de cuero, con listones entrecruzados, con moños alternados, atados, ajustados, pero sobre todo opresivos, asfixiantes, tremendamente seductores. La idea es sentirse sometida, dominada, a merced de otro, de un hombre casi siempre, a su entera disposición, indefensa y vulnerable, que es la forma en que una mujer resulta más atractiva para un varón, sin voz ni voto, sin opción ni capacidad de resistirse. Dicen que los instintos más bajos de los hombres los desata la indefensión, dicen que los hombres experimentan la mayor excitación ante una mujer vulnerable, o ante una que renuncia a su voluntad propia y se somete sin condición.

 

Hablamos de experiencias sadomasoquistas, de hombres con ínfulas de poder y mujeres dispuestas a complacer. Estamos cenando en casa de Ramón Carbajal, el director del Semanario Prometeo, uno de los más leídos en México, como cada año, nos hemos reunido un variado grupo de colaboradores.

 

-Yo simplemente no puedo imaginar que alguien, sea quien sea, renuncie voluntariamente a su capacidad de decidir, de defenderse, de expresar lo que piensa y lo que siente y dejar bien claro cuando algo no le agrada-.

 

Soy yo la que habla, como siempre, me apresuro a dejar bien clara la defensa de la mujer en estos temas a los que todo el mundo les rehúye.

 

–Mi querida Sofía, todo amor incondicional implica de alguna forma una renuncia a la propia voluntad-

 

El que lo dice es Sebastián Gomíz, el monero más agudo de la prensa nacional, el más polémico, conocido por la brutalidad de su sarcasmo, por su incorrección política a prueba de todo tipo de sobornos, y tristemente famoso por ser un mujeriego irredento. Sus incontables escándalos de faldas con todo tipo de mujeres del mundo del espectáculo, son invariablemente su carta de presentación.

 

-Además, todas las mujeres desean en el fondo ser sometidas-, agrega.

 

Gomíz cierra la frase con un tono insoportable de sabiduría de género probada. Sé que ha traído a la conversación todo eso del amor incondicional y el sometimiento de las mujeres, a raíz de mi artículo de la semana pasada sobre el poder de las mujeres liberadas.

 

-¿Usted no lo cree así mi estimada Dra. Lascuráin?-

 

En más de una ocasión Gomíz ha sido blanco de los chismes de los tabloides del mundillo local del espectáculo. Pero su conocido desprestigio y esa pésima fama de mujeriego le tienen sin cuidado, sus cartones son buscados diariamente por miles de mexicanos sedientos de darle la vuelta a la desgracia nacional con la burla y el sarcasmo, en los medios digitales son de los más cotizados. Tal vez sea por eso que habla como si fuera el poseedor universal de la verdad, y en reuniones como ésta actúa con absoluta desfachatez y auténtico descaro. Aunque sé perfectamente qué debo contestar, me perturba por un instante la insistencia de Gomíz en dirigirse precisamente a mí, nada relaciona nuestros mundos fuera del hecho de que los dos publicamos en el mismo semanario.

 

-Las mujeres desean ante todo ser amadas Señor Gomíz, ser respetadas por sus compañeros y tratadas como iguales. El cerebro femenino representa el triunfo de la razón sobre el instinto, de la solidaridad sobre la competencia irracional del canibalismo, al menos es el consenso entre quienes nos nutrimos de lecturas más allá de TVnotas-

 

-No lo creo Doctora, eso no es lo que reflejan 100 millones de lectoras del bestseller 50 sombras de Grey, o ¿a qué atribuye usted el éxito apabullante de la historia?-

 

Gomíz hace una pausa dramática. El resto de los invitados de Carbajal esperan morbosos mi respuesta, ninguna velada que tenga lugar en este momento en toda la ciudad compite con el atractivo de tener discutiendo en la misma mesa al monero famoso por sus escándalos de faldas, con la más radical y furibunda de las intelectuales feministas. Por mi mente pasa vagamente la idea de que Gomíz se trae algo entre manos y por primera vez le miro fijamente a la cara y reparo en su aire de autosuficiencia, en su aspecto atractivo y a la vez desparpajado de niño desobediente y mal portado de la élite intelectual chilanga.

 

-No lo sé estimado amigo Gomíz, no he tenido oportunidad de leer el libro, tal vez usted pueda explicarnos el misterio de su popularidad, ya que a todas luces es fan de ese tipo de prácticas-.

 

Al día siguiente Gomiz ha hecho añicos mi pequeño triunfo oratorio de la cena en casa de Carbajal, con un absurdo cartón de mal gusto publicado en El Despertar. En el cartón una portentosa mujer liberada que protesta en la vía pública sostiene una pancarta con la leyenda “Poder Femenino”, sin embargo lleva los ojos vendados con un ancho listón, las manos esposadas por delante y va ataviada con un conjunto sadomasoquista de cuero negro y lazos entrecruzados al mas puro estilo 50 sombras.  

 

Desayuno con Claudia Domínguez, conductora de un programa nocturno de debate político, las dos observamos pensativas el cartón.

 

-No puedes negar que ha sido una revancha bastante ingeniosa, además Gomíz es definitivamente adorable. Es imposible odiarlo, créeme, yo he tratado-.

 

Hay un cierto aire de nostalgia en el gesto de Claudia cuando dice esto.  Yo le miro con malicia, insinuando que se siente atraída por Gomíz, o que tal vez incluso ha caído ya en sus redes alguna vez.

 

-¡No me mires así! No es mi culpa. Tú lo tienes todo muy fácil porque eres atractiva y todavía no cumples los 50. Todo se pone mucho más difícil después de los 50 para las mujeres como nosotras, te vas a acordar de mis palabras, no hay mucho de donde escoger en este reducido círculo de verborreicos e idealistas trasnochados que se hacen llamar “intelectuales” y “políticos” en esta ciudad psicótica. Gomíz está enterado de eso y sabe muy bien cómo meterse en tu cabeza, te persigue con perseverancia, ya sabes, detalles inesperados, regalos muy bien pensados. Es difícil resistirse, especialmente cuando eres una amenaza pública y ningún hombre en sus cabales se te acerca-.

 

-¡Pero qué dices mujer! Tú eres preciosa, además te has puesto más interesante con los años-.

 

-Eso lo sabes tú y lo sé yo, tal vez lo sepan los televidentes que me sintonizan, a los hombres en cambio no les interesa nada que tenga que ver con años o experiencia, mucho menos con mujeres poderosas. Gomíz te atrapa por que no le tiene miedo a eso, ni a eso ni al escándalo, es diferente a los de su especie en un principio-.

 

-Los de su especie no me gustan, especialmente cuando son cínicos, machos por convicción y seguros de que pueden seducir a cualquier mujer con sus encantos y hacerle caer de rodillas con un chasquido de dedos-.

 

-Querida, pueden hacerte caer de rodillas con mucho menos que eso cuando saben meterse en tu cabeza-.

 

Me resulta extraño escuchar a Claudia hablando así, ella es la mujer más respetada del medio, muchos aseguran que es también la más poderosa, su opinión puede hacer caer imperios o desbaratar carreras en cuestión de segundos. Pero para el medio día ya he olvidado su comentario, mi agenda de mitad de semana es torturante y pasadas las doce estoy enloquecida tratando de llegar a tiempo a una conferencia sobre Políticas Públicas desastrosas de los gobiernos neoliberales, atascada a mitad de un tráfico desquiciante producto de una desastrosa política de los años 90 que abrió las puertas a la importación de automóviles de todas las procedencias.

 

Lo de que Gomíz se te mete en la cabeza regresa a mi mente por la noche, después de llegar exhausta a la casa. En la puerta de entrada hay un pequeño paquete forrado en papel satinado color negro. Dentro de la caja encuentro un coqueto calzón de terciopelo y encaje con una malla de listones cruzados en la parte posterior. En el fondo una nota firmada a mano con pluma fuente tiene la siguiente leyenda: “Soy un admirador devoto de las mujeres inteligentes, mujeres como usted, fuertes e independientes, capaces de callar la boca a los cínicos y los impertinentes, dejarlos hechos unos tontos, unos guiñapos alucinando con la elegancia de sus palabras, de sus labios discretos y sensuales pronunciándolas”.

 

Leo la nota y lo primero que hago es reír, primero ligeramente, luego a carcajadas nerviosas y descontroladas, sentada en un sillón de la sala, incrédula, a la vez halagada, indecisa, desconcertada. Abro una botella de vino tinto y con una copa llena en la mano vuelvo a leer la nota, varias veces, durante un buen rato.

 

Poco después de la media noche, un minuto antes de meterme a la cama, me desnudo entera frente al espejo y me pongo los calzones bondage que me ha enviado Gomíz. Me observo con ellos de perfil, de frente, incluso en una sensual pose posterior que desata otra vez mi risa nerviosa, imagino que Gomíz me observa sarcástico y triunfante desde el sillón reclinable de la esquina, con su mirada traviesa de niño indecente y mal portado de la intelectualidad chilanga. De pronto me vienen a la mente las palabras de Claudia: “Gomíz sabe meterse en tu cabeza

Los Calzones de Guadalupe Staff

Aquí hablamos de lo que importa decir, que es generalmente lo que nadie quiere escuchar

Tags   bondage, erotismo, sadomasoquismo

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